De Zócalo Saltillo
Ricardo Rocha
Y también somos lo que no comemos. Así que, partiendo de esas premisas,
podemos afirmar que somos un país injusto, desigual, polarizado y
caótico. Hemos alcanzado el primer lugar en obesidad infantil, es decir,
en ningún lugar del mundo hay tantos niños gordos como aquí, debido
fundamentalmente al negocio gigantesco de la comida chatarra en las
escuelas. A la vez, ocupamos el segundo lugar en obesidad entre adultos,
atribuido sobre todo a la falta de la más elemental cultura alimentaria
y al campeonato mundial en la ingestión de refrescos de todo tipo....
Lo increíble es que, al mismo tiempo, de un total de 107 millones de
habitantes que ya somos, más de 20 millones padecen hambre todos los
días insertos en la pobreza extrema, contenida a su vez en la pobreza a
secas en la que sobreviven 60 millones de mexicanos. Dos universos
paralelos: un México gordo frente a un México hambriento.
Lo notable es que la obesidad, si bien mortal, tiene manifestaciones
casi simpáticas en el mundo de los gorditos. En cambio, la cara del
hambre es mucho más dramática y las más de las veces con visos de
tragedia. Como la que viven los niños de la montaña en Guerrero, los de
la Mixteca en Oaxaca, los de los Montes Azules en Chiapas o los de la
asfixiante Zongolica en Veracruz. Todos con las panzas reventadas de
parásitos, con desnutrición aguda y expuestos a fallecer debido a un
resfriado común. A morirse de hambre, pues.
Por eso, alienta que, desde su primer mensaje, el presidente Enrique
Peña Nieto anunciase una Cruzada Nacional Contra el Hambre que, para
empezar, fue una bofetada gigantesca contra su predecesor, Felipe
Calderón, cuyo paso por el poder generó al menos 4 millones de nuevos
pobres. Se trata del primer gran programa del nuevo Gobierno federal,
presentado antier en una espectacular escenografía montada en el
municipio pobre de Las Margaritas –territorio zapatista– y con la
república reunida: todo el gabinete y casi todos los gobernadores del
país. Así que se enviaron mensajes en varias direcciones.
Eso sí, el propio Peña Nieto se apresuró a aclarar que no será un
programa asistencialista, que va a beneficiar por lo pronto a 7 millones
400 mil mexicanos de los 400 municipios más pobres y que se basa en
cuatro ejes: una orientación focalizada para llegar a donde más se
necesita, corresponsabilidad entre dependencias y gobiernos para que
todas las instancias colaboren en la erradicación del hambre, una
estrategia social que fortalezca las capacidades productivas y el
involucramiento de la energía comunitaria y social de todos los
mexicanos.
Por su parte, la responsable de articular el programa, la secretaria de
Desarrollo Social, Rosario Robles, anticipó que “no se trata sólo de
regalar despensas”, sino de alcanzar cinco objetivos según la zona: cero
hambre, disminución del hambre, aumento en la producción de alimentos,
reducción de pérdidas poscosechas e impulso a la participación
comunitaria.
Y es que estoy convencido de que hasta ahora sólo se han enfrentado las
manifestaciones de la pobreza y no sus causas estructurales de origen.
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