lunes, junio 21, 2021

Los regalos en la sociedad de consumo






Jorge Salazar García. 21/06/2021

De acuerdo a su definición, regalar es dar algo a alguien digno de estimación, con deseo de complacerle. Por lo que, generalmente,  se trata de personas conocidas. Sin embargo, tal acción de dar también se realiza con quienes apenas se conoce, como sería un visitante. La acción ocurre, simplemente porque como todo ser humano, es digno de ser apreciado. Pero ¿qué sucede cuando se regala algo a quien no se le tiene afecto? Antes de aventurar una respuesta a tal pregunta, debe contestarse qué es un regalo.

Un regalo es  algo (material, inmaterial) que se obsequia por lo cual no se pide nada a cambio. No es UN fin en si mismo, como lo pretende una sociedad consumista, sino una oportunidad para mostrar AFECTO o gratitud a otros. La acción de regalar es parte de los convencionalismos sociales, una norma impuesta externamente (moda, mercado, doctrina), aceptada implícitamente por los miembros de una comunidad con el objetivo de regular “positivamente” sus relaciones sociales. Lamentablemente, con la mercantilización de las relaciones humanas, poco a poco se va eliminando la espontaneidad en esta ancestral costumbre. Al grado de que quién no practique tal liturgia en festejos, conferencias, reuniones de trabajo, etcétera es mal visto o expulsado del grupo. 

Orden y desorden

La segunda Ley de la termodinámica establece que el desorden crece con el tiempo (entropía) y es inherente al Universo. La vida es una lucha permanente por restablecer el orden hasta que ocurre el mayor caos que es la muerte. El desorden lo producen los cambios que son necesarios para el crecimiento y transformación del cosmos, lo mismo que para la VIDA. Son ciclos compuestos de otros ciclos siempre tendientes a equilibrarse entre ellos. Las personas como pequeños universos, consciente o inconscientemente, luchan por recuperar el orden cuando este se pierde. En las relaciones personales, si alguien obsequia algo a alguien, rompe el equilibrio, pero este puede ser recuperado con relativa facilidad en ambos, como se verá más abajo.

Generando el desorden

Parece estar claro que si el AFECTO esta ausente, como suele suceder en los “intercambios de regalos” impuestos, la conexión amorosa no ocurrirá. Pues el rito se ejecuta esperando salir beneficiado en el trueque. Como eso desvirtúa el sentido originario de la DACIÓN (complacer), el regalo se convierte en un pago adelantado por un “favor” o un negocio. Naturalmente el desorden campea en ambos sentidos. El ejemplo clásico se tiene en los sobres con dinero que los mafiosos entregaban en la fiestas de Don Vito Corleone, en la película del Padrino. Algo menos evidente ocurre con los comerciantes y los políticos cuando ofrece obsequios a los potenciales clientes y electores, respectivamente. Es obvio que al no conocerlos no pueden estimarlos. Su propósito es propiciar un estado de ánimo exaltado en el visitante-visitado para obtener una ganancia (dinero-votos). Están haciendo una inversión generando CAOS. Tanto el comerciante como el candidato, al “regalar” sin sentir verdadero afecto por el obsequiado generan una ENERGÍA NEGATIVA que se queda en ellos (Karma, le llaman). Ambos, al obsequiar deseando obtener una contraprestación de mayor valor, propician un desorden en la relación vital. No puede se de otro modo, pues la mentira y la simulación, son emociones autodestructivas. Sin embargo, la mayor carga negativa la genera el político, debido a que en la mayoría de los casos, realiza la DACIÓN mintiendo conscientemente y utilizando recursos económicos ilegítimos. 

¿Cómo recuperar el orden?

Si el regalo se da sin esperar nada a cambio, con afecto, el sujeto activo se carga positivamente, y será recompensado con mayor generosidad. Quien recibe el obsequio, con manifestar sincero agradecimiento o realizando una acción recíproca futura, recuperará el ORDEN. No obstante, si el desbalance es muy grande y no se puede corresponder proporcionalmente debe rechazarse amablemente el regalo o realizando una dación equivalente con otro ser humano. Un abrazo, un beso, una caricia o un buen deseo son regalos que se corresponden con otro igual. Y todo queda en santa paz.

Respecto al elector, si acepta los “regalos” del político sabiendo que no lo son realmente es corresponsable de la fractura del orden (emocional, psíquico y social) y padecerá una especie de zozobra combinada con vergüenza, indicativos de que algo indigno se hizo. En el caso de los comercios, si el sujeto pasivo compra productos del establecimiento, aún sin ser acto amoroso, mantiene el balance en el intercambio. Si no compra y recibe el “regalo”, con dar las gracias es suficiente. 

En cualquier caso, las personas siempre tendrán margen para dignificar los actos de dar-recibir, rechazando lo que no se merece o mostrando gratitud. Claro, se requiere cierta templanza y honestidad para no aceptar los obsequios interesados. Por ello, la actitud del presidente Adolfo Ruiz Cortines, sigue siendo un ejemplo que debería conocerse más. Se dice que en el cumpleaños de su esposa, María Izaguirre, alguien le regaló un carro último modelo, al saberlo, el mandatario dijo: “hace muchos años que mi esposa cumple años y nunca se acordaron de ella hasta ahora que soy presidente. Pueden llevárselo porque no puedo prometer nada a CAMBIO de este regalo.”

En una sociedad consumista, donde la apariencia y la ambición son caras de la misma moneda, es común que se fomente la hipocresía para ganar favores o reconocimiento por medio de los REGALOS. No es fácil rebelarse a esto cuando se vuelve costumbre. Como sea, si usted visualiza en sus hijos cierta obsesión por dar o recibir regalos, debe saber que  podrían sufrir el trastorno emocional llamado DOROMANÍA que requiere tratamiento psicológico para restablecer el orden y su bienestar.

Ah, por cierto, el tiempo es un regalo invaluable porque cada ser humano lo tiene limitado, implica respeto, cuidado, amor por el otro. Por ello no lo pierda con quién no lo valora o quiera sacar provecho asumiendo la frase yanqui “the time is money”.


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