domingo, octubre 15, 2023

La Nakba (catástrofe) Palestina.

“Nosotros enseñamos vida, señor”

Jorge Salazar García.

Debido a la masiva propagación de mentiras en los medios de comunicación sobre lo que está ocurriendo en medio oriente, es necesario conocer los orígenes del conflicto que viven Palestina e Israel.

Por razones de espacio partiremos desde un poco antes de la primera guerra mundial, cuando musulmanes, cristianos y judíos compartían pacíficamente esa región, respetando sus respectivas creencias religiosas, islámica, cristiana y judaica. Pues es precisamente en Jerusalén donde se encuentran sus lugares sagrados como la Mezquita de la Cúpula Dorada, la Iglesia del Santo Sepulcro y el Muro de las Lamentaciones. 

Uno de los principales protagonista fue producto de la ola antijudía que tuvo lugar a finales del siglo XIX en Europa. El rechazo a los judíos inspiró a Theodor Herzl escribir “El Estado Judío” publicado en 1897. En esta obra se propone dotar de un territorio a los judíos dispersos por el mundo, dando origen al movimiento sionista. Tal propuesta se formalizó en Basilea, Suiza, cede del primer congreso de la Organización Sionista Mundial. No se esforzaron mucho en encontrar un territorio, eligieron Palestina, considerada su “patria ancestral”. El problema es que ya estaba habitado por una mayoría árabe. https://www.youtube.com/watch?v=zS69WjmLpU0 

Previendo la resistencia de los palestinos, esa infamia requirió del financiamiento de los banqueros ingleses, franceses y estadunidenses. Así se instituyó el Fondo Nacional Judío para impulsar la apropiación de las tierras, consideradas por las comunidades nativas un bien común. Como ningún apoyo económico es gratuito, los inversionistas se aseguraron en recuperar su inversión explotando el petróleo, minerales, construcción de infraestructura y las rutas estratégicas de comercio en medio oriente. Desde entonces se coloniza Palestina por la fuerza de las armas. 

En 1917, Inglaterra, ignorando a sus ocupantes legítimos, entregó tierras palestinas a los judíos, dando comienzo a la catástrofe (Nakba) palestina. Este pueblo, percibiendo la amenaza de exterminio, organizó la resistencia en 1920 hasta lograr estallar la Gran Revolución Palestina (al-Tharwara al-Kubra, 1936-1939). Lamentablemente, los británicos lograron contenerla creando La Haganá, ejército paramilitar puesto al servicio de los colonos judíos. 

Dos años después de terminar la segunda guerra mundial (1947), la ONU emitió la resolución 181 creando de facto el Estado Israelí concediéndole el 56% del territorio palestino. Al año siguiente (1948), tal medida se complementó con el plan Dalet con el objetivo explícito de “vaciar a Palestina de su población nativa”. Y aunque la resolución establecía también el reconocimiento del Estado palestino, Israel nunca lo ha hecho. Al contrario, aceleró la colonización expulsando, encarcelando o matando a quienes se oponían. Para 1949 Israel se había apropiado del 78% del territorio y expulsado al 85% de palestinos (Dossier, “Palestina: de la Nakba al Apartheid”). Así confinó 2.3 millones en Gaza, ciudad considerada el campo de concentración más grande del mundo (Cardenal Renato Martino, 2009).   

A lo largo de 76 años, los gobiernos sionistas han destruido cientos de pueblos, quemado aldeas y masacrado a sus pobladores cuyos hogares son demolidos, sus cosechas incendiadas y, por supuesto, desapareciendo los archivos históricos que registran la existencia de esas poblaciones. No hay límites en las atrocidades ni distinción de edad, sexo o condición. Los bombardeos se realizan a cualquier hora contra la población civil, sobre hospitales, escuelas, condominios, universidades, mezquitas y lugares públicos. Se han propuesto, sostenidos por EE.UU e Inglaterra, arrasar Gaza y Cisjordania. Los medios occidentales callan el genocidio y matizan las condenas mundiales a esa aniquilación. Una prueba de lo anterior la dio “Save the children” cuando informó que Israel había asesinado a más niños palestinos en este año de 2023 que en todos los anteriores.

Últimamente la causa palestina estaba ganando reconocimiento internacional. Incluso dentro de Israel, en los dos últimos años, las manifestaciones del pueblo judío en contra de la política de Benjamín Netanyahu se estaban incrementando. Este gobernante ultraderechista, al ver la inconformidad en su propio pueblo, aceleró sus planes anunciados de varias maneras. Por ejemplo, el 22 de septiembre pasado, Netanyahu, presentó un mapa de medio oriente ¡Sin Gaza ni Cisjordania! y el 4 de octubre, 1300 colonos judíos, protegidos por la policía de Israel, irrumpieron en la mezquita  Al-Aqsa, lugar sagrado musulmán (“Templo de Salomón”). Estas provocaciones no funcionaron como se esperaba. La opinión pública internacional y algunos países árabes arreciaron sus críticas. Y a los aliados se les complicaba mantener la ayuda y el apoyo que brindan a ese país. ¡Algo más debía hacerse! 

Se hizo. Tres días después (7 de octubre), el grupo Hamas, creado, armado y entrenado por EE.UU e Israel para contrarrestar a  la Organización para la Liberación de Palestina de Yaseer Arafat, atacó con misiles a la ciudad de Israel, desde Gaza. De inmediato, sin mediar investigaciones, la prensa pro-israelí condenó lo que sistemáticamente calla cuando las víctimas son palestinos: los ataques a la población civil. Desde luego que son absolutamente condenables e injustificable tales actos  porque son crímenes de lesa humanidad. Por esa razón habría que perseguir a los culpables materiales e intelectuales no desatar el holocausto contra los civiles. 

Analistas geopolíticos serios ven en los sionistas radicales a los promotores del ataque, ya que es inaceptable que Israel, teniendo uno de los mejores escudos antimisiles y el aparato de inteligencia (Mosad) más sofisticados del mundo no haya evitado el atentado. Lo más sospechoso fue que Netanyahu ignoró la advertencia de Egipto sobre un posible ataque de Hamas.  

Todo lo anterior conduce a pensar en un “ataque de falsa bandera”, parecido al que derrumbó las torres gemelas en 2001. Tales ataques, generalmente, son ejecutados por mercenarios responsabilizando al objetivo a eliminar, exagerando su poder, su capacidad y maldad. ¿Por eso Netanyahu ignoró la advertencia de Egipto? Eso mismo hicieron los yanquis con Irak. Hasta la fecha, EE.UU. ha proporcionado cerca de 160 mil millones de dólares apoyando a Israel desde la resolución 181.

No hay duda, dicho por el ministro de guerra de Israel, habrá asedio total a la Franja de Gaza: Electricidad, comida, agua y gas les será negado. Resultará fácil hacerlo pues esta ciudad-apartheid esta cercada por una muralla de acero (65 km) levantada sobre una base de hormigón. El proceso de “convertir la ciudad en ruinas” (Netanyahu, dixit) indudablemente incrementará dramáticamente las muertes entre los 2.3 millones de civiles hacinados en Gaza. ¿Cuál será la respuesta de los países árabes como Jordania, Líbano, Siria, Egipto, por ejemplo? Algo es seguro, el valor de las acciones de la industria militar rebasarán el 11 % ya ganado. 

Detener esa acción militar de arrasamiento es tarea de los pueblos israelí y árabes, sobre todo. También debe serlo de quienes se opone al imperio de la ley del más fuerte. Esa es la Ley de Israel. Le doy una prueba. En 2018 Netanyahu expresó: “En Oriente Medio y en muchas partes del mundo, hay una verdad simple: no hay lugar para los débiles...”. ¿Y quiénes son los débiles, según el señor Netanyahu? Pues cualquier que defienda sus recursos naturales (tierra, agua, aire, bosques, etcétera). 

Por otro lado, ninguna paz fincada en masacres, saqueos y destrucción será duradera. La Alemania nazi y Estados Unidos son casos ejemplares de ello. Al quitar a un pueblo la posibilidad de ser feliz, incubaron su propio holocausto moral. A pesar de todo, como dijera Tilda Rabi (activista Argentina),  la lucha palestina “es una batalla ganada contra el sionismo”, porque vive y resiste. 

Por último, debe evitarse confundir víctimas con agresores, como lo hiciera un periodista al preguntar a la activista y poeta libanesa Rafeef Ziadah que si no se arreglaría todo dejando de enseñar odio a los hijos de los palestinos.  Esta fue su poética y digna respuesta:

Hoy mi cuerpo fue una masacre televisiva.

Busqué dentro de mi la fortaleza para ser paciente,

pero la paciencia no está en la punta de mi lengua

mientras las bombas caen sobre Gaza.

La paciencia simplemente se ha escapado de mi.

Nosotros enseñamos vida, señor.

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