Abril 10, 2012
Paulino Cárdenas
Igual como lo han hecho históricamente todos los aspirantes, los cuatro candidatos que buscan llegar a la Presidencia de la República siguen la misma pauta de prometer y prometer y cuando ganan acaban por no cumplir sus promesas. El ejemplo más reciente es el de Felipe Calderón, quien fracasó al dejar colgados a los ciudadanos que creyeron en él cuando era candidato, empezando por la creación de empleos, el pago de menos impuestos a quienes ganara...
Igual como lo han hecho históricamente todos los aspirantes, los cuatro candidatos que buscan llegar a la Presidencia de la República siguen la misma pauta de prometer y prometer y cuando ganan acaban por no cumplir sus promesas. El ejemplo más reciente es el de Felipe Calderón, quien fracasó al dejar colgados a los ciudadanos que creyeron en él cuando era candidato, empezando por la creación de empleos, el pago de menos impuestos a quienes ganaran menos, la promesa que habría verdadera equidad ante la justicia, que combatiría la corrupción, que acabaría con la impunidad, que mejoraría el ingreso de las clases menos favorecidas y que crearía las palancas necesarias para el desarrollo del país.
Al final de cada sexenio las cifras del gobierno federal acaban siendo triunfalistas, pero nada más. Hicimos, tornamos y logramos lo que nunca antes nadie había hecho. Eso dicen prácticamente todos. Demagogia pues; choro, dirían los chavos. Una que otra realidad, pero el resto es pararse el cuello con política-ficción. En el caso del actual mandatario, hizo todo a un lado y la prioridad se la brindó a la guerra contra los cárteles de la droga con la que buscó reivindicarse ante la sociedad para tratar de desvanecer su dudoso triunfo en las urnas ante Andrés Manuel López Obrador, quien por cierto hace seis años se dio el lujo de no aceptar debatir porque llevaba ventaja en las encuestas y ahora clama porque haya una docena de debates.
Los aspirantes deberían de verse en el espejo de Calderón para no cometer los mismos errores que él, tan solo viendo los resultados de su guerra que ha cobrado más de 70 mil víctimas mortales y al final del sexenio nadie sabe cuantas más, por lo que junto con su gabinete de seguridad se le diagnostica un final inédito, si es que antes de que finalice su administración no salta alguna liebre, como pudiera ser durante el proceso electoral o en víspera de los comicios. El futuro inmediato parece no preocuparle ya que considera que la inmunidad que le da el cargo, aún después que deje la Presidencia, lo mantendrá a salvo, incluida la piedra que trae en el zapato del Tribunal Penal Internacional de La Haya.
Esa guerra contra los cárteles de la droga acabará siendo la vara con la que la sociedad habrá de medir en serio a los cuatro candidatos, junto con sus promesas sobre la lacerante situación económica que padecen millones de mexicanos y la lastimosa circunstancia que viven los pobres más pobres de todos los pobres del país, que no son pocos. Para ellos no bastará ampliar, como promete Enrique Peña Nieto, el programa de Oportunidades, que no ha sido otra cosa que un programa de dádivas que el gobierno manipula políticamente a su antojo y que no les resuelve la vida a los olvidados.
Para construir una nueva patria, que es lo que propone López Obrador, es necesario acabar con la corrupción y con la impunidad que son las peores desgracias que tiene enfermo al país desde hace décadas. ¿Acabará con esos dos flagelos el candidato amoroso? Porque con amor y con perdón no se arreglarán las cosas. La cadena de intereses y favores que él sabe que hay entre autoridades y mafias, son de verdad muy poderosas. Y por supuesto que no acabarán con llamados a misa. Más que mano dura, se requiere aplicar con rigor la ley. ¿Será capaz? Habría que acabar con las ‘mafias del poder’ de las que habó en su libro, el que por cierto ya ni quiere mencionar. Pero ahí él mismo propone soluciones.
En cuanto al penoso caso de doña Josefina Vázquez Mota, primero tendría que hacer el recuento de daños y ver si de veras es capaz de remontar, en lo que les resta de campaña al 27 de junio, los más de 25 puntos que le lleva el priísta Peña Nieto. Si no se hace realidad la versión de que pudiera ser sustituida por Margarita Zavala como candidata, entonces tendría que empezar a ser ella y romper con Calderón, como hizo Luis Echeverría con Gustavo Díaz Ordaz. Pero ella no es capaz de eso, aunque si lo hiciera le permitiría dar un fenomenal salto en sus aspiraciones.
De Gabriel Quadri habría que decir que como no es miembro del partido del que es candidato, ni tiene nada qué perder, puede decir todo lo que le venga en gana como lo ha hecho con sus propuestas privatizadoras, que al fin y al cabo la cuerda que le dio la maestra apenas podría darle acaso para salvar el registro del Panal. Incluso se sospecha que Elba Esther Gordillo podría apoyar a alguno de los otros candidatos, lo que habría que verse en su momento. ¿Quién sería el afortunado?
Seguir con la mala maña de prometer lo que de antemano saben que no podrán cumplir una vez que obtengan el triunfo, no sólo les impedirá a los aspirantes hacerle honor a su palabra sino que de antemano deberían saber que irían al fracaso en las urnas, porque la gente está ‘hasta la madre’ de tantos engaños, de que le sigan viendo la cara y de que su situación, lejos de mejorar, empeora, como ha sucedido principalmente durante los dos regímenes federales panistas.
El hecho es que esa falta de oportunidades de tener un ingreso para llevar de comer a su hogar ha motivado que miles de jóvenes, adultos, e incluso menores de edad, sean enganchados por el narcotráfico para que trabajen como distribuidores y vendedores al menudeo o como transportadores de droga o usados para cometer otro tipo de delitos del orden federal dentro de las más de 20 vertientes en las que opera el crimen organizado en el país y fuera de él.
Pero el de la inseguridad, la violencia y el baño de sangre que ha sufrido el país –que algunos aspirantes al Congreso lo desdeñan– es solo una parte de los problemas que tendrán que enfrentar los candidatos que aspiran a suceder a Calderón, una vez instalados en Los Pinos. El de reactivar la economía es otro reto de gran envergadura y de la mayor importancia, rubro en el que los candidatos sólo ofrecen lugares comunes para sacar del atolladero a México, sin exponerse a dar detalles de cómo habrán de hacerlo para lograrlo. Se infiere que con más impuestos.
¿Quién ganará la partida?, pregunta muchos mexicanos. ¿El que tenga más saliva? ¿El que gaste más dinero en su campaña? ¿O el más tramposo? Pronto se verá. Mientras tanto, habrá que recordar que la tregua que ofrecieron los cárteles, primero por la visita del Papa Benedicto XVI y luego con motivo de la Semana Santa, de hecho ya acabó. A no ser que también la de Pascua la respeten. Por lo pronto, viendo el ejemplo de Calderón, los cuatro candidatos deberían poner sus barbas a remojar para no quedarle tan mal a los mexicanos cuando alguno de ellos gane.
pcardenascruz@yahoo.com.mx
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