Claudio
X. González y la política
Luis
Hernández Navarro
A Claudio
X. González Guajardo, presidente de Mexicanos Primero, le gusta presentarse
como un empresario y activista social que lucha por elevar el nivel educativo
de los mexicanos. Su lema es ¡más educación, menos política!; sin embargo, su
actividad central es la política.
No es esa
su única contradicción. Se asume como representante de la sociedad civil, pero
aboga en favor del mundo empresarial. Pontifica desde el púlpito de una
supuesta superioridad moral ciudadana sobre políticos, maestros y
sindicalistas, pero impulsa una agenda claramente patronal. Presume ser garante
de lo público, pero invariablemente defiende intereses privados.
El
empresario asegura que ninguna reforma es más importante como la reforma
estructural educativa que requiere imperiosamente México. Pero, en nombre de
ella, se dedica a hacer grilla en favor de intereses ajenos a la enseñanza.
Su caso
es emblemático de cómo hacer de la filantropía un buen negocio y de la educación
una plataforma política. Un solo ejemplo: en julio de 2004, el diputado Omar
Ortega Álvarez denunció en tribuna la donación irregular de 44.7 millones de
pesos que la Lotería Nacional hizo a la Unión de Empresarios para la Tecnología
en la Educación (Unete), una de las organizaciones que González Guajardo
preside.
El 10 de
septiembre de 2012, el presidente de Mexicanos Primero demandó a Enrique Peña
Nieto realizar cuatro cambios en el terreno de la enseñanza.
El
primero consiste en recuperar la rectoría de la educación por parte del Estado.
“Con el arreglo político-corporativo actual –expresó–, no es posible abordar
las transformaciones necesarias.” Para lograrlo sugirió establecer la condición
de empleados de confianza a directores y supervisores. Si no se recuperan las
plazas, no se recupera la plaza, dijo.
La
segunda condición que exigió fue la profesionalización docente, con base en que
todas las plazas, y no únicamente las de nueva creación, se concursen;
asimismo, pidió instaurar la obligatoriedad legal de la evaluación universal de
maestros y desprender de ella consecuencias en la permanencia en el empleo.
El tercer
requisito fue dotar de mayor autonomía a las escuelas y mucha mayor
participación de los padres. Finalmente, pidió que en el siguiente Presupuesto
de Egresos no se contemplen recursos para cubrir las plazas sindicales.
Escasos
tres meses después, el Presidente propuso al Congreso una contrarreforma
educativa en la que incorporó muchos de los requerimientos hechos por el
empresario.
González
es un crítico feroz de la educación pública en México. Curiosamente recibe todo
tipo de honores de las instituciones escolares privadas auspiciadas por los
legionarios de Cristo, la orden fundada por el sacerdote mexicano Marcial
Maciel, acusado de cometer abusos sexuales contra menores, plagiar obras y
engendrar varios hijos, a pesar de sus votos de castidad. En 2006 le dieron la
Medalla Anáhuac en Educación, y seis años después el premio Impulsa al
Emprendedor Social de 2012.
Es
consejero de diversas asociaciones educativas de claro corte conservador, como
la Fundación Carolina, formada por el Partido Popular español, dedicada a
formar a las élites de la derecha de América Latina.
Apenas
hace unos días, González Guajardo, ex presidente de la Fundación Televisa, sumó
Mexicanos Primero a las voces que critican la nueva ley de amparo, reclamo
promovido por Televisa y el Consejo Coordinador Empresarial. Qué tiene que ver
la ley de amparo con la educación es un enigma. Lo que sí es claro es que la
reforma legal afecta intereses de Televisa, empresa de la que fue
vicepresidente corporativo.
Hijo de
Claudio X. González Laporte, uno de los más prominentes magnates del salinismo,
Claudio X. González júnior se ha desenvuelto profesionalmente en el mundo de la
política y los negocios de la caridad. Coordinador de asesores de Luis Téllez
durante la campaña presidencial de Ernesto Zedillo, en 1994, fue el jefe de
unidad de prospectiva y proyectos especiales de la Presidencia. Junto a
Fernando Landeros fundó organizaciones filantrópicas como Teletón, Lazos,
México Unido y Únete.
Una
entrevista que le hizo la revista Expansión en octubre de 2007 introdujo
la vocación por las cuestiones educativas del ex presidente de la Fundación
Televisa diciendo: “Los niños y jóvenes de escuelas públicas cada vez salen
peor preparados que los de la generación anterior... No saben leer, no saben
multiplicar, no recuerdan a los héroes patrios. Van mal en matemáticas, español,
ciencias y computación. Saben mucho de Chespirito pero nada de inglés...
¿Quién va a contratar a estos mexicanos pasivos que nunca aprendieron el valor
de pensar, discutir o investigar?”
El
empresario es un cruzado que mezcla en su guerra santa contra los maestros los
llamados de la fe y los negocios. En sus discursos clama, insistentemente, para
que se prendan hogueras purificadoras en contra del magisterio nacional. En
junio de 2011 llamó a cerrar las escuelas normales, porque hay muchas muy
mediocres y unas que son un hervidero de política y de grilla... ¿Cuándo nos
vamos a atrever a cerrar y a meter la lana a las que van a preparar a los
maestros del futuro de nuestro país? Y advirtió: Se va a requerir de mucha
voluntad y de mucho valor y de que nos aguantemos la turbulencia, porque sin
turbulencia no hay cambio.
Esos
llamados al valor rindieron frutos. El 12 de diciembre de 2011 fueron
asesinados por la policía, en Chilpancingo, Guerrero, los jóvenes normalistas
rurales Gabriel Echeverría y Jorge Alexis Herrera, cuando defendían su escuela.
El 15 de octubre de 2012, en Michoacán, policías estatales y federales
golpearon salvajemente y detuvieron a 176 normalistas rurales, y prendieron
fuego al estado.
No
contento con los frutos trágicos de sus proclamas, González Guajardo estuvo a
comienzos de febrero pasado en Michoacán para exigir mano dura contra el
magisterio de la entidad. Fausto Vallejo, gobernador del estado, tuvo que
frenarlo. Michoacán no puede aceptar calificativos, sólo razones y cifras, señaló
el mandatario.
Pero a
Claudio X. González le tiene sin cuidado que el país arda. Lo suyo es hacer
política en nombre de la enseñanza. Él sigue adelante con su prédica
denigratoria contra el magisterio y la educación pública. Sólo que, ahora, los
maestros se están hartando.
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