De La Jornada
Coautor
de la guerra sucia
Fue
soldado del tricolor y con el blanquiazul hizo buenas migas, sostiene
Blanche
Petrich
Domingo
22 de abril de 2012, p. 2
El
general retirado Mario Arturo Acosta Chaparro, asesinado el viernes, fue icono
de una generación de militares, policías y funcionarios que cometieron
desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y tortura en aras de una
política contrainsurgente de la cual ningún gobierno se ha deslindado aún,
desde la década de los sesenta hasta la fecha, con priístas o panistas por
igual, señala el presidente de la recién creada Comisión de la Verdad en
Guerrero, Nicomedes Fuentes García.
"De
las cabezas más visibles de ese autoritarismo manchado de sangre, quizá era el
último que quedaba vivo", anota.
Muchos
otros brazos ejecutores han muerto de viejos o por enfermedad: Francisco Quirós
Hermosillo, Francisco Sahagún Baca, Salomón Tanús, Miguel Nazar Haro y, en
Guerrero específicamente, Isidro Chiro Galeana, Wilfredo Castro Contreras, así
como Rubén Figueroa.
Fuentes
García, que en los años 60 pasó a la clandestinidad después de caer preso y se
sumó a la lucha en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, agrupación que en su
momento intentó integrarse al Partido de los Pobres, asegura que estas figuras
del Estado represivo “le deben mucho al país y tienen que ser investigadas post
mortem”.
La
penalista Pilar Noriega, también comisionada de este órgano constituido por el
Congreso de Guerrero, aclara que si bien una persona muerta no puede ser
juzgada, queda aún el recurso de la recuperación de la memoria histórica, que
"en casos como éste, en el que están involucrados incluso delitos de lesa
humanidad, es de vital importancia".
Foto
El
general Arturo Acosta Chaparro tras ser sometido a consejo de guerra, en
octubre de 2002Foto José Carlo González
De
ahí, agrega, que documentar los hechos delictivos en que intervinieron
represores como Acosta Chaparro y otros, y difundirlos, "es aún un proceso
pendiente que tiene que culminar, justamente para evitar que se repitan".
Otro
integrante de la Comisión de la Verdad, el ex rector de la Universidad de
Guerrero Enrique González Ruiz, recordó que Acosta, lo mismo que su jefe, el
general Quirós Hermosillo, fueron detenidos y juzgados –y a la postre
exonerados– en el fuero castrense por vínculos con el narcotráfico.
"Pero
también debieron haber sido juzgados por sus crímenes contra opositores y
ciudadanos inocentes, y eso nunca ocurrió", expuso.
Para
González Ruiz, el ex militar asesinado, quien se jactaba de haber servido al
país con sus prácticas genocidas, pudo vivir el resto de sus días impune frente
al sistema judicial "porque fue un soldado del PRI, pero también hizo
buenas migas con el PAN. Bajo gobiernos panistas su nombre fue reivindicado
después de salir de la prisión militar".
Señala
Fuentes García: "el Estado mexicano se pinta solo para garantizar la
impunidad de los delitos contra la humanidad de aquella época. Nunca hubo
voluntad política para hacer justicia, esclarecer los hechos o reparar el daño
a los familiares de las víctimas".
Sobre
la continuidad de la responsabilidad del Estado, Fuentes insiste que no es
atribuible sólo a los gobiernos que emanaron del PRI.
"Cuando
la alternancia, Vicente Fox generó esperanzas de que se podría transitar hacia
la justicia, pero no fue así. La Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y
Políticos del Pasado (Femospp) no produjo ningún resultado, ni siquiera para
arrojar luz sobre el paradero de los desaparecidos, mucho menos para resarcir
el daño a las familias de las víctimas."
A
su vez, González Ruiz puntualiza que las instituciones actuales "profesan
la misma doctrina, las mismas ideas de antes. Las nuevas generaciones de mandos
militares y policiacos son más elegantes, usan corbata y hasta fueron a las
universidades. Pero el fondo, un Estado estructuralmente represor en el que la
impunidad es la regla, no ha cambiado".
Sobre
los casos de desaparición forzada o ejecución extrajudicial en que Acosta
Chaparro pudiera haber tenido responsabilidad directa, no hay datos precisos.
Los números de víctimas en Guerrero varían según la fuente. Se habla de 600
desaparecidos; Eureka y Afadem tienen documentados 532; a la Femospp llegaron
730 casos.
Nicomedes
Fuentes sostiene: "el hecho mismo de que no se tenga una relación exacta
de las víctimas es parte de la tragedia y de la justicia pendiente".
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