lunes, julio 21, 2014

Reportaje En el Camino (segunda parte) de Alberto Najar #MigrantesEnMexico #NuncaPeroNunca

De La Jornada Veracruz

Reportaje En el Camino (segunda parte)

ALBERTO NÁJAR | LUNES, JULIO 21, 2014
FOTO PROMETEO LUCERO

Cómo México se convirtió en un infierno para el paso de migrantes

Operación Sellamiento

El teléfono móvil del padre Pantoja interrumpe la conversación. “Ésta si la debo contestar” se disculpa y un minuto después empieza a sonreír.


“Lo que urge ahorita es arroz, frijol, aceite y papel de baño, ese ya se terminó… Si hay huevo está muy bien, muchas gracias, no sabe cómo se lo agradezco”, y termina la llamada.

“Se nos estaba acabando la despensa pero gracias a Dios que tenemos una comunidad muy noble que siempre nos echa la mano y nos cuida” explica.

La alegría por esta ayuda para el albergue Belén contrasta con la conversación previa a la llamada: el camino que arrancó a México su espíritu solidario con migrantes y refugiados, para transformarse en lo que ahora es, el país “que traicionó a su historia y se convirtió en un salvaje persecutor de la migración forzada, traicionando incluso a los migrantes nacionales. Víctimas en el norte, victimario en el sur”, dice el sacerdote.

La involución de México ha llegado a tal punto que incluso la CNDH, se encuentra en una severa controversia por no atender a las víctimas de la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas.
Si el ombudsman se contaminó de indiferencia, ¿qué se puede esperar del país?, reflexiona el sacerdote.
El problema no surge por generación espontánea, sino que es parte de un proceso que empezó en la década de los años 90 dice Pantoja, cuando el gobierno dejó de mirar hacia sus pares de América Latina y se ancló al ferrocarril de Estados Unidos.

Con la integración económica también se aceptó la estrategia de contención migratoria al norte. Y eso se reflejó en los pueblos, parajes y caminos al sur de México.

“El rostro del Estado mexicano se volvió restrictivo y además aceleró las medidas durísimas que nosotros siempre peleamos en la Ley General de Población, los artículos relativos al migrante como invasor, como amenaza, como delincuente”, cuenta.

“Allí se fortalecen las políticas de persecución, se fortalece el INM como el cuarto oscuro de la restricción territorial”.

Elba Coria, de la Coalición Internacional contra la Detención, dice que si bien nunca se hizo público algún acuerdo entre la Casa Blanca y Los Pinos para cerrar la puerta a los migrantes, en el INM eso se daba por descontado.

“Había gente de las direcciones de control de verificación que tenían la idea de que debían evitar que los migrantes pasaran a Estados Unidos”, cuenta.

Todo eso se tradujo en acciones concretas como la Operación Sellamiento que el gobierno de Ernesto Zedillo implementó en 1998, para evitar el tráfico de drogas. Así, en pocos meses la frontera sur fue militarizada.

Sin embargo, los primeros en sufrir las consecuencias no fueron los narcotraficantes sino miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que huían de la devastación del Mitch.

Un ejemplo de la violencia que desató el operativo ocurrió en Medias Aguas, recuerda Guillermina Peña. “Llegó el Ejército y empezó a tratar mal a los migrantes, los correteaba, les daban golpes, maltratos, casi como tortura”, cuenta. “Si la gente protestaba la agarraban con uno y la verdad decidieron ya no meterse, por miedo”.

La instalación de retenes militares en las carreteras obligó a muchos a buscar caminos alternos, casi siempre brechas en los cerros donde se encontraban totalmente desprotegidos.

Algunos vieron en este río humano una oportunidad de pesca, como ocurrió en las rancherías cercanas a Álvaro Obregón y Huehuetán, kilómetros antes de Huixtla. Los campesinos que al principio vendían comida y agua a los migrantes decidieron primero quitarles el dinero, y después como no hubo castigo pasaron a los golpes, abusos sexuales, asesinatos.

Un ex asesor de la Secretaría de Gobernación cuenta que el nivel de violencia en la zona era tal que fue necesario enviar militares para detener a los agresores.

“Tenían sus propios retenes, algunos hasta con jaulas para encerrar a la gente. En un ranchito encontraron bolsas y bolsas con ropa que les quitaban, nunca supe para qué la querían si estaba más rota y sucia que la de ellos”, recuerda.

Pero la Operación Sellamiento es sólo un pedazo de la historia, porque hay otros elementos en el camino al cementerio de migrantes que ahora somos, como Pantoja suele definir a México.

Gestapo

El sacerdote Flor María Rigoni presume que ha viajado por medio mundo: como miembro de la Congregación Misioneros de San Carlos Borromeo, más conocidos como Scalabrinianos, vivió con migrantes italianos en Alemania, fue electricista en un barco carguero y misionero en África, por ejemplo.

Pero en pocos países, como en México, se ha sentido más extranjero. “Me han obligado a quitarme la sotana, me aíslan de mis compañeros mexicanos, exigen papeles, papeles”, se queja.

Hace algunos años fue convocado a una reunión con el entonces secretario de Gobernación Santiago Creel, encuentro al que también asistió el fallecido escritor Gabriel García Márquez.

“Recuerdo que le dijo a Creel: el libro que me ganó el Nobel lo escribí en las largas, larguísimas horas que pasé en Bucareli para que me renovaran el permiso de estar en México. Y entonces voltea hacia mí y dice: ¿verdad padrecito que para nosotros escuchar la palabra Segob era como la Gestapo?”.

Tal vez definir al INM como aquella corporación de seguridad alemana podría ser exagerado, pero miles de migrantes centroamericanos detenidos y deportados pueden pensar que el Nobel tenía razón.
Recientemente la organización Sin Fronteras documentó que en la estación migratoria de Las Agujas en Iztapalapa existe un cuarto llamado “El Hoyo”, donde los detenidos son encerrados como castigo por pelear o agredir a los agentes del INM. Se trata de un espacio pequeño donde sólo se puede estar de pie. Allí se quedan hasta por tres días.

Amnistía Internacional ha documentado que desde 2006 existe un promedio de doce denuncias al mes contra funcionarios y agentes del Instituto, acusados de violar los derechos de migrantes. Son sólo las que se conocen pues muchas más quedan en silencio.

Pero si hay estos abusos es porque durante décadas la anterior Ley General de Población criminalizó la migración irregular, apunta Elba Coria.

El artículo 123 de esta legislación establecía una pena de hasta dos años de prisión “al extranjero que se interne ilegalmente al país”, además de una sanción de cárcel a quienes mintieran sobre su situación migratoria.

Y el artículo 138 establecía que las personas que alberguen o transporten a extranjeros “con el propósito de ocultarlos para evadir la revisión migratoria”, podían ser encarcelados hasta por diez años.

Estos párrafos son fundamentales para entender otra parte del camino hacia el páramo de estos días. Agentes del INM amenazaban con detener a las personas que ayudaban a los migrantes, pues se aprovechaban de que la Ley no establecía los casos en que una persona pretende ocultar a un migrante o sólo le brinda ayuda. La interpretación quedaba a cargo del personal del Instituto.

Y no eran sólo amenazas. Hace algunos años Concepción Moreno Arteaga fue acusada de traficar con centroamericanos en la comunidad de El Ahorcado, municipio de Pedro Escobedo en Querétaro.

El único delito de doña Concha, como se le conoce, fue alimentar a los migrantes que llegaban en el tren. Los policías federales que la arrestaron dijeron que la mujer era “coyote”, como se conoce a los traficantes de personas en el país y por esta acusación permaneció dos años y medio en la cárcel.
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