De La Jornada
Tras la noche de Iguala, el movimiento va para largo: normalista sobreviviente
sáb, 11 oct 2014 21:14
México, DF.
Omar García, 25 años, guerrerense, estudiante de la Normal Rural de
Ayotzinapa, se pregunta: “¿Y qué va a pasar si dentro de poco, ojalá y
no, se confirma que los restos encontrados en las fosas de Iguala son
nuestros 43 compañeros detenidos-desaparecidos? ¿Sus padres les van a
dar sepultura en el camposanto y ya? ¿Creen que van a poder comprarles
su dignidad? ¿Nos vamos a quedar de brazos cruzados?”
Desafiante: “¿Y qué va a pasar si detienen y sentencian a José Luis
Abarca y a sus jefes y cómplices? ¿Nos vamos a desmovilizar? ¿Y si
renuncia el gobernador Ángel Aguirre, de qué nos sirve? Eso también nos
puede paralizar. ¿Qué pasa si el señor Enrique Peña Nieto dice que ya
todo está aclarado y resuelto? Lo que tenemos que hacer es que nada de
eso frene a este movimiento que apenas está tomando impulso”.
Omar García responde a sus propias interrogantes con la intensidad
del momento: “Esto que vivimos, con lo doloroso que es, es una
oportunidad única de escalar la presión, de lograr una movilización
generalizada que trascienda Ayotzinapa, que trascienda Guerrero, que
pueda poner fin de una vez por todas a la situación intolerable de
violencia e impunidad que está viviendo México desde hace años. Ojalá no
la dejemos escapar”.
Y se explica: “No lo digo porque me alegre que eso haya sucedido. Lo
digo precisamente porque estuve ahí, la noche de Iguala. Oí, sentí, vi
la sangre...así, no en salpicaduras ni manchas, en pedazos coagulados, a
chorros. Por eso lo digo”.
En entrevista con La Jornada repite una frase que pesa como
una tonelada. Solo que no es suya la frase, sino algo que repiten, en
colectivo, sus compañeros, los estudiantes de la Escuela Normal Rural
“Isidro Burgos” de Ayotzinapa cuando se enfrascan en sus debates y
análisis de coyuntura: “Esta es, quizá, nuestra última lucha”.
Y apenas tiene 25 años.
“Nosotros, los de las normales rurales, no estamos luchando desde
este 26 de septiembre, ni desde 2011 (cuando muchachos de esta misma
escuela fueron balaceados por pistoleros en un bloqueo de la carretera
del Sol hacia Acapulco matando a dos estudiantes). Venimos peleando
desde hace 88 años.
Los de mi generación lo hacemos desde nuestro primer día de clases en
Ayotzi. Es una lucha contra el gobierno”. Pero esto de Iguala 2014 es
diferente. “No es una lucha por plazas. No es recibir toletazos o gases
lacrimógenos por romper vidrios en un edificio del gobierno. Lo que pasó
el 26 de septiembre es algo tan horrible, tan trágico, que deslegitima
totalmente al gobierno de Enrique Peña Nieto. Por la manera tan brutal
de actuar de los policías municipales; por la forma como el Ejército
faltó a su obligación de detener el fuego. No, los soldados hicieron
todo lo contrario, no hicieron el menor gesto de asegurar la zona
mientras duró la agresión. Y me consta. ¿Por qué el Ejército dejó pasar
tres horas entre la primera balacera y la segunda?”.
“Lo primero que me vino a la mente fue Tlatlaya”. Sobre lo que vivió
esa noche de pesadilla, cuenta que él y otros compañeros llegaron de
Tixtla a Iguala cerca de la medianoche para rescatar a los estudiantes
de primer grado que habían ido a Iguala a botear, porque en medio del
ataque de los municipales quedaron atrapados e inmovilizados.
Al poco de llegar los refuerzos estudiantiles empezó la segunda
andanada de fuego graneado. El ejército se presentó hasta que pasaron 15
minutos del segundo ataque.
“En un intervalo, cuando creo que los atacantes estaban cambiando
cartucho, me escabullí y tomé por la calle Juan N. Álvarez, corriendo
con otros. De pronto vimos a un compañero como agachado, acuclillado.
Era Edgar Andrés Vargas. Tenía un balazo en la boca. Estaba perdiendo
mucha sangre. Lo cargamos y apenas logramos llegar al hotel Cristina, en
esa misma calle que va al centro. Éramos 27. De pronto nos rodearon los
soldados.
Llegaron cortando cartucho, insultando. Nos trataron con violencia,
nos quitaron celulares. Registraron los tres pisos del hospital, no sé
por qué. Le prohibieron al médico de guardia que atendiera a Edgar. Y
los cabrones nos decían: Ahora sí se metieron con hombres de verdad. ¡No
chillen!
“En ese momento lo primero que me vino a la mente –y estoy seguro que
no solo a mí– fue Tlatlaya. Era el momento idóneo: 1:30 de la mañana,
solos en un hospital casi desértico. Incomunicados. Pensé: éstos tienen
como tres horas para armar todo un escenario, llevarnos y quien sabe qué
hacer con nosotros. Apenas unas horas antes había visto cómo la policía
municipal se llevaba a nuestros compañeros.
Cuenta que de pronto los militares salieron del hospital. La mayor
parte de los jóvenes salieron a ponerse en resguardo. “Nos quedamos un
maestro y yo con Edgar, hasta que al fin un taxista se dignó a detenerse
y nos llevó al Hospital General”.
Por esa vivencia, Omar García insiste en poner atención no sólo en la
agónica espera de 43 familias que esperan que sus hijos aparezcan con
vida, o se les identifique como los cuerpos encontrados en las fosas, en
el peor de los casos, sino también en el destino de los heridos y sus
tragedias.
“El gobierno no se está preocupando porque se atienda a los
compañeros heridos como se debe, en hospitales de primer nivel. No los
han querido trasladar a pesar de su gravedad. ¿Por qué nos quieren dar
un escarmiento?”.
Los heridos graves son: Aldo Gutiérrez Solano, con impacto en el
cráneo, muerte cerebral, pocas esperanzas. Costeño, de Ayutla de los
Libres. Y Edgar Andrés Vargas, de Oaxaca. No se conoce su evolución
reciente. “Estamos demandando que nos entreguen un parte médico con el
diagnóstico preciso, con la forma como ha evolucionado, si ha avanzado,
retrocedido, no lo sabemos y ni siquiera a los padres les han informado
nada”.
“¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar?” Para hablar, pensar y
planificar las movilizaciones futuras por el caso de Ayotzinapa, Omar
propone “ponerse en los zapatos de los padres de los desaparecidos”.
Ellos son los que una noche, en asamblea, dejaron mudos, ensimismados, a
los estudiantes campesinos, cuando les preguntaron: “Nosotros, por
nuestros hijos, estamos dispuestos a dar la vida. Y ustedes
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?” Omar habla ceceando. Usa
brackets en la dentadura y tiene una mirada dura, como si fuera una
persona mayor. Se talla la cara con las manos: “Sólo frente a una
pregunta así se puede entender la gravedad del momento, la necesidad de
escalar las movilizaciones generalizadas, de pensar en vías de
desobediencia civil. Y no estamos hablando de rebasar las formas
convencionales de lucha; estamos diciendo que lo menos que podemos hacer
es crear un clima de deslegitimización o ingobernabilidad para el
régimen, porque esta situación es inaguantable en todo el país.”
Aclara: “Los de Ayotzi no estamos en condiciones de dictar los
métodos de lucha que tengan que implementarse. No nos vengan a preguntar
a nosotros. Pensamos que este movimiento va para largo y tendríamos que
ir en una escalada de menor a mayor intensidad; tienen que planificarse
acciones que puedan converger con los movimientos y las problemáticas
de todo el país. El hecho de que existan testigos y pruebas de que a los
43 compañeros se los llevó la policía municipal crea condiciones
favorables para impulsar esa movilización generalizada. Por eso decimos
que no se trata sólo de Ayotzinapa; no se trata sólo de nuestros
compañeros. Son miles y miles de familias aisladas en todo el país,
desde Tamaulipas hasta Oaxaca, que han estado gestionando por años y
años la aparición de sus hijos. Y nada”.
Respecto a la naturaleza de las protestas y su mayor o menor grado de
radicalismo, Omar, a nombre de sus compañeros, propone: “Pensamos que
hay que hacer las menos marchas posibles porque no nos queremos echar a
la gente encima. Ahorita tenemos a la opinión pública sensibilizada por
el tamaño de la barbaridad que hicieron, incluso a la que siempre estuvo
contra nosotros hoy está neutral. Pero si nos ponemos pique y pique a
pura marcha en lugar de volverse a nuestro favor se va a poner en
contra. Pero la indignación debe mostrarse, sea como sea y en donde sea.
Hay que centrarse en las instituciones de la federación porque son las
responsables”.
Una oportunidad única para acabar con la violencia ¿Por qué dice Omar García que la coyuntura ofrece una oportunidad única?
“Porque la respuesta a la primera convocatoria de protesta el 8 de
octubre fue muy importante: más 60 lugares en el mundo, en 23 estados.
Por primera vez tenemos una opinión pública simpatizando con nosotros a
nivel nacional e internacional. Solo así podemos lograr la
deslegitimación del gobierno, que es lo que se necesita hacer.
“Es una oportunidad única para acabar con el estado de violencia e
impunidad que hay en todo el país. Y no lo digo porque esté contento de
que hayan matado a tres compañeros, desaparecido a 43 y herido a cuatro.
Lo digo en el más absoluto ánimo de que esta rabia que sentimos se
convierta en un movimiento organizado que comprenda a buena parte del
país”.
Nadie puede responder: ¿por qué la sevicia?
—Lo que todos preguntan ¿Por qué ahora? ¿Por qué en Iguala? ¿Por qué?
--Mis compañeros dicen, y todos convenimos en nuestra asamblea, que si
hubiéramos tenido un rifle en ese momento hubiéramos respondido. Pero
nos agarraron sin piedras, sin palos, nada, porque estábamos en una
colecta.
Fue un uso desproporcionado de fuerza, desproporcionadisísimo. Esto
supera por mil lo que vivimos en 2011 en la Carretera del Sol. Okey, esa
vez estábamos bloqueando una vía de comunicación federal. ¿Pero ahora?
¿Qué argumento del Estado justifica esa acción? ¿Echarle la culpa al
gobierno municipal cuando ellos mismos formaron en las autoridades esta
mentalidad de estigmatizar, perseguir y criminalizar al movimiento
social? Es eso en el fondo...
“Dicen, piensan los agresores...ah, son los ayotzinapos, si los
atropellamos no pasa nada. Porque ése es el discurso y la mentalidad que
le han impregnado a la sociedad mexicana a través de los medios de
comunicación, a través de la escuela y otras instituciones.
“Analicemos: nada justifica lo que pasó, el asesinato, la tortura, la
desaparición forzada, los heridos. Por más que contraten a millones de
hackers que filtren en las redes sociales la idea de que nos merecemos
lo que pasó porque somos violento”.
—Este lunes 20 de octubre se presenta el informe de la Comisión de la
Verdad sobre la guerra sucia en Guerrero en los años setenta. Pero el
pasado miércoles se le hizo un homenaje al general Hermengildo Cuenca
Díaz. Según esta lógica, quienes condujeron la guerra contrainsurgente
son héroes. ¿Qué piensas?
Omar esboza una sonrisa amarga: “Es que es su versión contra la
nuestra, su visión contra la nuestra. Somos dos bandos. Lo que voy a
decir tal vez haya quien lo considere como un discurso del pasado. Es la
lucha de clases. No hay más. Para nosotros nuestra lucha es justa, para
ellos es injusta. La cuestión está en los medios de comunicación. Esa
parte de la lucha es bien importante. Por ahí decían que la movilización
del 2006 de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca tuvo fuerza porque
tomaron los medios de comunicación; ellos pudieron dar su versión y no
dejaron que la versión del Estado los avasallara. La versión que se
difunde más ampliamente.
—Ahora los medios sí están dando cobertura
—Sí, y sobre todo los medios internacionales, como nunca se había
dado. Pero los medios de comunicación comerciales que por ahora se están
comportando por lo menos neutrales, frente a nosotros son los mismos
que siempre se han mantenido al lado del régimen; son los mismos que
siempre nos presentan como vándalos, los que exigen a las autoridades
que nos castiguen.
“Hay que estar pendientes del momento en el que cambien su discurso,
cuando no vean un desarrollo significativo del movimiento, en cuanto
dejen de sentir la presión, van a presentar el problema solamente como
un asunto de Ayotzinapa, van a empezar a voltear la moneda, van a
justificar al Estado, se van a volver contra nosotros”.
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