De Democracia Ya
Martín Vélez - EL DILEMA PEJISTA: EL PARTIDO O LA FACCIÓN.
EL DILEMA PEJISTA: EL PARTIDO O LA FACCIÓN.
Si hubiera manera de escribir la historia de la prehistoria humana, se
escribiría que la lucha despiadada por el poder está presente desde que
los humanos nos movíamos ya no en tribus, sino en manadas. La violencia,
la traición, la simulación, el vil engaño, han sido parte de la lucha
por el poder desde que el hombre no perdía sus rasgos simiescos; y hasta
la fecha...
La lucha política entre facciones está presente en las antiguas Grecia y
Roma; entre los aztecas, cuando Tezozómoc, rey de Azcapotzalco, andaba
buscando a Netzahualcóyotl, heredero del trono de Texcoco, con las finas
intenciones de mandarlo al otro mundo, porque Azcapotzalco, al gran
Tezozómoc, le estaba quedando chiquito.
Si las facciones políticas existen desde que la humanidad no adquiría
conciencia de que había dejado atrás al chango, el Partido político,
como tal, surge hasta el siglo XVIII, en la Inglaterra que despertaba a
la industrialización. Es entonces cuando un tal Burke define al partido
político como: “Un cuerpo de personas unidas para promover, con su común
compromiso, los intereses nacionales a partir de un específico
principio sobre el que todos están de acuerdo.”
Burke aboga por el Partido, un ente respetable cuyos integrantes buscan
un fin superior: “los intereses nacionales a partir de un específico
principio”, al que distingue de la Facción: “…una lucha mezquina e
interesada por la conquista de puestos y remuneraciones”.
En México vivimos un proceso de involución política en el que las
facciones, pulpos chupeteadores, se superponen a los partidos,
poniéndolos a su servicio. Así ocurre en el PAN, donde la facción
calderonista ha corrompido a su partido hasta hacer que los principios
de doctrina panista sean cosa de historia olvidada; así ocurre en el
PRD, donde la facción Chucha ha hecho de la lucha social de la izquierda
materia de caja registradora; así ocurre en el nuevo PRI, que es
igualito al viejo PRI.
Y así está ocurriendo en el proceso de transformación de MORENA en
partido político. Con el evidente propósito de cumplir, así sea a troche
moche, con el calendario exigido por la ley electoral, Andrés Manuel y
su equipo cercano, han echado mano del pragmatismo más ramplón. Acá,
allá y acullá han privilegiado el apoyo a las pequeñas facciones
perredistas que fueron incapaces de luchar contra los chuchos en el
interior del PRD. Ni con el activo apoyo del movimiento social
obradorista pudieron esas facciones cambiar su carácter minoritario.
Pues ahora esas facciones minoritarias (pinchurrienta tribu perredista)
son dominantes en MORENA, que ya no será partido; será una facción más,
como las que hoy existen, disfrazadas de partidos. Si alguna vez estuvo
en la mente de López Obrador y de su gente cercana, el dilema de si
construir un nuevo partido o legalizar a una nueva facción, es evidente
que el dilema se ha resuelto en favor de esta segunda opción.
El tiempo dirá si López Obrador pretende legalizar su facción como un
medio para llegar después al partido, o si la facción es un fin en sí
mismo. Ya veremos. Por lo pronto, ahí se ven.
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