De Villa de Guadalcàzar
El estado que se alzó hasta contra los intelectuales
de abrahamrasgado el
En Michoacán el Estado de derecho está suspendido, es decir, hay un
estado de excepción, en donde el soberano (quienes han tomado la palabra
—y las armas— a nombre de un pueblo asolado por el gobierno y los
narcotraficantes) decidieron suspender parcialmente las garantías
individuales en razón de un peligro mayor: vivir sometidos a las
exigencias criminales e inmorales de un amplio grupo (y creciente)
delincuencial.
Lo que sucede en el estado de Michoacán es un conflicto atípico que, a
pesar de muchos intentos de conocedores de diferentes tendencias
ideológicas y políticas, no han podido encuadrar en sus esquemas de
análisis de lo que la realidad presenta en dicha entidad federativa.
Los analistas de izquierda, tardaron, pero reaccionaron de forma
negativa hacia dicho fenómeno. Dedujeron que los alzados en armas, las
autodefensas, fueron primero auspiciados por el gobierno federal en una
nueva forma de hacer la guerra contra comunidades autónomas, como lo
señaló el analista uruguayo Carlos Fazio (autonomía que, de manera
importante, existe en Cherán, Michoacán, y en el estado de Chiapas, en
la zona de influencia zapatista); la derecha dio su mejor versión en el
noticiario estelar del canal de las estrellas manipulando las
declaraciones del dirigente más visible de los alzados michoacanos: José
Manuel Mireles Valverde, en donde descontextualizando sus
declaraciones, se afirmó que las autodefensas bajaban las armas y
regresaban, casi como si nada hubiese pasado, a sus comunidades de
origen. Esto último, por supuesto, fue falso.
Pero hay algunas voces más ecuánimes, que sin la obligación de
aprobar o condenar, intentan clarificar lo que está sucediendo, tomando
indicios de lo que sucede, con lo que puede suceder. El documentalista
Salvador Díaz Sánchez, quien ha seguido puntualmente el desarrollo de la
autonomía de Cherán (un proceso profundo de transformación social) a
través de su policía comunitaria, nos señala una diferenciación
importante: no hay que confundirnos —nos dice—, las policías
comunitarias no son lo mismo que las guardias de autodefensa. Las
comunitarias “toman como base para asumir decisiones las asambleas
comunitarias, para ello cuentan con reglamentos y leyes internas”; las
autodefensas actúan para proteger a su comunidad de un ataque, es la
reacción que un pueblo, o una parte de éste, ha tenido, pero sin la
profundidad de una organización que vaya más allá de la seguridad: un
pueblo se arma y cumple una encomienda, deshacerse del peligro.
Sin embargo, el problema de análisis en esta caso michoacano estriba
en que las autodefensas no reivindican una lucha de clases, no se dicen
oprimidos (en el sentido marxista) que tratan de llevar al proletariado
al poder, incluso, se le ha calificado de una “insurrección de la
burguesía” en ese estado. Algunos analistas y periodistas afirman que
las autodefensas fueron armadas con el apoyo de empresarios agrícolas,
quienes vieron ya insoportable la situación en la que los habían sumido
los cárteles de la droga. Y hay evidencia de que esta tesis puede ser
cierta, ya que el día jueves 16 de enero, las autodefensas anunciaron
que devolvían 265 hectáreas a los dueños, que los Templarios y su
antecedente, la Familia michoacana, les había arrebatado. Productores de
aguacate beneficiados.
No obstante, hay algo que pocos han visto, que es el “mal ejemplo”
que otras comunidades pueden tomar de estos grupos que hoy tienen a
México mirando con atención a Michoacán. El apoyo de la opinión pública
ha sido avasalladoramente de apoyo a las acciones de las autodefensas.
Pocos han cuestionado el uso de armas de grueso calibre para defender a
sus comunidades y vieron con alegría cómo los liderados por el doctor
Mireles avanzaban tomando pueblos y ayudando a formar sus cuerpos de
autodefensa, hasta quedar a las puertas del bastión de los Caballeros
Templarios, Apatzingán, adonde el gobierno tuvo que enviar un fuerte
operativo conjunto de elementos del Ejército y Policía Federal, para
“restablecer el Estado de derecho”, como dicen en sus discursos los
políticos, como Miguel Ángel Osorio Chong, el secretario de Gobernación,
porque Enrique Peña Nieto se ha desaparecido en estos días de crisis
mayúscula.
No han alcanzado a notar los analistas que el caso Michoacán ha
demostrado que en este estado de cosas que suceden en nuestro país, al
pueblo mexicano ya no lo confrontan las armas, son invalidados los
argumentos de la ilegitimidad del uso de los artefactos de guerra (como
en el caso de las guerrillas, a las que les dicen, ceja levantada: “está
bien que protestes por la pobreza, pero con armas no”). Ahí hay una
lección que extraer, y no desechar todo porque sus esquemas cuadrados no
los dejan aceptar o bendecir la realidad. El apoyo popular en México ha
sido abrumadoramente a favor. Hasta a los intelectuales tomó en curva
esta situación.
Si el gobierno, como algunos afirman, fue quien armó a las
autodefensas y las toleró, y hoy no saben cómo desactivarlas, es muestra
de unos aprendices de brujo que son incapaces de controlar sus
creaciones: se les salió de las manos; si fue un alzamiento del cual el
gobierno no tuvo control inicial, y hoy, como se ve, no puede controlar a
cabalidad (con civiles desarmados asesinados por el Ejército en
Antúnez, incluida una niña de 11 años), es algo que puede contagiar a
otras comunidades a hacer lo mismo, a otros estados de la República: ya
vieron que un pueblo armado es invencible.
Ya soltaron al tigre de nuevo, ¿lo podrán volver a amarrar?
Ya soltaron al tigre de nuevo, ¿lo podrán volver a amarrar?
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