lunes, agosto 16, 2021

¡Sicarios SÍ, revolucionarios NO!

Jorge Salazar García.
Una razón por la que algunos jóvenes sienten fascinación por los narcotraficantes es que la parafernalia mediática los ha mostrado como estereotipos conductuales del éxito. Esta problemática, sin duda detectada por los gobiernos pasados y el actual, ha sido diagnosticada como grave por ambos pero abordada de manera radicalmente opuesta. El problema tiene consecuencias devastadoras para las víctimas, familiares y tejido social. Indudablemente, la responsabilidad principal de resolverla recae en la instituciones, aquellas heredadas del pasado neoliberal controladas todavía por la misma mafia político-económico cuya separación sigue pendiente. No basta que la ciudadanía demande derogar leyes y desmantelar las instituciones neoliberales (retóricamente mandadas al diablo por AMLO), garantes del robo y la impunidad, se requiere organización, unidad y movilización. De no hacerlo, el sistema de mercado, seguirá sembrando en la mente de los jóvenes los peores estereotipos yanquis del éxito que tanto daño, dolor y sufrimiento han causado en la sociedad. 
A las generaciones nacidas en el periodo comprendido entre 1982 a 2014 les fue fracturado su sentido comunitario, siendo transformados en dóciles presas de la explotación. Sobre todo aquellos jóvenes abandonados frente a la tv y demás medios digitales, desde los cuales se les condicionó psicológicamente para aceptar como paradigma de TRIUNFO la acumulación de dinero mal habido. De ningún modo puede culparse a los jóvenes por admirar a los narcotraficantes. ¿Cómo no admirarlos si desde la infancia le son enaltecidos por su audacia para enriquecerse y enfrentar la ley, sin que “nada les pase”?, ¿Cómo sentir orgullo por lo que se hace cuando el crimen tiene más reconocimiento social que el trabajo honrado? ¿Quién no se indigna por tener que trabajar 12 horas continuas, sin descanso, maltratado y sin prestaciones recibiendo un salario miserable?, ¿Qué joven rechazaría ingresar a la delincuencia ante la expectativa de, por ejemplo, adquirir una casa propia en uno o dos años en lugar de esperar 20 o 40 trabajando diariamente?
El sistema de mercado funciona así, estimulando la necesidad de reconocimiento y aceptación social que toda persona tiene, al mismo tiempo que excita el individualismo, la codicia y anula cualquier consideración moral. Por esa razón no es gratuita la profusa divulgación de historias sobre narcotraficantes a través de telenovelas, libros, videojuegos, películas, series, noticias y corridos. Muchos jóvenes quedan fascinados por esa vida ante la esperanza de rodearse de lujos, mujeres y poder, aunque queden atrapados dentro de ese mundo de violencia y drogadicción. ¿Quién puede juzgarlos? Seguramente nadie.
Para los negocios del espectáculo que hacen apología de esa forma de vida, estos jóvenes son bastante convenientes porque quedan con la conciencia adormecida lo que permite controlarlos y explotarlos, ya convertidos en sicarios o consumistas empedernidamente irracionales. Esa clase económica dueña de los medios del entretenimiento, información y producción, no condenará el narcotráfico ni la drogadicción pues en ellos tiene a sus mejores aliados. Prefiere fomentar el consumo de drogas entre los trabajadores que mejorar sus condiciones laborales debido a que producen estados de bienestar inmediato eliminando temporalmente la frustración e indignación. Lejos quedan de su mente los deseos por terminar con las condiciones de explotación padecidas. A los poderes antidemocráticos, de cualquier color, siempre les convendrá más la drogadicción a la revolución: la primera representa ganancias y estabilidad controlable; y la segunda, descontrol y pérdidas. ¡Vivan los sicarios, mueran los revolucionarios! podría ser el lema de quienes asociados política y económicamente lucran con el sufrimiento de la gente.
No hay duda; el capitalismo TODO lo transforma en PRODUCTO chatarra : destruye la salud del cuerpo y del alma; corrompe la comida, la cultura, los valores y la vida al mismo tiempo que glorifica la violencia y el abuso del poderoso.


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