De La Jornada-Editorial
Al término de la
jornada electoral que tuvo lugar ayer en Venezuela, y tras una espera
que se prolongó más allá de los márgenes previstos, el Consejo Nacional
Electoral (CNE) anunció el apretado triunfo del candidato oficialista,
el presidente en funciones Nicolás Maduro, quien obtuvo 50.66 por ciento
de los sufragios, frente a 49.07 por ciento logrado por el aspirante
presidencial opositor, Henrique Capriles...
Tras una guerra de rumores de signo desestabilizador, magnificados
por algunos medios occidentales, y una vez que el CNE divulgó la ventaja
irreversiblede Maduro, éste, en un discurso eminentemente defensivo, en el que aludió incluso a la posibilidad de que la oposición intentara un
golpe de Estado, reconoció que las de ayer fueron
las elecciones más difíciles que hayamos tenido en 14 añosy llamó a la multitud a acudir
a las calles a defender el triunfo. Asimismo, el candidato ganador reveló que su rival le propuso, en una llamada anterior a la divulgación de los resultados oficiales, una negociación para compartir el poder, así como que el anuncio del fallo popular se difiriera a la espera de la realización de una auditoría electoral.
Momentos más tarde, Capriles desconoció los resultados oficiales,
exigió la realización de un recuento voto por voto y condicionó el
reconocimiento a Maduro al resultado de ese recuento.
Se concreta, de esta forma, un escenario de conflicto poselectoral
abonado por la pérdida de votantes que el oficialismo ha experimentado
de octubre del año pasado, cuando el difunto Hugo Chávez se impuso a
Capriles por margen de más de 12 por ciento, a la fecha, cuando el de
Maduro sobre el mismo adversario es de menos de 2 por ciento.
Asimismo, se abre un compás de incertidumbre de aquí a que se
realice y culmine el recuento de sufragios, procedimiento aceptado y
respaldado por el candidato ganador. Queda la duda, en lo inmediato, de
si ese nuevo cómputo podrá llevarse a cabo en los cuatro días que restan
para la fecha prevista de toma de posesión del nuevo mandatario: el 19
de abril.
En suma, lo ocurrido ayer en Venezuela constituye la prueba
institucional más intensa y difícil a la que se haya enfrentado el
proyecto político bolivariano. La perspectiva resulta aún más ardua si
se considera que, a las dificultades internas que enfrenta para
permanecer en el poder, el gobierno chavista debe sumar los persistentes
intentos de desestabilización y las campañas de medios orquestadas en
su contra por los intereses político-empresariales occidentales.
Queda claro, para finalizar, que las perspectivas de consolidación
del chavismo sin Hugo Chávez quedan sujetas, en buena medida, a un nuevo
escrutinio de los resultados electorales de ayer. Cabe esperar que, en
el sentido que sea, tal ejercicio pueda realizarse en forma ágil y
convincente, y que despeje cualquier duda sobre el veredicto ciudadano
emitido ayer.
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