Aristegui: sin miedo al poder
Carmen Aristegui es la periodista más influyente de México. Sus
investigaciones —como la reciente sobre “La Casa Blanca”— han desatado
algunos de los escándalos más sonados de la política mexicana reciente y
han hecho trastabillar al gobierno del presidente Peña Nieto. Sus
enemigos han tratado de desprestigiarla con todo tipo de acusaciones,
pero no han logrado intimidarla. En esta entrevista habla sobre la
motivación principal de su trabajo, la pertinencia de preguntar al poder
y de cómo los periodistas deben crear zonas de riesgo que no se
traduzcan en censura y autocensura, sino en rigor y exigencia.
Texto de Wilbert Torre / Fotografías de Napoleón Habeica
"Mi trabajo tiene como autor principal y único al periodismo."
Carmen
Aristegui despierta todos los días a las 4:45 de la mañana y en el
celular revisa los mensajes de su equipo de editores y reporteros para
dos horas y quince minutos después, en el programa Primera Emisión
de MVS, estar preparada para preguntar, un ejercicio del que ha hecho
un hábito necesario y natural, casi tanto como dormir y comer. Si
encuentra algo urgente en el trayecto de su casa a la oficina, envía
mensajes a la redacción desde el auto.
Es
una tarde de enero en la Ciudad de México y en una sesión fotográfica,
entre una toma y la otra, como un tic imposible de controlar Aristegui
se asoma a la pantalla líquida para ver qué hay de nuevo, hasta que el
fotógrafo Napoleón Habeica logra quitárselo, al menos por unos minutos.
“Puede perder una mano, pero jamás el teléfono”, sonríe Daniel
Lizárraga, uno de sus colaboradores más próximos. La periodista más
influyente del país no va al cine y lee sólo unos cuantos libros cada
año por culpa del iPhone 5 negro que la mantiene informada de lo que
ocurre cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Sólo lo aparta
breves minutos cuando está reunida con sus colaboradores de
investigaciones especiales y debe concentrarse en las anotaciones hechas
en un pizarrón, en una oficina repleta de computadoras, periódicos y
carpetas que forman montañas irregulares de documentos. “Soy muy necia”,
dice de sí misma. “En casa, con la familia, de vacaciones, es muy
difícil que diga: me voy a desconectar. No voy a ver nada”. Se ha dicho
que es lesbiana, que sirve a los intereses de Carlos Slim, que es
promotora de Andrés Manuel López Obrador y la cabeza principal de una
conspiración contra la Presidencia de la República. Ella responde las
preguntas con esa sonrisa traviesa que contrasta con los
cuestionamientos afilados que todos los días parten de su boca diminuta
ante el micrófono.
—¿Cómo se asume Carmen Aristegui: periodista, conductora o comentarista?
—Soy periodista.
—¿Cuándo y cómo empezaste?
—Empecé
por ahí en el año 87. Era estudiante y uno no sabe a donde se conduce
su existencia. Estudiaba en la facultad de Ciencias Políticas y entré a
un programa de economía y finanzas, Monitor Financiero. Trabajaba
como asistente y abandoné un semestre porque no empataban mis horarios.
Después regresé a terminar. No es que te plantees de manera categórica
qué serás. Es la ruta de la vida. Vas, tropiezas, una piedra por aquí y
allá. El periodista es alguien que tiene como razón de ser y de vida
informar, dar noticias, tratar de capturar en términos de información y
debate público lo que a su juicio personal considera pertinente y de
interés para la sociedad. Ahí es donde entra el criterio profesional, la
valoración de las cosas. Mi perfil es uno y se inclina a los asuntos
político-sociales. Un periodista trata de abarcar todo lo que desde su
mirada profesional puede ser interesante, importante y pertinente. Un
periodista es aquel o aquella que está todo el tiempo observando cosas
para saber qué será más importante para el que lo ve, tratando de
adivinar dónde está el pulso de la sociedad.
—¿Cuál fue la primera crisis que te atrajo para cavar más allá de la superficie?
—Ese programa, Monitor Financiero, fue una experiencia fuerte. Era el boom bursátil
del 86 y había avidez por saber qué pasaba con la Bolsa Mexicana. Los
periodistas daban ideas, recomendaciones y alentaban al público en un
momento dorado de la actividad bursátil, y eso hacía que el programa se
convirtiera en algo útil. Luego vino una debacle fenomenal entre la
gente que había sido alentada y que había visto con fascinación la idea
de ganar dinero. Vino la tragedia de quienes habían vendido autos y
casas para ser partícipes de la fiesta. Como estudiante fue muy fuerte
ver un quiebre brutal sobre lo que se esperaba del trabajo de
comunicación de un programa y los reclamos de una parte de la sociedad.
Eso me dio un primer pulso sobre cuestiones que pueden surgir en la
sociedad. Junto a eso vinieron las elecciones, las reformas electorales,
el terremoto del 85. Vivía en la colonia Álamos, que tuvo daños
importantes, y personas muy cercanas perdieron la vida. Son sucesos
impactantes que construyen una mirada y un perfil.
Aristegui
llega a MVS a las 6:15, cuando ya empezó su programa con reportajes y
entrevistas grabadas. Siempre va de traje sastre obscuro, blusa holgada y
botas bajas, una vestimenta muy distinta a las camisas coloridas y las
faldas vaporosas, los aretes casi al hombro y el cabello largo de sus
años de periodista novata. Sube las escaleras y llega a la redacción con
el celular en una mano —siempre lo lleva en la mano— y en la otra una
síntesis de prensa que ya leyó y un altero de periódicos que revisa
antes de subir a cabina a las 6:45 para tomar el micrófono 15 minutos
después. Tiene una reputación de jefa dura y obsesiva. Son comunes sus
mensajes a editores y reporteros a las tres de la mañana, con peticiones
precisas. Si algo le molesta, puede llegar a alzar la voz. Entre ella y
sus colaboradores hay una especie de relación amor-odio. La admiran
tanto como se quejan de sus peticiones a-la-hora-que-sea, de los turnos
interminables, de salarios que no son siempre suficientes.
—Muchos
recuerdan el episodio del sugerido alcoholismo del ex presidente
Calderón. Hay una diferencia entre ese golpe, basado sólo en un dicho de
unos diputados, y las revelaciones de “La Casa Blanca”, una
investigación exhaustiva. ¿Qué cosas has debido revisar, corregir y
reforzar en tu trabajo? ¿Has sido inexacta o injusta?
—No diría que
me equivoqué en un asunto específico, no tendría ningún caso. No
pretendo vanagloriarme de no tener equivocaciones. Si dije un dato por
otro, no tengo problema en corregir y enmendar alguna imprecisión. Sobre
lo sucedido con el ex presidente Calderón y una investigación cabal
como la de La Casa Blanca, yo diría que ambos tienen su peso y
significado y de ninguno me arrepiento. En ambos me sostengo en lo dicho
y en lo hecho.
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