martes, octubre 30, 2012

EL DILEMA PEJISTA: EL PARTIDO O LA FACCIÓN.


De Democracia Ya

Martín Vélez - EL DILEMA PEJISTA: EL PARTIDO O LA FACCIÓN.


EL DILEMA PEJISTA: EL PARTIDO O LA FACCIÓN.
Si hubiera manera de escribir la historia de la prehistoria humana, se escribiría que la lucha despiadada por el poder está presente desde que los humanos nos movíamos ya no en tribus, sino en manadas. La violencia, la traición, la simulación, el vil engaño, han sido parte de la lucha por el poder desde que el hombre no perdía sus rasgos simiescos; y hasta la fecha...

La lucha política entre facciones está presente en las antiguas Grecia y Roma; entre los aztecas, cuando Tezozómoc, rey de Azcapotzalco, andaba buscando a Netzahualcóyotl, heredero del trono de Texcoco, con las finas intenciones de mandarlo al  otro mundo, porque Azcapotzalco, al gran Tezozómoc, le estaba quedando chiquito.
Si las facciones políticas existen desde que la humanidad no adquiría conciencia de que había dejado atrás al chango, el Partido político, como tal, surge hasta el siglo XVIII, en la Inglaterra que despertaba a la industrialización. Es entonces cuando un tal Burke define al partido político como: “Un cuerpo de personas unidas para promover, con su común compromiso, los intereses nacionales a partir de un específico principio sobre el que todos están de acuerdo.”
Burke aboga por el Partido, un ente respetable cuyos integrantes buscan un fin superior: “los intereses nacionales a partir de un específico principio”, al que distingue de la Facción: “…una lucha mezquina e interesada por la conquista de puestos y remuneraciones”.
En México vivimos un proceso de involución política en el que las facciones, pulpos chupeteadores,  se superponen a los partidos, poniéndolos a su servicio. Así ocurre en el PAN, donde la facción calderonista ha corrompido a su partido hasta hacer que los principios de doctrina panista sean cosa de historia olvidada; así ocurre en el PRD, donde la facción Chucha ha hecho de la lucha social de la izquierda materia de caja registradora; así ocurre en el nuevo PRI, que es igualito al viejo PRI.
Y así está ocurriendo en el proceso de transformación de MORENA en partido político. Con el evidente propósito de cumplir, así sea a troche moche, con el calendario exigido por la ley electoral, Andrés Manuel y su equipo cercano, han echado mano del pragmatismo más ramplón. Acá, allá y acullá han privilegiado el apoyo a las pequeñas facciones perredistas que fueron incapaces de luchar contra los chuchos en el interior del PRD. Ni con el activo apoyo del movimiento social obradorista pudieron esas facciones cambiar su carácter minoritario.
Pues ahora esas facciones minoritarias (pinchurrienta tribu perredista) son dominantes en MORENA, que ya no será partido; será una facción más, como las que hoy existen, disfrazadas de partidos. Si alguna vez estuvo en la mente de López Obrador y de su gente cercana, el dilema de si construir un nuevo partido o legalizar a una nueva facción, es evidente que el dilema se ha resuelto en favor de esta segunda opción.
El tiempo dirá si López Obrador pretende legalizar su facción como un medio para llegar después  al partido, o si la facción es un fin en sí mismo. Ya veremos. Por lo pronto, ahí se ven.


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