Foto: Xinhua
Ya se esperaba, después de varias amenazas y
diversos reportes de inteligencia, el horror llegó de nuevo a occidente.
Se esperaba en Francia, fue en París. En años pasados lo fue Nueva York (11S), Madrid y Londres, recientemente en Túnez, Egipto, Turquía y Líbano.
En las últimas semanas se han atacado a rusos en Egipto (más de 220
muertos en presunto ataque a un avión), una marcha por la paz en Turquía
(cerca de 100 víctimas), a chiítas en Líbano (más de 40 muertos) y
ahora fue París (más de 120 asesinados, la cifra podrá crecer), todos
ellos enemigos frontales del autodenominado Estado islámico (EI).
La conmoción global llegó hasta que la violencia tocó occidente,
puede no ser moralmente aceptado pero es normal que los medios se
centren en lo noticioso, lo cercano, aquello que sale de la norma. No se
trata de una clasificación de víctimas en importantes y menos
importantes, los medios no son historiadores, ni autoridades morales, ni
jueces, tienen otra función. Igualmente, nosotros que vivimos y nos
informamos, primordialmente, por medios de comunicación occidentales,
sentimos mayor preocupación y empatía por lo cercano, lo que nos puede
afectar, lo que conocemos; es normal, es humano.
Lo ocurrido el 13 de noviembre (13N) en París es mucho más que un acto terrorista, es una declaración y llamado a la guerra. Su
objetivo no era, y no es, solo generar terror y atraer adeptos, como
suelen ser los ataques terroristas tradicionales, sino llevar la guerra a
distintas trincheras, globalizar el enfrentamiento, estamos
ante nuevas formas de hacer la guerra. El EI se sabe inferior
militarmente a las potencias que lo atacan, también sabe que su única
oportunidad de alcanzar sus objetivos criminales de asesinar a todos
aquellos contrarios a su pervertida idea religiosa es haciendo un
llamado a sus seguidores a realizar actos como el de París. No hay
reivindicaciones políticas, sociales o económicas como lo suele haber en
otros actos terroristas, se trata de violencia criminal, violencia
genocida. El 13N es un acto de guerra, un llamado a la multiplicación de
atentados y las guerras civiles por todo occidente, una apuesta por
elevar el conflicto. El mundo no fue el mismo después del 11S y no lo
será después del 13N, aún desconocemos qué y cómo cambiará.
Los atentados presentaron un salto importante en la coordinación y
capacidades (armas automáticas AK-47 y bombas), se parece más al 11S que
al atentado contra el semanario Charlie Hebdo, ya no se trata de “lobos
solitarios”. Incluso parte del plan era que una de las personas que se
estalló fuera del Estadio de Francia, lo hiciera dentro, traía boleto
para el partido. De haberlo conseguido, el atentado hubiera sido
transmitido en vivo a casi todo el mundo que veía el partido entre las
selecciones de Francia y Alemania, el golpe era brutal. El mensaje quedó
claro: “su forma de vida no seguirá igual”, “la guerra no es solo en
Medio oriente”.
Es central saber quiénes, cómo y por qué llevaron a cabo este
atentado. Las opciones son tres, el atentado fue perpetrado por personas
entrenadas y coordinadas por el EI en Siria o Irak, se trata de células
que recibieron entrenamiento por parte del EI pero que actuaron de
manera independiente o son grupos que simpatizan con el EI y actuaron
por voluntad propia. Lo más probable es que se trate del segundo
supuesto, las investigaciones que se llevan a cabo aclararán este punto.
Se pueden esperar varios escenarios. El miedo hará que los
discursos nacionalistas, que ya preocupan en EUA y Europa, suban de tono
y la ultra derecha gane más adeptos. El proyecto de fronteras
abiertas de la Unión Europea se tambalea, el tema de seguridad hará que
se incrementen las medidas de protección; la crisis de refugiados
enfrenta su peor momento, varias voces se niegan a recibir refugiados
sirios al representar una posible “amenaza”, difícilmente se entenderá
que los refugiados huyen del mismo horror que ahora golpeó París; la
discriminación contra población musulmana crecerá y hará más difícil su
integración, alimentando un círculo vicioso en el que se aumenta la
posibilidad de radicalización de parte de algunos de sus miembros; se
dan los primeros pasos para retomar el falso debate entre seguridad vs
libertades, la vigilancia por parte de los Estados crecerá, incluso en
los medios digitales. La presencia más activa por parte de occidente en
el conflicto sirio crecerá la tensión, ya preocupante hoy, que se tiene
con Rusia, ambos enemigos del EI pero con distintos aliados.
Otro tema que ha generado mucha polémica es el uso de la fuerza. Sí,
occidente es responsable histórico en esta región, desde la conformación
de las actuales fronteras, fallidas en su mayoría, hasta la intromisión
en exceso. Sin embargo, no es el único responsable del crecimiento del
fundamentalismo, éste tiene sus propios canales y procesos históricos
que llevan, dentro del islam, a que ciertos sectores minoritarios
simpaticen con ideologías extremas, imposible hacer un análisis profundo
de este tema en tan corto espacio. Evidentemente no se podrá acabar con
el terrorismo a través de la fuerza, más bien esta favorece a grupos
violentos, como cualquier otra ideología debe ser combatida con ideas,
las ideas de libertades e igualdad de occidente, y hechos concretos que
favorezcan la paz. Se debe trabajar a mediano y largo plazo en la
integración de minorías en países occidentales, detener la violencia en
los lugares en que se originan estos movimientos, se deben promover
gobiernos sólidos, sociedades sin marginación, libertad de expresión y
posibilidades reales de acceso a la información, niveles adecuados de
educación y estado de derecho, entre muchas otras. Evidentemente esto
toma mucho tiempo, ya vamos tarde.
Sin embargo, la violencia es necesaria para derrotar en su terreno a este grupo criminal.
El conflicto en Siria va para 5 años, cientos de miles de muertos,
millones de refugiados y desplazados, mientras las potencias discuten y
se pelean el tablero. Mucho se ha criticado la inacción de Naciones
Unidas, particularmente el Consejo de Seguridad, por su pasividad. Han
tolerado el uso de armas químicas y violaciones sistemáticas al derecho
internacional humanitario. La obligación internacional se da en evitar
conflictos y proteger la vida de las personas, eso no se podrá hacer si
no se resuelven las diferencias entre occidente y Rusia, pero sea
cualquiera el caso, se debe derrotar militarmente a este grupo, no hay
alternativa. La violencia debe ser utilizada de manera racional y
coordinada, lo realizado hasta hoy no presenta grandes avances.
Occidente enfrenta a sus propios demonios si en realidad
pretende acabar con este tipo de violencia que parece ser la norma del
Siglo XXI. Se ve obligado a replantear los modelos económicos y
políticos, los actuales siguen generando, cada vez más, marginación y
violencia. Es sabido que el EI se financia por la venta de petróleo,
recibe o ha recibido apoyo de países sunitas poderosos (Arabia Saudita,
Qatar y Emiratos), vende patrimonio cultural histórico (no solo se
destruye, parte va al mercado de arqueología, legal e ilegal), ¿quiénes
y por qué lo permiten? El mercado de armas sigue siendo un gran
negocio, regulaciones estrictas a nivel internacional son necesarias,
¿están dispuestos a implementarlas? Es urgente reformar el Consejo de
Seguridad, ¿se podrá restringir, en casos de violencia grave, el derecho
de veto? ¿Podrán ampliarse los miembros del Consejo de Seguridad para
representar de mejor manera el mundo actual? ¿Estarán dispuestos, global
y regionalmente, a redefinir fronteras? Parece irremediable que esto
ocurra en Medio oriente y partes de África. ¿Estarán dispuestos a
renunciar a las multimillonarias sumas que manejan grupos criminales en
los sectores formales? Recientemente en el G-20 se comprometieron a
bloquear el dinero del terrorismo, ¿por qué no lo hacían desde antes?
En fin, París arroja más preguntas que respuestas. Occidente debe
replantearse varios aspectos centrales de la forma en que ha venido
operando, económica y políticamente, en las últimas décadas. Las
respuestas podrán dar luz a lo que veremos en el Siglo XXI, de mientras
la violencia continúa.
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