domingo, mayo 07, 2023

Los últimos días de la Comuna de París.



“Nos resistimos a creer que la miseria sea una institución de origen divino” (Tolain).
Jorge Salazar García
Recién se ha conmemorado el día de los trabajadores. Fecha indeseada por el sector patronal por significar un día sin explotar a los trabajadores, tolerada por el Estado y aprovechada por los charros y neocharros para mostrar músculo. Lo sobresaliente en este año fue que el presidente de los pobres departió ricas viandas con los saqueadores de las cuotas de los trabajadores. Pero en fin; así es y seguirá siendo mientras los asalariados no ejerzan su soberanía reconocida en el artículo 39 constitucional. Este fatalismo, que pareciera normal, no lo es. Los asalariados pueden evitarlo autogobernándose como lo hicieran los obreros durante la Comuna de Paris en 1871. Esta es su crónica, complementaria del artículo anterior, (https://insurgenciamagisterial.com/comuna-de-paris-primer-gobierno-de-obreros-%ef%bf%bc/?swcfpc=1).
 
En agosto de 1870 el gobierno central no lograba ponerse de acuerdo en dos puntos torales: dar armas al pueblo y profundizar las reformas en su beneficio. El desconcierto permitió a la derecha imponer al general Cousin, (Palikao), como ministro de guerra quien, argumentando defender a la República, se conviertió en promotor de la guerra contra Prusia. De ese modo desvió el foco de atención de la población hacia un enemigo externo. Sorpresivamente Napoleón se rindió el 2 de septiembre ante Prusia. Inconforme, Palikao le envió una carta advirtiéndole: “Si abandonáis a Bazaine, (encargado del ejército), estalla la revolución en París”. Los burgueses entienden el mensaje y marchan con fusil al hombro. Atrás de ellos va la multitud y, clamando ¡Viva la República!, toma las tribunas del Palacio Bourbon y, rebasando a los diputados conservadores, se lleva a socialistas, anarquistas e izquierdistas al Hotel-de-Ville donde el 4 de septiembre es proclamada la nueva República. Se instituye un gobierno de defensa nacional cuyo presidente, el general Trochu, insistiendo en la unidad, pide combatir a los prusianos. Se constituye un Comité Central, (CC), coordinador de los 20 distritos donde los obreros forman comités-comisiones para vigilar a los alcaldes y apliquen las reformas.
A mediados de septiembre, el CC crea la guardia nacional y toma los siguientes acuerdos: realizar elecciones municipales, instaurar la propiedad colectiva, poner la policía bajo control de un comité, garantizar la libertad de prensa, de reunión; expropiar los productos de primera necesidad acaparados. Naturalmente la oposición pacta con el enemigo externo siguiendo el consejo del diputado Pierre Berryer: “Somos hombres monárquicos lo que importa es que nos unamos primero para constituir un vigoroso ejército que resista al socialismo”. No obstante esta felonía los diputados republicanos siguen adelante.  
Últimos días.
Mayo de 1871 trae una vorágine de acontecimientos, excepcional en la Historia. Los aliados imperiales pulverizan todo un barrio con sus bombas. El Consejo Comunal realiza su última sesión el 21. La carnicería en masa, los fusilamientos indiscriminados de civiles se recrudecen entre el 23 y 27. La resistencia heroica de la Comuna termina el Domingo 28. A partir del 29 gobierna el ejército imperial. Su general sentencia: "El socialismo ha acabado por mucho tiempo”. El exterminio de trabajadores superó a las 100 mil víctimas; sólo disminuyó porque los patrones se estaban quedando sin mano de obra.   
De las Comisiones.
Desde el principio, los integrantes del CC actuaron con honestidad. Un ejemplo: Instalados en el Hotel-De-Ville no utilizaron los cubiertos de plata, estos fueron enviados a la Comuna para fundirse en la Casa de la Moneda. No sólo la honradez, la compasión también fue su sello. Nótese en las frases siguientes: “La República tiene pan para todas las miserias y besos para todos los huérfanos”; “Si la gente de Versalles fusila a los nuestros, la Comuna respetará a todos los prisioneros”; “Queremos tierra para los campesinos y herramienta para los obreros”; “Amémonos los unos a los otros”. Del otro lado se pronuncian estas muy suyas: “Quedarán agujereadas algunas casas, algunas personas muertas, pero se hará respetar la ley”; “¡Inundémoslo todo de rojo!”; “Cortemos cabezas; las confiscaciones son indispensables”; Demos “un empujón para acabar con toda la gusanera democrática!”; “El suelo está sembrado de sus cadáveres, este espantoso espectáculo servirá de lección”; “Todo rebelde debe ser inmediatamente fusilado”; “Hay que cazar a los comunalistas”; “Nosotros o la nada”.  
Comisión de Justicia.
Jueces, notarios, procuradores, agentes, diariamente cometían abusos e injusticias vs los asalariados. Esta Comisión proponía acabar con ello por medio de la elección popular de los magistrados y legislando para que nadie pudiese ser arrestado o amonestado sin orden previa debidamente justificada.
Comisión de Mercado y Precios.
Transcribo la cita completa: “Que los cuadernos de cargas indicasen el precio de la mano de obra; que los mercados fuesen confiados preferentemente a las corporaciones obreras y que los precios fuesen señalados arbitralmente de acuerdo con la Intendencia, la Cámara Sindical de la corporación y el delegado del Trabajo”. 
Comisión de Educación.
La primera acción fue proteger bibliotecas, museos y suprimir los crucifijos de las escuelas,. Se determinó enseñar al niño a amar a sus semejantes e inspirarle el amor a la justicia. Inculcarle que su aprendizaje debe ser para el bien de todos. Fundar la Educación en principios morales y comunales empleando el método experimental y científico, “partiendo siempre de la exposición de hechos físicos, morales, intelectuales”.
Comisión de Trabajo.
Propuso abolir las retenciones salariales unilaterales, inventariar los talleres abandonados y ponerlos en manos de los obreros; crear instituciones “que pongan al trabajador al abrigo de la explotación del capital”. Sustituir a Monte de Piedad por una organización social que dé a los trabajadores garantías reales de auxilio y apoyo en caso de falta de trabajo. 
Negocios Extranjeros.  
La Comuna tuvo acceso a documentos oficiales de los tres imperios y de la Revolución de 1789. Se enteró de las tranzas, traiciones y negocios sucios de los burgueses, conservadores y aristócratas. Esto aterrorizó a los saqueadores. JB Jecker, suizo acreedor de México y aliado del ejército francés, al verlo derrotado ofreció denunciar públicamente las intrigas del clero, la conspiración de la emperatriz-Miramón-Almonte y las causas de esa derrota que costó 30,000 soldados y alrededor de 1000 millones de francos. Los mercaderes franceses y extranjeros, se unieron para evitar se conocieran sus latrocinios. 
La prensa burguesa.
Los periodistas callaban, incluso defendían las atrocidades del régimen anterior. A la Comuna la calumniaron sin tregua. Durante la sanguinaria represión no sólo alentaron a los asesinos, también aplaudieron las masacres de niños y mujeres. Tal vez la mejor muestra de su calaña es el hecho de organizar recorridos al campo Satory, habilitado como matadero. Ahí, “Entre el lodo y sangre  salían, acá y allá, cabezas, brazos, pies y manos. Veíanse a flor de tierra contornos de cadáveres; el espectáculo era abominable”.

El clero
La Comisión de Seguridad y Policía, no obstante saber que los curas eran los más encarnizados enemigos de la Comuna y haber descubierto en la iglesia de Saint-Laurent esqueletos femeninos enterrados, instrumentos de tortura, un manual para abortar y a tres mujeres famélicas encerradas en el convento Picpus, no promovió la venganza. En cambio, caída la Comuna, los sacerdotes bendecían a los verdugos que fusilaban o destazaban a los trabajadores. Lo hacían viendo correr arroyos de sangre y chorrear masa encefálica por las paredes. En medio de esa orgía sangrienta un cura que reconoció a Varlin (encuadernador incansable defensor de la Comuna) lo entregó, atado por la espalda, al general De Laveaucoupct. Durante más de una hora se le arrastró recibiendo granizadas de golpes; “su joven cabeza, que nunca había alojado más que pensamientos de fraternidad, se convirtió en un informe montón de carne, con un ojo colgándole de la órbita”. Después de ejecutarlo “los soldados destrozaron su cadáver a culatazos”.
Heroísmo popular.
Luego de ser amputada la mano de un muchacho, levantó la otra exclamando: “¡Todavía me queda ésta para servir a la Comuna! Chicos menores que él lucharon con igual entrega. Por ejemplo, al caer la barricada del Temple, uno de los tiradores, un niño, solicitó le dieran permiso de llevar a su madre, (vivía enfrente), su reloj de plata; para que, al menos, no lo perdiera todo. El oficial le dejó partir creyendo que ya no lo volvería a ver. Tres minutos después se oye un: “¡Aquí estoy!”  Y, de inmediato, se colocó junto a sus camaradas para ser fusilado. 
Cuando se iba a fusilar a los hombres, esposas e hijos los seguían, gritando a sus ejecutores: “¡Fusiladnos con ellos!”.
Justo cuando se ordenaba a 42 hombres, 3 mujeres y 4 niños arrodillarse, una mujer con su hijo en brazos se niega arengando a sus compañeros: “¡Haced ver a estos miserables que sabéis morir en pie!" .
Al caer una barricada, el comandante imperial pregunta al jefe: “¿Quién eres? -Lévêque, albañil, miembro del Comité Central. – “¡Ah, con que son los albañiles los que quieren mandar ahora!"-- responde el versallés, disparando el revólver en plena cara”.
Hoy los trabajadores de Francia vuelven a salir a las calles hartos de gobiernos sátrapas siervos del capital cuyo único interés es imponer su visión necrófila al mundo. ¿Se les dejará solos?









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