De la Editorial de la Jornada
Una vez estabilizados
los resultados del Programa de Resultados Electorales Preliminares
(PREP), del Instituto Nacional Electoral (INE), resulta pertinente
continuar la reflexión sobre algunas de las novedades que la votaciones
del domingo pasado introducen en la vida política del país.
El primer aspecto significativo es la disolución del modelo
tripartidista que había venido operando, con variaciones, desde finales
de los años 80 del siglo pasado, y que se consolidó tras la derrota del tricolor
en las elecciones legislativas y locales de 1997: PRI, PAN y PRD eran
las fuerzas dominantes y constituían los ejes en torno a los cuales se
conformaban alianzas con los institutos más pequeños: PT, Verde,
Convergencia (ahora rebautizado Movimiento Ciudadano) y otros que
tuvieron existencia fugaz. Esa división entre
grandes y pequeñosse vuelve insostenible a la luz de los resultados del comicio del domingo, en los que ningún instituto político consigue por sí mismo ni un tercio de los sufragios y en los que la diferencia entre la tercera y la cuarta fuerzas (PRD y Morena, respectivamente) se reduce a dos puntos porcentuales. Por otra parte, se reafirma el escenario legislativo que obliga a crear alianzas entre diversas fuerzas para obtener mayorías absolutas.
Otro dato a tener en cuenta es la inviabilidad de las candidaturas
independientes, tal y como fueron instituidas en la más reciente reforma
política. En efecto, la suma total de sufragios obtenida por
candidaturas de esa clase no superó el uno por ciento y la excepción que
confirma la regla es el caso del ex priísta Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco,
quien se impuso a Ivonne Álvarez por más del doble de los votos (49 a
24) en la contienda por la gubernatura de Nuevo León. A pesar del
entusiasmo local suscitado por su postulación y su campaña, cabe
recordar que El Bronco llega al cargo respaldado por un
poderoso grupo empresarial y mediático y por sectores priístas locales
que se sintieron defraudados por la postulación de Álvarez.
Un aspecto más digno de mención es la activa campaña por la
anulación del voto que, a pesar de su estridencia, no logró inducir un
incremento en los sufragios anulados: 5.41 por ciento en 2009 frente a
4.88 por ciento en este año.
De ello puede inferirse que buena parte del millón 800 mil votos
anulados obedeció a circunstancias accidentales y a errores
involuntarios de los votantes, y no necesariamente a una respuesta
positiva a los exhortos anulistas.
Para finalizar, debe constatarse que, como suele suceder en las
elecciones legislativas intermedias en el país, en la elección pasada
fueron más los ciudadanos que se abstuvieron de sufragar que los que
fueron a las urnas. El indicador de participación ciudadana (47 por
ciento) se mantuvo prácticamente estable con respecto a 2009 (44.6) y
ello habla de la distancia y la apatía que la vida republicana suscita
entre la población. Se trata de un fenómeno preocupante provocado, sin
duda, por la apatía y la distancia que la mayor parte de la clase
política exhibe, a su vez, con respecto al gravísimo panorama económico y
de inseguridad, impunidad y desigualdad que afecta a la sociedad.
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