De Zócalo Saltillo
Astillero
Julio Hernández López
El lector de estas líneas podría estar muerto. Es decir, podría haber
sido declarado jurídicamente muerto sin que lo supiera ni (obviamente)
fuera cierto.
Bastaría con que alguna autoridad hubiera aportado ciertas evidencias
que acreditaran “fuertes indicios” conforme a pruebas periciales (tan en
entredicho como todo el andamiaje mexicano de lo policiaco y lo
judicial) para que se conformara el cuadro de presunta defunción. Si el
falsamente finado tuviera relevancia de tal calibre, altos funcionarios
podrían confirmar la supuesta baja, sin mayor fundamento que su
publicitada palabra. Poco importaría una diferencia de dieciséis
centímetros en dos reportes oficiales distintos sobre la misma persona
(medida que acabó en 1.80 metros y no 1.60 como originalmente se había
dicho), o una inexplicada ausencia de orejas: Cualquiera puede ser
declarado muerto a partir de que la autoridad así lo establezca
tajantemente.
En ese contexto de aberraciones fúnebres, también podría suceder que
recursos públicos cuantiosos hubiesen sido despilfarrados en la
persecución de verdaderos fantasmas: Cualquiera de los grandes jefes del
narcotráfico pudo haber sido “abatido” en un “enfrentamiento” casual en
algún poblado de olvido sin que los cazadores federales se hubieran
dado cuenta de la pieza que por accidente había caído en redes
fortuitas. Podría ser, por ejemplo, que el mismísimo Chapo Guzmán
(sustituya el lector el apodo y apellido anteriores por los de su
regional preferencia) hubiera muerto por allí, sin reflector alguno, y
que por ello las autoridades federales lo buscan y buscan y no lo
encuentran. Eso habría sido posible si el primer Joaquín del país
hubiera sufrido suerte parecida a la del famoso Heriberto Lazcano, de
cuya identidad se enteró la Marina hasta que el cuerpo de éste sufrió un
delator robo en una funeraria perdida, sin resguardo alguno y gracias a
diligencias periciales realizadas por la misma estructura estatal bajo
sospecha de ser controlada. Si no se hubieran llevado el cuerpo,
denotando así su especial valía, seguirían oficialmente con jefe al
mando y marinos, militares y policías federales gastando dinero y
desplegando personal en busca de quien habría sido modestamente inhumado
en los solitarios Funerales García de Sabinas, Coahuila.
Tales posibilidades de macabros equívocos provienen del abatimiento
(para usar la palabra exterminadora de moda) del estado de Derecho por
parte de una administración gubernamental que condena al anonimato y el
olvido a decenas de miles de mexicanos muertos en circunstancias que
deberían tener proceso de investigación y desenlace de certeza aunque
las víctimas fueran los peores delincuentes del mundo (estableciendo con
claridad los hechos y culpas de unos y la inocencia de otros) y que, al
mismo tiempo, buscando fabricarse laureles a partir de los despojos
humanos, difunde a través de sus poderosos altavoces mediáticos los
nombres, apellidos y apodos de ciudadanos a los que se sentencia de
antemano, atribuyéndoles en espots de tonos cavernosos la
responsabilidad de delitos relacionados con el narcotráfico, aunque
luego tales cargos acaben siendo judicialmente derribados.
El grotesco espectáculo de un Gobierno federal resbalando a la hora de
comunicar presuntos hechos trascendentes, dando como verdad oficial algo
que no ha sido demostrado pericialmente ni tiene solidez jurídica,
peleando contra sí (la Marina dando una versión y “fuentes” civiles
haciendo precisiones) y contra otros que presuntamente serían sus
aliados (la Procuraduría de Justicia de Coahuila dice que entre sus
obligaciones no está la de cuidar cadáveres en funerarias), y queriendo
demostrar que su “guerra” ha tenido éxito porque ha ido deteniendo o
“abatiendo” a jefes famosos del narco, solamente es una estampa trágica
más del voluminoso libro de desaciertos, abusos e insania del que a
juicio de este precipitado tecleador pasará a la historia como el peor
gobierno de México (hasta ahora, obviamente).
Astillas: Andrés Manuel López Obrador ha iniciado su caminata electoral
de seis años en Campeche, tierra políticamente dominada por priístas
(candidatos de tres colores ganaron este año 20 de los 21 distritos
electorales locales) aunque emocionalmente cercanísima a Felipe
Calderón, pues fue allí desde donde pretendió construirse en 2006 una
suerte de vicepresidencia binacional de México con Juan Camilo Mouriño
al frente y con la vista puesta en la postulación presidencial en
2012... AMLO está consultando a asambleas estatales sobre una decisión
tomada: Construir un nuevo partido a partir de la estructura de Morena.
El lenguaje de los principales declarantes en este proceso suele hablar
del proceso como si ya estuviese formalmente aprobado el “sí”... El
senador lopezobradorista Ricardo Monreal anunció que si el IFE negara el
registro al nuevo partido, entraría al generoso relevo el Movimiento
Ciudadano que antes se llamó Convergencia y que entonces como ahora
tiene como dueño y principal beneficiario a Dante Delgado, quien horas
después dijo que no es cierta la versión del zacatecano. Que podría
haber pactos y alianzas, pero no se piensa en ceder el registro a favor
de Morena... Dignos de novelación al estilo de Mario Puzo son algunos
episodios de la realidad política mexicana. El más reciente es el
relacionado con el viaje intercontinental que ha realizado Enrique Peña
Nieto a bordo del avión que aún controla FC y que le “prestó”. ¿Quién es
el responsable de la buena operación de la nave, de su mantenimiento y
seguridad?... El presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, jura que en
las pasadas elecciones ya no fue dominante “el poder del dinero”. No se
refería al escandaloso espectáculo de compra-venta del voto y de las
operaciones con tarjetas y otros mecanismos para el financiamiento de
las operaciones de adulteración comicial sino a que, esta vez, el dinero
“no se convirtió en mayor influencia del espacio radioeléctrico”. Luego
dijo, muy convencido: “La radio y la televisión han respetado las
reglas de la contienda”... ¡Hasta mañana! ( fin)
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