El dolor silencioso es el más funesto*
Jorge Salazar García. 12/11/23
Nadie, aún con mínima objetividad informativa, podría negar que AMLO es una persona culta. Entre sus lecturas debe tener preferencia por la filosofía, la poesía, la política, la economía y la Historia. De esta última ha dado muestras de poseer conocimientos detallados. Frecuentemente cita pasajes, personajes, anécdotas y fechas, no sólo nacionales, sino también sobre el resto del mundo. Su producción escrita así lo constata. Tomando en cuenta lo anterior se hará un breve análisis del papel que las fuerzas armadas (FA) están desempeñando en el régimen de la 4T.
Sin duda, en este asunto, el ejecutivo ha actuado conforme a las facultades que la Constitución le otorga. De eso ha dado cuenta desde la mañanera. La pregunta a plantearse, y cuya respuesta debiera responderse sin radicalismos, es ¿Qué hizo cambiar al presidente su promesa de que en seis meses regresaría al ejército a sus cuarteles?
La respuesta obvia, no por ello cierta del todo, es que la grave crisis de inseguridad y profunda corrupción en las instituciones le impusieron la necesidad de recurrir a las FA. De paso daba mayor viabilidad a su proyecto de gobierno, al menos durante su sexenio. Al no poder prescindir de la clase política neoliberal ni contar con un partido de estructuras sólidas y definidas tuvo que desistir de aquella promesa e, incluso, ampliar la militarización de la Nación. Él no militarizó al país, ya lo estaba antes del 2018. Lo innegable es que aumentó las funciones civiles e incrementó el presupuesto y privilegios a las FA. Aún sabiendo que han sido fieles reproductores de los manuales contrainsurgentes del pentágono, enfocados a proteger los intereses de los Estados Unidos, no hizo ninguna purga en su interior.
Lo más probable es que haya convenido con elementos militares “nacionalista” perdonar a quienes eran “una muestra inequívoca de la descomposición del régimen ”(AMLO dixit) con la finalidad de disuadirlos de dar un golpe militar financiado por la derecha contra la 4T. No ignora las felonías enfocadas en detener o disminuir los privilegios de los poderosos. Victoriano Huerta y Augusto Pinochet, esbirros de los norteamericanos son dos casos emblemáticos en la Historia.
Se dice que las FA mexicanas son institucionalmente leales al comandante supremo, independientemente de su color. Pero hablando de las cúpulas militares es claro que han sido eficientes guardianes del modelo de mercado impuesto por EUA. Es muy probable que AMLO haya logrado convencer a Washington y a sus alfiles militares dentro del país que él podía contener al tigre agraviado por el neoliberalismo.
Hasta el momento la estrategia de AMLO ha funcionado y, aunque la inseguridad lacera a millones de mexicanos, las variables macroeconómicas se han mantenido estables trayendo un crecimiento económico y una disminución de la pobreza extrema significativas. No obstante, los nubarrones asoman ya en el horizonte; tanto el corrupto poder judicial, los dueños de los medios (salvo sus excepciones) y la extrema derecha se reagrupan y, paralelamente, los generales también lo hacen.
Sobre el cambio de postura del Presidente respecto a las FA, el 20 de agosto último, dijo: “Agradezco mucho a las Fuerzas Armadas porque, aunque soy el comandante supremo de ellas, podría yo estar dando indicaciones y ellos haciendo otra cosa. ¿Por qué tiene que ratificar lo obvio, lo constitucional?, ¿Vive auto-secuestrado el presidente?; ¿Por ello dejó de construir los comités populares y permitió se Salinizara MORENA?, ¿Por eso no separó el poder económico del político?, ¿Por esa razón no proceso a ningún expresidente neoliberal?, ¿Por eso no tocó las estructuras corporativas de los trabajadores?, ¿Tal es la causa por la que el ejército no entregará toda la información sobre Ayotzinapa ni del 2 de octubre?
Una señal de la alianza de AMLO con la élite militar se desprende del trato público dispensado al secretario de la defensa de Peña Nieto, general Salvador Cienfuegos (SC) a quién había considerado “una muestra de la descomposición” del poder. Después de ser arrestado en EUA por narcotráfico (agosto, 2020), además de intervenir para librarlo del juicio, lo exoneró de ser investigado en México por ligas con el narcotráfico. Más adelante inexplicablemente aumentó sus alabanzas al jefe castrense entregándole la presea “Bicentenario del Heroico Colegio Militar”.
El rostro de la desolación
Llama la atención sobremanera los rasgos faciales y la postura corporal toda del presidente al momento preciso de entregar la presea mencionada (https://elpais.com/mexico/2023-10-11/lopez-obrador-condecora-al-general-salvador-cienfuegos-acusado-por-ee-uu-de-narcotrafico.html). Pareciera estar rindiendo la plaza.
Se observa a un Ser dubitativo, compungido, extraviado y cabizbajo con un rictus de dolor que armoniza con un cuerpo encorvado y brazos plegados al mismo. ¿En qué pensaba el ejecutivo mientras soltaba lateralmente sus brazos apretando las manos? Es la viva imagen de la desolación después de una dura derrota asumida. Proyecta soledad a pesar de estar rodeado de aplausos. ¿Se habrá dado cuenta que el costo de cumplir algunos de sus compromisos de gobierno es la sumisión ante el poder fáctico?, ¿Habrá reconocido que el pueblo, al que interpeló siempre llenándolo de halagos, fue desmovilizado y dividido por su propio partido?, ¿Habrá aceptado que MORENA es una cloaca al servicio del poder económico? Las señales corporales no dejan lugar a dudas de lo doloroso que parece resultar para el presidente premiar al general. Eso indica que la corrupción que pretendió combatir le ha vencido.
Ese patético cuadro derrotista contrasta con los rostros felices de los generales que acompañan a Cienfuegos. A pesar de la parafernalia del momento al ejecutivo se le nota enajenado, evasivo, triste. Lastima ver esa gráfica por lo que en el fondo podría representar: ¿Cedió el poder real para evitar un golpe de Estado?, ¿Quiénes le “pidieron” premiara al susodicho?
Conocer las respuestas fehacientes a las preguntas anteriores nos rebasa. Sin embargo cabe aventurar que, sin importar quien gane la próxima elección presidencial, el poder lo tendrán los milicos. ¿O alguien cree regresarán de mutuo propio a sus cuarteles?
Cierto, los soldados son “pueblo uniformado” pero debe recordarse que la tropa no manda sino los generales y estos siempre han garantizado el régimen de explotación. Nuestro ejército no es diferente a otros adoctrinados conforme al capitalismo depredador norteamericano. Las fuerzas armadas ni siquiera debieran existir en un país pacifista-humanista como el nuestro. Son una carga sumamente onerosa para los contribuyentes. Es más, darles poder político (concesiones, puestos civiles, control de instituciones y dependencias, etcétera) es una contradicción proviniendo de alguien que se proyecta como HUMANISTA. El ejército no debe desempeñar cargos civiles, si acaso temporalmente y bajo vigilancia social. Mucho menos debe detentar cargos políticos, pues es una institución capacitada para torturar y matar humanos no para gobernarlos. ¿Cómo justificar mantener cientos de miles de hombres preparándose para destruir la vida en un país donde existen millones de pobres tratando de sobrevivir dignamente?
Podría aventurarse que por el momento hay un empate: el presidente dicta algunas medidas nacionalistas internamente y, exteriormente, recupera soberanía negándose aceptar la intromisión del FMI, por ejemplo.
Termino dejando para la reflexión otras preguntas: ¿Por qué los yanquis soltaron a Cienfuegos?, ¿Será su caballo de Troya como lo fue Santana al ser liberado después de firmar el Tratado de Velasco, con el que entregó Texas?, (San Jacinto 1836). Ante la satisfacción y ufanía insultante de Cienfuegos debiera recordársele que Santana fue declarado oficialmente “Traidor a la Patria” en 1866. Y al gobernado, decirle que siempre habrá salida dejando aparte la apatía por lo público.
*Jean-Baptiste
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