julio 10, 2015
- 20:41h
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Ciudad de México, 10 de julio (SinEmbargo).- El “boom” del fracking
en México puede estar más cerca de lo que se piensa. Numerosos pozos son
perforados ya en México, dice hoy un análisis del portal estadounidense
especializado en energía OilPrice y firmado por Michael McDonald, doctor en finanzas.
De hecho, de acuerdo con la información dada a conocer, Coahuila,
Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz ya están
desarrollando fracking. Los estados que más pozos tienen ya en
funcionamiento son Veracruz, con 349, y Puebla, 233. Le sigue Nuevo León
con 182 y luego el resto.
Como era de esperarse, dice OilPrice, dado el estado de los
precios del petróleo y los recursos que México tiene a su disposición,
hasta el momento el fracking aparece concentrado en el gas natural, en
lugar del crudo.
De acuerdo con datos de la organización no gubernamental
Cartocrítica, el fracking se está expandiendo en silencio en México, de
forma no regulada y envuelto en la opacidad.
La organización asegura que al menos 924 pozos han sido perforados en
seis de los 32 estados del país, incluyendo 349 de ellos en Veracruz.
Pero en 2010, el estudio “Proyecto Petróleo Terciario del Golfo.
Recomendaciones y primera revisión”, realizado por la Secretaría de
Energía (SENER) y la Comisión Nacional de Hidrocarburos situaron el
número de pozos perforados mediante la técnica de fracking en mil 323
tan sólo en Veracruz y el estado de Puebla.
En el estado nororiental de Tamaulipas se han perforado 100 pozos, de
acuerdo con Ruth Roux, director del Centro de Investigaciones Sociales
de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT). Además, se encontró que
los agricultores que han cedidos terrenos para fracking, no sabían nada
acerca de la técnica o de sus efectos.
Cada pozo requiere de nueve a 29 millones de litros de agua. Y el
fracking utiliza 750 sustancias químicas diferentes, algunos de los
cuales son perjudiciales para la salud y el medio ambiente, de acuerdo
con las organizaciones ambientales y académicos en los Estados Unidos.
La Administración de Información de Energía de Estados Unidos (EIA)
puso a México en el sexto lugar en el mundo para extraer gas shale (o
gas de esquisto, gas pizarra), técnicamente recuperable, por detrás de
China, Argentina, Argelia, Estados Unidos y Canadá, con base en el
análisis de 137 depósitos en 42 países.
La industria considera que el desarrollo del gas shale es
estratégicamente necesaria para mantener los niveles de producción, que
en abril se situó en 6.2 mil millones de pies cúbicos por día.
Por el año 2026, según las proyecciones de Pemex, el país estará
produciendo 11 mil millones de pies cúbicos de gas, el 45 por ciento de
los cuales provienen de los depósitos no convencionales. Pemex ha
identificado cinco cuencas ricas en gas shale en 11 estados.
El problema es que la mayoría de la población desconoce el tema, no
sabe lo que es el fracking y existe poca preocupación por el tema porque
todavía no es visible, debido a que falta mucha información al
respecto.
De acuerdo con datos de la Alianza Mexicana contra el fracking el
petróleo y gas natural que se encuentran atrapados en los poros de
formaciones rocosas poco permeables denominadas lutitas bituminosas
situadas en el subsuelo. Suelen encontrase a profundidades de entre mil y
cinco mil metros.
Debido a la baja permeabilidad de las lutitas, la extracción de los
hidrocarburos requiere la utilización de la fracturación hidráulica o
fracking. Esta técnica parte de la perforación de un pozo vertical hasta
alcanzar la formación que contiene gas o petróleo. Seguidamente, se
realizan una serie de perforaciones horizontales en la lutita, que
pueden extenderse por varios kilómetros en diversas direcciones.
A través de estos pozos horizontales se fractura la roca con la
inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada
presión que fuerza el flujo y salida de los hidrocarburos de los poros.
Pero este flujo disminuye muy pronto, por lo cual es necesario perforar
nuevos pozos para mantener la producción de los yacimientos. Por este
motivo, la fracturación hidráulica conlleva la ocupación de vastas
extensiones de territorio.
LOS INVERSIONISTAS
A pesar de que las consecuencias de la debacle griega sigue
“martillando” los precios del petróleo, los inversores deben de estar en
la búsqueda de oportunidades de futuro de la industria, afirma
McDonald.
Para ello México es un país que ha generado un gran interés entre las
empresas de energía y los inversores, indica el análisis. “Ahora, como
vecino del sur de los Estados Unidos se mueve para dar un nuevo impulso a
su industria energética, los avances tecnológicos estadounidenses
parecen estar moviéndose hacia el sur”.
“El punto importante es que el uso de la tecnología a gran escala
sugiere una nueva oportunidad para los inversores”, afirma el análisis.
El fracking requiere un conjunto muy especializado de habilidades y
un gasto de capital consistentemente significativo, dadas las tasas de
declive sustancial en esos pozos.
Esto, combinado con las nuevas necesidades de infraestructura, crea
algunas posibilidades interesantes para las ganancias en las empresas en
el espacio, señala el portal especializado OilPrice.
Sin embargo, el fracking en México es un tema muy
controvertido, al igual que la reforma del sector energético. La escasez
de agua en México, por ejemplo, puede limitar la capacidad del país
para participar en fracking a largo plazo.
En muchos aspectos, estos desafíos crean oportunidades para empresas
como Halliburton y Schlumberger, las cuales tienen ventajas técnicas
sobre los operadores más pequeños, señala el análisis de McDonald.
Del mismo modo las oportunidades para el fracking en alta mar en el
Golfo de México, una hazaña tecnológicamente desafiante, ofrece también
nuevas oportunidades de negocio para las grandes empresas de servicios.
La industria del petróleo y gas en México está dominado por el
gigante estatal Petróleos Mexicanos, y mientras que el Estado puede
renunciar a un cierto control sobre la industria, los inversores no
deben esperar que el dominio de Pemex en el mercado vaya a “evaporarse”
del día a la noche, asegura OilPrice.
Pemex parece estar muy interesado en oportunidades de fracking, pero
con potenciales manifestaciones dadas las preocupaciones ambientales y
la escasez de agua locales, la compañía está limitando su participación
en este aspecto, indica el análisis.
“Además, los socios locales que entienden el país y que tienen influencia política, serán la clave para cualquier proyecto de inversión. Por esa razón, los principales administradores como HAL SLB son buenas opciones”.
Del mismo modo, Kansas City Southern (KSU) es una empresa que se
encuentra muy bien posicionada para beneficiarse de una economía
mexicana “mejorada”, sobre todo en el sector energético.
Los beneficios de los ferrocarriles que la empresa posee, más del
aumento del comercio entre el norte y el sur, aunado a cualquier aumento
de la producción petrolera mexicana, probablemente conducirá a una
mayor movimiento de crudo a través de las vías ferroviarias.
Además, cualquier aumento dramático en la producción de gas natural
como consecuencia del fracking probablemente daría lugar a necesidades
de importación de infraestructura importantes para México, y una mayor
producción de manufacturas en todo el país, asegura OilPrice en su análisis.
Blackrock, Goldman Sachs, y alternativas potenciales como Blackstone
(BX) y Apolo (APO), pueden llegar a ser importantes inversores en
grandes proyectos energéticos en todo el país durante los próximos años,
asegura el portal especializado.
IMPACTOS SOCIOAMBIENTALES
La fracturación de un solo pozo requiere entre 9 y 29 millones de
litros de agua. El ritmo de explotación anual de 9 mil nuevos pozos en
Estados Unidos que se pretende exportar a México supondría un volumen de
agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico
(100lts/pers/día) de entre 1.8 y 7.2 millones de personas en un año.
Ello acarreará la disminución de la cantidad de agua disponible, lo
que pondría en peligro los ecosistemas y la realización del derecho
humano al agua y a la alimentación en estados como Coahuila, Nuevo León y
Tamaulipas, regiones donde esta actividad ya se está realizando, la
disponibilidad de agua es limitada al tratarse de regiones con alto
estrés hídrico (donde la demanda es mayor a la disponibilidad).
En Estados Unidos existen más de 1,000 casos documentados de
contaminación de fuentes de agua relacionados con el uso de la
fracturación hidráulica. Se han identificado 750 tipos diferentes de
productos químicos en los fluidos de fracturación analizados, entre
ellos sustancias de gran toxicidad como el metanol, benceno, tolueno,
etilbenceno y xileno.
Además, el agua de desecho conocida como agua de retorno no sólo
contiene los químicos y la arena que originalmente se introdujeron, sino
también metales pesados, hidrocarburos e incluso materiales
radioactivos, como el radón, que se encuentran en el subsuelo.
A la fecha, no existe tratamiento efectivo para la misma, dejando el
agua inutilizable para otros usos y fuera del ciclo hidrológico. Para su
manejo se busca aislarla e inyectarla en pozos letrina, pero no es una
solución ya que se ha comprobado que estos pozos filtran y se han
contaminado acuíferos enteros (ejemplo: California, Estados Unidos).
Los expertos señalan que al menos 25 por ciento de las sustancias
utilizadas en las distintas mezclas de perforación pueden causar cáncer y
mutaciones, 37 por ciento afectar al sistema endocrino, 40 por ciento
provocar alergias y 50 por ciento dañar el sistema nervioso. Los pozos
de agua potable que abastecen a la población situados en cercanías de
las zonas donde se aplica la fracturación hidráulica tienen altos
niveles de metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas.
Por otro lado, la población que habita cerca de los pozos tiene 66
por ciento de probabilidad de padecer cáncer asociado a la contaminación
atmosférica. Igualmente, la toxicidad y los riesgos de accidentes
asociados a esta actividad repercute en la salud y la vida de las y los
trabajadores de la industria.
El 90 por ciento de las emisiones en el proceso de obtención del gas
es metano (CH4), aunque también se emite dióxido de azufre (SO2), óxido
de nitrógeno (NO) y compuestos orgánicos volátiles. Aunque la quema del
gas natural emite menos dióxido de carbono (CO2) que otros
hidrocarburos, el proceso completo de su explotación contribuye en mayor
medida a la aceleración del cambio climático debido a las fugas de
metano producidas durante su extracción.
Estas emisiones pueden alcanzar 8 por ciento de la producción total
de un pozo, es decir, 30 por ciento más que en los proyectos de gas
convencionales. El metano es un gas de efecto invernadero con un
potencial de calentamiento 25 veces superior al CO2 en el corto plazo,
por lo que en 20 años el impacto de la extracción de gas de lutitas
sobre el cambio climático puede superar en 20 por ciento el del carbón.
Debido al deterioro ambiental que provoca, la explotación del gas de
lutitas es incompatible con otras actividades económicas como la
ganadería, la agricultura y el turismo. A ello se suma el deterioro de
la infraestructura carretera por el impacto de los 250 viajes diarios
por pozo de camiones de gran tonelaje, así como la proliferación de
sismos que se ha vinculado al efecto que tienen los pozos letrina en las
placas tectónicas. Todo ello afecta calidad de vida, salud y
tranquilidad de las poblaciones.
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