De Zócalo Saltillo
Astillero
Pero fuera de eso, todo lo demás debe ser visto con prudencia y en modo
condicional, sin la euforia de por sí sospechosa de personajes nada
confiables en términos de defensa del sindicalismo auténtico y los
intereses reales de los trabajadores (como el panista Javier Lozano,
ahora senador y antes rudo secretario del Trabajo, o María Luisa, la
hermana de Felipe Calderón provisionalmente convertida en algo cercano a
una presunta guerrillera proletaria) y en espera de que la Cámara de
Diputados, donde el PRI tiene la mitad más uno de los votos (251, más
las probables ayudas de aliados ya salidos del clóset, como el
petista-salinista Adolfo Orive), resuelva si acepta los cambios hechos
por los senadores al texto ya antes aprobado por San Lázaro, o los
rechaza sólo en esos rubros específicos modificados o genera tal
turbulencia procesal que el conjunto de la reforma sea enviada
provisionalmente al territorio de indefinición conocido como la
“congeladora”, y el tema sea enviado para su discusión a otro periodo de
sesiones, con otras circunstancias y eventualmente con otros
resultados.
Por lo demás, el revuelo tan exagerado por la aprobación, condicionada,
de nuevas reglas en materia de democracia y manejo de recursos en los
sindicatos, ha hecho que transite con menos atención y crítica lo
sustancial de la reforma laboral impulsada por Calderón y apoyada por
Enrique Peña Nieto. Es decir, mientras se loa por adelantado una
supuesta transformación profunda de la vida sindical mediante la
imposición de letra legal, se ha suprimido toda una visión y práctica de
las relaciones obrero-patronales que con todos sus vicios y defectos
graves mantenía cierta franja de protección a la parte trabajadora, para
imponer nuevos esquemas que permitirán mayores ganancias al capital
nativo y extranjero. En este punto confluyeron afinadamente el PRI y el
PAN, votando a favor y dejando al bloque de izquierda en solitario
aunque luego, ya en lo sindical, se produjo el espectáculo que acaparó
la atención del respetable público, con los caciques sindicales priístas
puestos bajo guillotina de saliva y el panismo cobrando réditos
protagónicos, como si las reuniones entre Peña Nieto y Calderón hubieran
servido para algo más que el proceso de transición administrativa
pinolera.
No deja de ser irónico, por lo demás, ver tanto revoloteo por presuntos
avances en materia de control de caciques sindicales: en un país
golpeado por la corrupción, los fraudes electorales y la compra del
voto, la vida interna de los sindicatos se volvería insólitamente
democrática y honesta. Con la varita mágica de nuevas normas legales (en
suspenso), los jefes sindicales mafiosos serían arrollados por el voto
libre y secreto y por las exigencias de auditoría y transparencia en sus
cuentas. ¡Oh, nadie podría salvar a esos pobres dinosaurios en peligro!
Para cerrar el cuadro, recuérdese que dos grandes sindicatos
emblemáticos (profesores y petroleros) quedan fuera del alcance de estas
presuntas nuevas reglas, porque su ámbito corresponde al apartado
público y porque sus líderes se reeligieron a última hora por seis años
más. Ah, pero un dato muy relevante fue que la hija de Elba Esther
Gordillo votó a favor de las posibles modificaciones que no afectarán a
su mamá.
En ese marco de marometas con aire de solemnidad, los gobernadores
técnicamente adscritos al PRD se reunieron ayer con Enrique Peña Nieto,
en un acto cuya premura devela una urgencia del priísta por hacerse de
formas de reconocimiento político y una gran predisposición de los
“izquierdistas” por dejar atrás cualquier signo de discordia. Para
evitar que el encuentro pareciera una forma adelantada de legitimar la
forma como el mexiquense se hizo del poder (conforme a lo denunciado en
su momento por el candidato presidencial perredista y el presidente
nacional del sol azteca), los gobernadores pudieron haber esperado a que
el uno de diciembre se iniciara un proceso formal al que por razones
prácticas no quisieran dar la espalda. Pero ganaron las urgencias y allí
llegaron los electos Miguel Ángel Mancera (Marcelo Ebrard no fue,
aunque él a su vez tendrá su momento cumbre de legitimación hacia Felipe
Calderón si éste lo acompaña próximamente a inaugurar la línea 12 del
Metro) y el ¿lopezobradorista? Arturo Núñez, más los que están en
funciones, Graco Ramírez en primerísimo lugar obvio, Ángel Aguirre
contento de ver a su gallo original presidiendo la reunión, y el
multipolar Gabino Cué, que tal vez se asuma como miembro del Movimiento
Ciudadano de Dante Delgado más que del PRD./
Y, viendo que salieron libres bajo caución los últimos ocho normalistas
que le quedaban en prisión al atribulado Fausto Vallejo, ¡hasta mañana,
con el joven itamita Antonio Attolini repudiado por la mayoría de sus ex
compañeros del 132 por haber aceptado participar en una serie de
programas de Televisa, en Foro TV, cuyo contenido y grado de libertad
serán la prueba de fuego! (fin)
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