domingo, octubre 08, 2023

Estados Unidos: país con vocación genocida


“Maldición a aquellos que llaman bien a lo que esta mal”, (Joe Wright, 1996).

Jorge Salazar García.

Vaya primero la advertencia para evitar enojos innecesarios. Este artículo contiene descripciones de algunas masacres realizadas por los Estados Unidos (EE.UU). Si usted admira a ese gobierno, le recomiendo suspender su lectura; le decepcionará conocer la verdad. Otra sugerencia es recurrir al sentido común conforme vaya descubriendo el pasado del cual, hoy mismo, enorgullece a los yanquis. Sobre todo cuando se entere de cómo colonizaron Norteamérica y despojaron a México más de la mitad de su territorio.

Hoy, ante la conmemoración de 536 años de resistencia (12 de octubre 1492) de los pueblos indígenas,  ante la conmemoración de 536 años de resistencia, (12 de octubre 1492), de los pueblos indígenas,  también debe saber que el saqueo en México y las amenazas de EE.UU. de invadirlo no han terminado y que su política de expansión territorial incluyó  el  planificado exterminio de los pueblos que defendían sus recursos vitales. 

Se calcula que a la llegada de los colonos, 12 millones de  indios habitaban Norteamérica. En 1900 no rebasaban ya los 300 000, habían exterminado al ¡97.5 % de ellos!, siendo mucho más efectivos que los españoles en Hispanoamérica. Tan sólo en California, los 150,000 indios que la poblaban en 1845, fueron reducidos a 30 mil en 1870.


Desde la fundación de las 13 colonias (1620-1681) los “caras pálidas” cometieron más de 108 masacres, asumiendo el “Destino Manifiesto” de ser los elegidos para adueñarse de los recursos naturales de América del Norte. A continuación, se describirán algunas, incluida la masacre de los Kikapú (“Los que andan por la tierra”) de nacionalidad Mexicana.

Masacre-1.

La llegada de los europeos se registra a partir de 1577 (Francis Drake, Walter Raleigh, Henry Hudson y otros). En ese entonces los indios aprovechaban comunalmente sus recursos, no conocían la propiedad privada. Por ello permitieron, mediante acuerdos, a los colonos, ocupar algunas tierras. En 1606, una compañía privada funda Jamestown, el primer asentamiento permanente. Pero fue con la llegada de 102 seres codiciosos en el barco Mayflower, (1620), que iniciaron las matanzas. 17 años después un grupo de puritanos, encabezados por el capitán John Mason, rodearon la aldea de 500 pequots y los quemaron vivos, agradeciendo a la Divina providencia que esa “noche había 150 indios más que de costumbre”. 

Masacre-2. 

En 1617 las naciones Algonquinos, Natick, Nonamtum y Ponkapog fueron diezmadas sin gastar balas. Siendo una región fría los colonos les regalaron cobijas infestadas de piojos transmisores de la bacteria Yerisia Pestis, provocando una gigantesca mortandad de indios. Tan pronto estos descubrieron las intenciones de los blancos, comenzaron a resistir. Sin embargo, ya no pudieron evitar que el gobierno de Massachusetts ofreciera 12 libras esterlinas por cada una de sus cabelleras. Los “civilizados” colonos organizaron cacerías de hombre, mujeres y niños indígenas con el propósito de ganar dinero, tierras y reconocimiento político pues según ellos “el mejor indio es el indio muerto”. Para acallar las “buenas conciencias” el gobierno estereotipó a los indios como seres sedientos de sangre y calificó su asesinato como necesario y heroico. Tal caracterización se oficializó en la Declaración de Independencia (julio 4, 1776), en la cual, refiriéndose a Inglaterra, dice: “Ha alentado insurrecciones internas en nuestra contra, y ha tratado de inducir a los habitantes de nuestras fronteras, los despiadados Indios Salvajes”. En esta redacción participaron los fundadores de los Estados Unidos (Jefferson, Adams, Robert Livingston, Roger Sherman, George Washington y Benjamín Franklin. Este último, siendo presidente, formalizó esa política negándoles la ciudadanía yanqui, concedida hasta 1924.

Masacre-3

Fue hasta 1830 cuando, mediante la Ley de Desalojo y Traslado, se legalizó el despojo y la limpieza étnica. Su propósito principal se cumplió realizándose desplazamientos forzados “hacia el oeste del río Misisipi… para que pudiera ser repoblado por los ciudadanos blancos” (Madre Patria, pág. 77, Marcelo Gullo). Las naciones fox, sauk, kickapús y winnebago resistieron durante 5 meses en 1832. El 21 de julio de ese año, fue capturado uno de sus líderes, Halcón Negro, y más de cuatrocientas mujeres, niños y ancianos fueron masacrados con sevicia. “Los soldados despedazaron los cadáveres y cortaron largas tiras de carne para usarlas como cuchillas de afeitar” (Madre Patria). En estas batallas “gloriosas” participó un joven de 23 años llamado Abraham Lincoln y el general encargado de la invasión a México (1847) Winfield Scott. Siempre dispuestos a hacer negocio con el sufrimiento humano, los güeros exhibieron al guerrero Halcón Negro como animal en varias ciudades del oeste. Seis años después muere Halcón Negro y, al año siguiente, James Turner robó su cuerpo para descarnar su esqueleto y exhibirlo como trofeo. Debido a  que el genocidio era oficial, el ejército conducía a los indios a pie, casi desnudos y sin comida para que murieran de frío y de hambre. Por ejemplo, en 1838, 17 mil Cherokees fueron obligados a caminar 1600 kilómetros desde Georgia (su hogar) hasta  una reserva en Oklahoma. Murieron más de 4 mil mujeres, niños y ancianos en su mayoría.

Masacre-4.

Ocurrió en 1864. El gobierno firmó un acuerdo de paz con el jefe Cheyene Olla Negra quien aceptó trasladarse con su gente al sur de Colorado (Sand Creek). Tan pronto estos se confiaron, ese mismo año, fueron atacados sorpresivamente por 700 soldados. Fueron asesinados 60 guerreros, 140 niños y mujeres. La tropa, al mando del general John Chivington, “arrancaba las cabelleras de los defensores y a las mujeres les mutilaron orejas y senos” (Madre Patria, p. 79). Un capitán, Silas Soule, al conocer el plan dijo que cualquier hombre que participara “sería un cobarde y humilde hijo de puta”. Posteriormente, recordando la masacre, denunció: “cientos de mujeres y niños se nos acercaban, se ponían de rodillas pidiendo piedad, no obstante, hombres que afirmaban ser civilizados les partían los sesos”. Aún era presidente Abraham Lincoln quién, convencido de la segregación étnica, confinó a las tribus en espacios minúsculos donde no pudieran cultivar, cazar ni pescar. Los condenó a vivir de la dádiva gubernamental, que siempre era poco, tardío y de mala calidad. Entre 1864 y 1867 tocó el turno a los Navajos. En 53 marchas murieron miles de ellos antes de llegar a Nuevo México, lugar de su reubicación.

Masacre-5.

En 1868 el general George Custer atacó sin avisar a los Cheyenes acampados en las orillas del río Washita. Para ahorrar balas mataban a los bebés, niños pequeños y mujeres embarazadas aplastándolos con las patas de los caballos. Su despiadado proceder le valió el apodo de “asesino de pieles rojas” (Squau Killer), título que siempre portó con orgullo. Esa clase de héroes de los Estados Unidos están registrados en libros, placas, escuelas, calles, monumentos, instituciones y son admirados hasta en México, su más grande víctima. 

Alrededor del 80 por ciento de la población norteamericana fue exterminada a sangre y fuego. Hoy mismo los sobrevivientes de aquellos pueblos están al borde de la extinción; viven en reservas donde la pobreza, el vicio, la desesperanza y la enfermedad los consume. Transcribo las palabras de Pablo Moral contenidas en su obra “La Nación Navajo: larga marcha hacia la soberanía”: “el 42 % de la población navaja vive bajo el nivel de pobreza. Los ingresos per cápita rondan los 7,200 dólares, cuando la media nacional es de 30,000 (…) el 40 % de la población no tiene acceso a agua corriente (…) y un tercio de la nación padece de diabetes”.

Cada 12 de octubre, algunos mexicanos recuerdan las masacres de indios realizadas por Hernán Cortés olvidando totalmente que los paisanos de California, desde 1848, fueron víctimas de hambrunas, enfermedades y ataques genocidas sistemáticos. Actualmente, en el mundo, se está descubriendo el rostro real del imperio supremacista genocida del Norte, gobernado por una élite cuya rendición de cuentas y culpabilidad le tienen sin cuidado. 

El 11 de septiembre del 2001, durante el ataque a las torres gemelas trasmitieron imágenes de ciudadanos del medio oriente festejando su derrumbe. Tal algarabía hizo expresar a alguien (no identificado) con azoro “¿Dios mío, por qué nos odian tanto?” Probablemente estos datos contesten esa pregunta. ¿Será en Gaza, la próxima masacre?


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