De Zócalo Saltillo
Carmen Aristegui
Hasta ayer por la tarde llevaban 15 borradores. Dirigentes y
negociadores esperaban por la noche tener la última versión. Esperan
firmarlo el domingo 2 de diciembre a tan solo unas horas de la toma de
posesión.
Se trata del “Pacto por México” que cocinan las dirigencias de los tres
partidos políticos nacionales y el próximo gobierno de Enrique Peña
Nieto. Ante el fallido intento de firmarlo el jueves pasado en
Querétaro, se han abierto de capa –después de semanas de sigilo– para
decir que están en un punto de coincidencias suficiente como para
anunciar la próxima firma de este acuerdo nacional.
Han dicho que pretenden sacar a México de la actual dinámica de poder
que ha trastocado los principales ejes y nociones de una vida
democrática, impulsar crecimiento, competencia y atemperar la
desigualdad entre la población.
Con componentes en materia política, económica y social pretenden tomar
decisiones e impulsar reformas que lo mismo desmonten monopolios y
poderes fácticos, que la creación de un seguro de desempleo o dotar de
autonomía plena al IFAI.
En lo que parece ser el último borrador, de 38 cuartillas, al que se le
han quitado varios corchetes y eliminado el contenido de los mismos (lo
relativo, por ejemplo, a las reformas de los artículos 25, 27 y 28
constitucionales que permitirían a Pemex realizar “...contratos de
producción compartida o de riesgo y... multiplicar la exploración y
producción de hidrocarburos).
En el documento se describen decenas de temas y reformas que culminarán
en un texto final a cuyo título –“Pacto por México”– le acompaña la
frase “Por el desarrollo económico y el bienestar social con justicia y
paz”.
La parte más notable es la que alude a “poderes fácticos”, uno de los
puntos clave de la actual problemática nacional y cuyos aludidos pueden
maniobrar para impedir la firma o realización de dicho Pacto. Por ello
los promotores –como Gustavo Madero– afirman que la oportunidad de la
firma sólo durará por horas o días. No semanas o meses por los intereses
que se tocarán.
En la primera hoja, bajo el título “Visión”, se define el foco de la cuestión:
“La creciente influencia de poderes fácticos frecuentemente reta la vida
institucional del país y se constituyen en obstáculos para el
cumplimiento de las funciones del Estado mexicano. En ocasiones, esos
poderes obstruyen en la práctica el desarrollo nacional, como
consecuencia de la concentración de riqueza y poder social que está en
el núcleo de nuestra desigualdad. La tarea del Estado y de sus
instituciones...debe ser someter, con los instrumentos de la ley...los
intereses particulares que obstruyen el interés nacional”.
Al aludir a “poderes fácticos”, uno puede entender que se refieren a las
grandes televisoras, concentración de grupos económicos, monopolios y
poderes sindicales como el magisterial. Precisamente los que permitieron
la construcción y realización de la candidatura presidencial. De ahí lo
interesante de quienes están sentados a la mesa.
Dentro de las más de 100 medidas enunciadas destacan aquellas de las que
se esperaría mayor virulencia en la reacción. Por ejemplo, el párrafo
que anticipa la intervención directa para disolver monopolios y dividir
estructuras económicas: En la página 10 del último borrador se lee:
“...para determinar y sancionar posiciones dominantes de mercado en
todos los sectores de la economía, particularmente se le dotará a la CFC
de la facultad para la partición de monopolios...”. Una herramienta
utilizada en otras partes del mundo, y cuya aplicación ha ido acompañada
de grandes confrontaciones.
En el tema fiscal, encorchetado está en el borrador lo del régimen de
impuestos al consumo, pero acordado está “...eliminar el régimen de
consolidación fiscal”.
Para el tema magisterial declaran:
“Vamos a robustecer la autonomía de gestión de las escuelas” o “vamos a
establecer un sistema de concursos meritocráticos... Y el concurso de
plazas para directores, supervisores e inspectores”, con una clara
pretensión es disminuir el control del sindicato magisterial.
Los promotores y negociadores del Pacto afirman que el cumplimiento de
lo que acuerden y firmen permitirá recomponer la realidad nacional.
Tan han creído en ello que se han permitido evocar, para acentuar la
trascendencia de lo que estaría por llegar, al llamado Pacto de la
Moncloa, el histórico y fundacional acuerdo de la democracia española
que permitió enfrentar una situación económica difícil y, por supuesto,
la restitución de las más preciadas libertades canceladas en tiempos de
la dictadura.
Dice Gustavo Madero que les dijo Peña Nieto a los panistas: “Los voy a
sorprender”, y que ése fue el punto de arranque que puede derivar en
este Pacto nacional.
Veremos si tendremos o no a un émulo de Adolfo Suárez o si, por el
contrario, la idea naufraga ante el poder, inmenso, de los padrinos
identificables. La moneda está en el aire.
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