Jorge Salazar García.
Comenzar esta colaboración con la leyenda de Sísifo tiene dos pretensiones: describir el castigo impuesto a ese rey por causa de sus acciones y visualizar los aspectos básico de la filosofía del absurdo creada por Alberto Camus (1913-1960). Nos referimos aquí al absurdo, no en su significado común de “ilógico”, sino al filosófico que el premio nobel le atribuyó.
El mito de Sísifo.
El rey Sísifo, hijo del dios Éolo, gobernó déspota y cruelmente en Corinto. Lo mismo tiranizaba a sus gobernados que asesinaba y despojaba a los viajeros que pasaban por su territorio. Su astucia y sagacidad le llevaron a ganar el título de “el peor bribón del mundo”. Dicho monarca tenía de vecino al rey Autólico, quién le robaba parte de su rico rebaño empleando el poder que su padre Hermes, (dios de los viajeros y ladrones), le concedió de metamorfosear animales. Aunque Sísifo sospechaban de Autólico no podían probarle nada. Así que grabó en los cascos de sus reses el monograma SS (robado por Autólico) para seguir el rastro cuando fueran sustraídas. La estratagema resultó: siguiendo las huellas del ganado llegaron al establo de ¡Autólico! Mientras los testigos reconvenían al robavacas, Sísifo cobró venganza por mano propia: entró a la casa de Autólico y violó a su hija Antíclea dejándola embarazada de Ulises, quién resultó tan sagaz como su padre.
Otra de sus víctimas fue su hermano Salmoneo cuando éste sucedió a su Padre Éolo en el trono de Tesalia. Envidioso Sísifo preguntó al oráculo de Delfos qué hacer: «Engendra hijos con tu sobrina; ellos te vengarán», le contestó la pitonisa. Sísifo violó a Tiro, la hija de su hermano. La bella joven procreó dos niños pero los sacrificó por haber sido producto del odio y la venganza. Sísifo aprovechó la ocasión mostrando en el mercado los cadáveres de los infantes. Allí acusó a Salmoneo de incesto y asesinato logrando fuera desterrado de Tesalia.
La traición era su especialidad. En Corintio vivía la hermosísima Engina, hija de Asopo (dios fluvial). El garañón del Olimpo, Zeus, la raptó; se supone que con la ayuda de Sísifo. Éste negoció con el padre ofendido delatar a Zeus a cambio de un manantial eterno para la ciudad. Descubierto Zeus, tuvo que huir. Se cuenta que cuando estaba a punto de ser alcanzado se convirtió en una gigantesca roca redonda, logrando escapar de Asopo. Zeus, buscando venganza, ordenó a su hermano Hades, dios del inframundo, abdujera a Sísifo para castigarlo. Eso hubiera ocurrido de no ser por la astucia de Sísifo quién de algún modo convenció a la Muerte probarse unas esposas con las cuales lo apresó. Durante los días que Hades estuvo atrapado en la casa de Sísifo nadie murió; hasta “los decapitados o descuartizados” permanecían vivos. Alarmado, Ares, el dios de la guerra, acudió presto a liberar a Hades. Lo logró pero Sísifo no fue castigado. No obstante, sabiéndose perseguido por la Muerte, concibió burlarla otra vez ordenando a su esposa que no lo sepultara cuando muriera. Después de esto fue recapturado y llevado al inframundo donde pidió a Perséfone, esposa de Hades, lo diera 3 días para arreglar su sepelio. Una vez libre escapó, burlando por segunda ocasión a la Muerte.
Pero como nadie es eterno, su ciclo vital terminó. Desempolvaron el asunto, llamaron a Hermes y lo hizo comparecer al anciano Sísifo en el tribunal del Tártaro y los jueces le impusieron el siguiente castigo: empujar una roca, similar al disfraz de Zeus, por una colina tan empinada que, sin importar el esfuerzo empleado, inevitablemente siempre se precipitaba poco antes de alcanzar la cima. Dicha pena da a entender la inutilidad de cualquier esfuerzo por escapar de la muerte.
Albert Camus, en su obra “El mito de Sísifo” (1942), dice del rey: “Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada”. He aquí el origen del absurdo entendido como el tormento de experimentar la inútil búsqueda de un sentido donde no lo hay. La acción repetitiva, buscando un significado o propósito externo, está destinada al fracaso absoluto pues no existe fuera del hombre. El absurdo nace, afirma Camus, del choque de la necesidad innata de dar sentido a la existencia con la irracionalidad del Universo. Generalmente, para escapar de este sinsentido, inconscientemente nos refugiamos en la esperanza de un mañana que nunca llega. En algún momento, al sentir la monotonía y vacío de nuestros actos ejecutados por tradición, costumbre o inercia nos cuestionamos , ¿para qué… si de cualquier modo, todo lo que haga terminará con la muerte?
El absurdismo
Camus eligió como modelos absurdistas a obreros, guerreros, actores y Don Juanes. Cada cual, terminando una jornada, ganando una batalla, representando un papel y conquistando una chica, respectivamente, experimenta la irrelevancia de sus actos y la ausencia de “sentido vital integral”. El sinsentido se deriva de nuestra impotencia para contestar satisfactoriamente las preguntas existenciales y comprender nuestra mortalidad e irrelevante insignificancia. Podría pensarse que Camus convoca a la resignación y al pesimismo. No es así, al contrario, los combate pues descubre que mediante el suicidio, salto de fe y la aceptación pude afrontarse el absurdo,.
Suicidio
Plantea que si el problema radica en la toma de conciencia sobre la fugacidad e irrelevancia de vivir, lo lógico es suprimir la causa: la vida. El problema es que suicidarse es aceptar que no vale la pena vivir, lo cual es falso, pues a cada instante, el cuerpo y el espíritu impulsan la vida. “Matarse es aceptar que la vida nos supera”. Y esto encierra una contradicción, huimos hacia la nada para escapar de ella.
Salto de fe
Esta salida llamada “suicidio filosófico” consiste en adoptar un sistema de creencias religiosas o espirituales que justifiquen la existencia dándole un sentido vital divino, trascendente y absoluto. Es viable ya que trasciende el absurdo apaciguando nuestras angustias inmanentes.
Aceptación.
De acuerdo con el autor, lo más pertinente es encarnar el absurdo aceptándolo y transformando en regla de vida lo que antes invitaba a la muerte. Sísifo lo hace cuando desciende de la montaña. Para empezar de nuevo, acepta su tragedia sin victimizarse. No se resigna aún sabiendo que su esfuerzo será vano; tampoco ruega perdón a los dioses ni intenta justificar su castigo. Consecuentemente lo único que le queda es aceptar su pena. Al hacerlo nulifica la esencia del castigo, que era preguntarse cada día la razón de su condición. Al descubrir la VERDAD, el castigo deja de serlo porque lo disfruta.
De lo anterior se desprenden tres consecuencias: la Rebeldía, la Pasión y la Libertad.
Con la Rebeldía debe cuestionarse al mundo cada segundo. Es esa rebeldía que otorga a la vida su precio y grandeza, exalta la inteligencia y el orgullo del hombre que se atreve luchar contra una realidad que lo supera. Su única verdad es el desafío y su decisión diaria más importante es no matarse, dice Camus.
Dado que la Pasión es un sentimiento vehemente, facilita la acción, desinhibe y posibilita vivir con intensidad la mayor cantidad posible de experiencias PRESENTES, sustrayéndonos del pasado y de un futuro ilusorio. La pasión potencia el poder del ahora extrayéndole todo el jugo a la vida.
La Libertad
No obstante actuar conforme a los hábitos y costumbres sociales, generalmente vivimos con la sensación de ser libres y tener un propósito. Esa libertad será real sólo asumiendo nuestro destino con responsabilidad creando un sentido vital propio en lugar de buscarlo afuera. Quienes han creído tener un propósito superior impuesto por el Estado o la Religión, según el yogui indio Sadhguru Jaggi han cometido los más atroces crímenes. Esta postura arrogante, narcisista e inverosímil ha causado muchos suicidios de jóvenes que perdieron la voluntad de vivir por no cumplir con el propósito que les impusieron.
¿Lo anterior significa que debemos olvidarnos de los propósitos? Por supuesto que no. Proponerse metas es sano siempre y cuando no sacrifiquemos el AHORA ni inflijamos sufrimiento a los demás o destruyamos lo que nos rodea para conseguirlas. El reto es entender que sólo desde nuestro interior puede provenir ese propósito vital capaz de hacer más llevadera la existencia. El propósito externo, no libera, esclaviza.
Concluyendo, si nadie tiene respuestas existenciales absolutas y es imposible vivir verdaderamente fuera del presente es lógico entonces disponerse a disfrutar la mayor cantidad de experiencias positivas anclados en el AHORA, desarrollando al máximo nuestras capacidades, aún en la más simple, rutinaria o desagradable de las tareas.
Debe entenderse que no hay felicidad sin sufrimiento, alegría sin tristeza y que vivir con sentido es darle significado a lo que hacemos conscientemente cada día. Cada quién decide si las penas, dolores y fracasos, que todos padecemos inevitablemente, anulen la oportunidad cósmica de VIVIR con plenitud.
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