lunes, julio 11, 2022

La sucesión presidencial y la Teoría del Péndulo.


Jorge Salazar García. 11/07/22
Hubo una época durante la cual la prensa no publicaba escritos críticos sobre el presidente, el ejército y la Virgen de Guadalupe, pues eran considerados una “Trilogía Sagrada”. Dicha censura protegía,  principalmente, al presidente y la Virgen, por ser popularmente venerados. La razón de esa veneración se sustentaba en la creencia de que ambas entidades podían  otorgar riqueza y bienestar a quien lo pidiera; por lo tanto, criticarlos significaba un sacrilegio. 
Naturalmente, los presidentes, alimentaban esa veneración que los inmunizaba para hacer lo que les viniera en gana. De esa manera prostituyeron la legitimidad de su autoridad; ya no rendían cuentas al electorado, sino a quienes les consentían se adjudicasen facultades extralegales, como aquella de heredar el trono. En aquel entonces, el poder del presidente era comparable con el atribuido a los Tlatoanis de la cosmovisión indígena. Daniel Cossío Villegas, en su libro “La Sucesión Presidencial”, (1975), expone cómo, empleando ese poder casi omnímodo, el presidente imponía a su sucesor.
La sucesión presidencial.
El porfirismo, además de heredar a Madero un ejército represor, legó  su manera autócrata (presidencialista), de ejercer el poder, después asimilada por el sistema de partido único, dominante en el siglo XX. Este proceso peculiar de nombrar al sucesor presidencial en México despertó el interés de los politólogos, propios y extraños, quienes identificaron los 5 momentos siguientes: dedazo, destape, cargada, elección y unción. Los primero tres ocurrían más o menos así: el presidente, antes de utilizar su dedo, checaba la caballada, sondeaba opiniones y consultaba a los poderes establecidos. Después, de entre varios prospectos, destapaba con bombo y platillo (cargada) al seleccionado. Los otros dos momentos simplemente legitimaban la voluntad del “Señor”. Con la alternancia política (PAN) y el fin del partido único, la nueva clase política, modificó ese procedimiento.
Teoría del Péndulo
En enero de 1939, Lázaro Cárdenas (1934-1940) destapó a tres generales para sucederlo: Fco. J. Múgica, Manuel Ávila Camacho y Rafael Sánchez Tapia, dando inicio a la leyenda del “tapado” y a la llamada “Teoría del Péndulo”. Esta teoría, planteada por el politólogo estadunidense Needler, (1970), compara el movimiento de la sucesión presidencial con el de un péndulo, pues ambos cuentan con dos extremos: de posición e ideológico, respectivamente. Con ella se intentaba explicar, porqué Cárdenas, siendo de izquierda, eligió a alguien de derecha. Se afirma que el Tata, teniendo a Fco. J. Mugica como sucesor natural, escogió a Manuel Ávila Camacho para contrarrestar al General Almazán, terminar con las revueltas y cuartelazos militares y dar paso a la era de la instituciones. Puede que si, puede que no; lo cierto es que, a partir de Ávila Camacho (1940-1946), aquella facultad exporfirista del “dedazo” se institucionalizó y comenzó a compartirse con el poder económico local para que el péndulo ya no regresara ni siquiera al centro.
Hasta el sexenio de López Mateos, (1958-1964) el péndulo se mantuvo equilibrado en el centro-derecha. Trágicamente para México, los sucesores Díaz Ordaz y Echeverría, agentes de la CIA, obedeciendo a sectores conservadores de los E.U.A., implementaron una guerra de exterminio contra los opositores de izquierda, deslizando el péndulo más a la derecha. Por esta razón, el PRI se fraccionó y relegó, definitivamente, su lema “Democracia y Justicia Social”. José López Portillo, después de fracasar en su afán por hacer valer ese lema, fue obligado a entregar el poder a los neoliberales, los cuales se consolidan partir de la imposición de Carlos Salinas de Gortari en 1988. En la parte escindida tiene su origen el actual presidente, quién ahora ha iniciado, prematuramente, un proceso de sucesión similar al de Cárdenas.
El partido de las corcholatas. 
Con la llegada de MORENA al poder, la gente esperaba que aquel péndulo, sólidamente anclado en la extrema derecha, se deslizara hacia la izquierda. Lamentablemente, el partido fue entregado a quienes combatió, frustrando esa esperanza. La mayoría de los 30 millones de mexicanos que votaron por él,  trasladando su confianza al Presidente López Obrador, esperan que éste mueva el péndulo a la izquierda o que al menos, no lo deslice más a la derecha. 
Muchos fundadores de MORENA ven a su partido secuestrado por corruptos, oportunistas y traidores. Otros, viven una dramática lucha fraticida, convenientemente alimentada por los dirigentes formales y funcionarios de todos los niveles. Es un espectacular drama canibalesco, amenizado por hipócritas llamados a la unidad provenientes de quienes han impedido la recuperación de la vida estatutaria. Este lamentable estado de “la Esperanza de México” ha generado, en militantes dignos, el dilema ético de obedecer o mandar al diablo a los dirigentes espurios subsidiados por diputados, senadores, gobernadores y presidentes municipales. Si obedecen apoyar a esos autócratas narcisistas, avalarán la antidemocracia que condenan; y si, se rebelan, serán marginados del partido e, incluso, expulsados. 
Tal vez la existencia de un partido sin órganos de gobierno, divido en tribus y dirigido por rufianes, haya obligado al presidente a recurrir a medidas de tipo presidencialista, pues, hoy como ayer, existe un tapado entre las corcholatas y está presente la tentación del dedazo. Los morenistas de cepa esperan que el destapado sea alguien realmente de izquierda, pero, al menos en este gallinero, no hay gallos con esa cresta. Por lo pronto, la sagaz acción presidencial ha agitado a la dirigencia espuria de MORENA y la de otros partidos, sirve para liberar presión en el gabinete, exhibe la parcialidad del INE y, sobre todo gana tiempo para la campaña de los corcholatas y sondear la inclinación de los poderes fácticos.
Mientras tanto, para disponer de activistas gratis y baratos en la campaña y estructura electoral, los dirigentes enviarán a sus operadores (esos sí, bien pagados) por todo el país convocando a la unidad en torno al presidente. En los hechos, los dos años de parloteo preelectoral venideros no dejarán espacio a la reflexión serena: dirigentes y bases sufrirán un estrangulamiento mental y moral paralizante. Las corcholatas, por su lado, padecerán también el efecto Pigmalión creyendo que, concentrando sus esfuerzos en satisfacer su expectativa de ser el siguiente Tlatoani, la harán realidad.
Por lo pronto, AMLO, tiene en jaque a Salinas de Gortari al reactivar investigaciones claves: el caso Colossio, Alito y el de Peña Nieto.


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