miércoles, junio 13, 2012

EU: Doble juego con Sicilia

De Zócalo Saltillo
Indicador Político
Carlos Ramírez 

» EU: Doble juego con Sicilia
» Beso-perdón a Washington


Si alguna sospecha había del juego estratégico de los EU en el tema internacional del narcotráfico, el aval del embajador de los EU en México, Anthony Wayne, al activista Javier Sicilia formó parte de la utilización de las pasiones mexicanas para salvar la responsabilidad de Washington en el tema de la violencia y para meterse como factor de presión contra el Gobierno mexicano...

Aunque Sicilia dice que hará una marcha en agosto, aprobada por la Casa Blanca, de San Diego a Washington para “hacer conciencia” sobre el tráfico de armas, cooperación transfronteriza y lavado de dinero”, en realidad apenas tocará los temas sensibles estadounidenses y dedicará su espacio mediático a atacar la estrategia mexicana contra el crimen organizado.

La novedad del asunto radica en el doble juego de los Estados Unidos: darle todo el espacio a Sicilia para que ataque la estrategia del Gobierno mexicano contra los cárteles de la droga, pero por el otro lado ya le entró la preocupación a Washington por la posibilidad de que el próximo o la próxima presidente de la República disminuya la persecución de capos y le dé tiempo y espacio a las mafias para reorganizarse.

Los reportes de oficinas gubernamentales de los EU que obviamente Sicilia desconoce o mañosamente dice desconocer, señalan que los cárteles mexicanos de la droga ya se encuentran dentro de territorio estadounidense y controlan la venta de droga al menudeo en más de mil ciudades. En los EU no hay narcoviolencia porque el Gobierno estadounidense ha aplicado una legalización virtual para venta y consumo de droga al crear zonas francas donde la Policía no entra, pero donde se refugian decenas de miles de pobres y marginados que son controlados vía consumo de drogas.

En un doble juego también, Sicilia fue muy amable con el embajador Wayne --hasta beso le debió tocar al diplomático-- y eludió cualquier referencia a los problemas centrales de la narcoviolencia: la demanda de droga del consumidor estadounidense, el tráfico de armas de los EU a los cárteles, el lavado de narcodólares en el sistema financiero estadounidense y el enfoque por Washington del tema de la droga como un asunto de seguridad nacional.

El otro punto en el que Sicilia forma parte del juego de inteligencia de Washington radica en el punto de que el narcotráfico mexicano es parte de las políticas de dominación política y de penetración imperial, porque el Gobierno de EU magnifica el asunto de la violencia para demostrar la presunta incapacidad mexicana para atender el tema y entonces aplicar los planes de envío de asesores militares.

El enfoque de Sicilia sobre el tema de la narcoviolencia se ha centrado en la perspectiva religiosa del pecado y ha eludido mañosamente cualquier caracterización de disputa por el poder entre los cárteles de la droga que habían logrado el dominio de zonas territoriales del país. La exigencia de Sicilia de parar la ofensiva gubernamental facilitaría el regreso de los narcos a los espacios arrebatados por las fuerzas de seguridad, prioritariamente el Ejército. De ahí que se espere que Sicilia aproveche su presencia en los EU para atacar a las fuerzas de seguridad en el tema de derechos humanos, pero con la mezquindad de no reconocer el hecho de que las fuerzas de seguridad han diezmado a los cárteles y que la violencia es una respuesta criminal de los capos.

Asimismo, en este escenario se localiza el silencio cómplice de Sicilia a favor de los capos del narco porque para ellos no ha habido ni por equivocación alguna condena o maldición, a pesar de que a su hijo no lo asesinó ninguna Policía, sino miembros del Cártel del Pacífico Sur en Morelos. La rabia de muchas declaraciones de Sicilia se ha enfocado contra las fuerzas de seguridad que ya capturaron a los asesinos de su hijo, pero no contra los que empuñaron las armas para asesinar al muchacho. La autodefinición de Sicilia como “anarquista católico” hace ver a los delincuentes como pecadores redimibles y a las autoridades y al Estado como el demonio de sus pasiones humanas.

Por ello Sicilia estalla contra funcionarios mexicanos, pero no se atreve a criticar al Chapo o al Lazca o al Mayo, los capos que son responsables del 90% de los muertos por la narcoviolencia. Al final, la marcha en los EU va a servir para terminar de apreciar a Sicilia como un tonto útil a los intereses de los cárteles, de la penetración imperial de los EU en México y de la incomprensión racional del fenómeno del narcotráfico como un asunto de seguridad y no de pecado católico.

Los razonamientos de Sicilia van a terminar de documentar la estrategia de Washington para caracterizar la respuesta de los cárteles a la ofensiva de seguridad como narcoinsurgencia, y con ello avalar el Plan de Contrainsurgencia del Ejército de los EU que ya tienen preparado para entrar a México con asesores y partidas de marines. Por eso no extraña que Sicilia haya ido a la Embajada de los EU en México a pedir permiso para su marcha, y que con ello su protesta haya quedado marcada como parte de la estrategia de seguridad nacional de Washington contra México.

Al final, Sicilia tuvo que acudir al apoyo del Gobierno de Estados Unidos en contra de una decisión tomada soberanamente por el Gobierno mexicano, lo que implica una cesión de soberanía mexicana a Washington.

Además, opino que Javier Sicilia, su movimiento, el rector de la UNAM José Narro, los periodistas y el Movimiento YoSoy132 deben responsabilizar a los narcos de la violencia y los muertos, exigir sin dobleces la rendición incondicional de Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada, Heriberto Lazcano El Lazca, Servando Gómez La Tuta, Juan José El Azul Esparragoza, Vicente Carrillo Fuentes y otros capos y demandar la entrega de su arsenal de armas para ser juzgados como responsables de la violencia criminal en el tráfico de drogas y de varios miles de muertos.


carlosramirezh@hotmail.com

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