Jorge Salazar García
No sólo el pentágono, también la industria militar estuvo detrás de la fundación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949. Creada con el propósito de contener la influencia del bloque socialista sobre Europa, una vez ganada la guerra fría (1989), desintegrado el bloque socialista, balcanizada Rusia y convertida en capitalista, sus funciones se enfocaron en defender al libre mercado. De hecho la OTAN se convirtió en el brazo armado de las corporaciones empeñadas en imponer la hegemonía de EUA a las demás naciones y apropiarse de sus recursos. Por las mismas razones, después de la caída la “cortina de hierro”, la OTAN comenzó a expandirse hacia el Este, violando su compromiso con Rusia de no hacerlo. Al respecto el estratega de aquella guerra fría, “George Kennan, expresó en el New York Times en 1997: “ampliarla sería el error más fatídico de la política estadunidense… es un error trágico”.
No obstante esa y otras advertencias similares, los gobiernos estadunidenses continuaron promoviendo la incorporación de países del Este de Europa. En 1999 se sumaron a la OTAN Hungría, la República Checa y Polonia; cinco años después incluyeron a Bulgaria, Estonia, Letonia y Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia; en 2009, se integraron Albania y Croacia. El cerco a Rusia se había completado, a pesar de haber adoptado el “libre mercado”. No bastó. Los oligarcas yanquis querían más, y fueron por Ucrania. Lo lograron financiando el golpe de Estado (2014) que depuso al pro ruso Víctor Yanukóvich. Su interino, Turchínov, organizó las elecciones ese mismo año y, gracias al apoyo de sus pares y al fraude electoral, fue electo el corrupto empresario multimillonario Poroshenko. Por supuesto, este señor, de inmediato aceptó imponer a Ucrania las radicales medidas neoliberales “recomendadas” por el FMI a cambio de préstamos. Es en el año de 2019 cuando Volodímir Zelensky respaldado por la oligarquía local y pro occidental gana las votaciones que lo hicieron el actual presidente. Con él se profundizó la rusofobia, el financiamiento a grupos militares neonazis y, por supuesto, su deseo de sumar Ucrania a la OTAN.
Eso fue constado el 12 de marzo pasado cuando las tropas rusas destruyeron una base militar, financiada y operada con asesoría de la OTAN, ubicada en territorio Ucraniano a sólo 10 kilómetros de la frontera con Polonia. También se descubrió que EUA financiaban decenas de laboratorios de investigación biológica. Lo cual es un absurdo, por decir lo menos, pues E.U.A. tiene alrededor de 336 laboratorios (y +300 bases militares) de investigación Biológica esparcidos por el planeta a pesar de estar prohibidos. Es el único país, que habiendo firmado la Convención de Armas Químicas, sigue desarrollándolas y oponiéndose sistemáticamente a un acuerdo de verificación de armas biológicas.
Estados Unidos no puede prescindir de la guerra, toda su economía depende de ella. Su descomunal deuda (30 billones de dólares) y la voracidad de la industria bélica le obligan a imprimir más billetes y expoliar a otras naciones. En su libro “War on Peace: the end of the diplomacy…” (2018) Ronan Farrow, ex asesor de Obama y Hilary Clinton afirma que USA ha privilegiado la guerra y el fascismo, sobre todo en los últimos 40 años, diciendo: “las oficinas del Departamento de Estado están vacías, mientras que en el extranjero el complejo militar-industrial ha asumido el trabajo que antes realizaban los negociadores y los pacificadores. Existe esta transformación: nos estamos convirtiendo en una nación que ya no tiene negociadores ni pacificadores. El secretario de Defensa, Mark Esper, confirmó lo anterior al recomendar en 2019: “reubicar a nuestras fuerzas y equipos a escenarios prioritarios que nos permitan competir mejor con China y Rusia”. En 2020 y 2021, la ONU aprobó resoluciones condenando el Nazismo, el neonazismo y el fascismo en todas sus formas. EEUU y Ucrania votaron en contra.
Sobre la invasión a Ucrania y la actitud belicista estadunidense, diversos analistas opinan que, ocurra o no una conflagración nuclear, las consecuencias serán desastrosas y globales. La semana pasada David Malpass, presidente del Banco Mundial (BM), expresó que las sanciones impuestas contra Rusia van a repercutir en la economía global en mayor grado que las hostilidades en Ucrania. Será más de lo mismo: hiperinflación, desempleo, rompimiento de cadenas productivas y distribución, endeudamiento, pobreza, contaminación y hambrunas. Para empezar, las sanciones impuestas a Rusia impiden enviar al mercado el 28% del trigo consumido en el mundo, 14 % de maíz, 12 % de petróleo y 43% del paladio, insumo en la nanotecnología e informática. Rusia resistirá temporalmente el vendaval gracias a sus reservas en oro valuadas en un billón de dólares, pero no así los países europeos. El mismo pueblo de Estados Unidos será afectado por una inflación creciente.
Ya la FED (Reserva Federal) imprime más dólares para compensar su devaluación. Esa es la receta que ha hundido a E.U.A en el endeudamiento perpetuo pues incrementa los precios, estanca los salarios y agrava la inflación, conduciéndolo a ¡imprimir más dinero! El crecimiento exponencial de la deuda inevitablemente hundirá la economía mundial en el desastre, pues frente a una Naturaleza con recursos limitados es imposible sostener el saqueo descomunal que eso significa. Algo es seguro, habiendo demasiado dinero en el mercado, la hiperinflación perjudicará más a los trabajadores y pensionados debido a que el incremento a sus ingresos siempre es menor a la inflación.
La posibilidad de que el conflicto escale a lo nuclear es mínima dado lo conveniente que la guerra prolongada resulta para quienes ganan con ella. No obstante, algún fanático del exterminio podría, voluntariamente o por error, lanzar un misil nuclear. Son espeluznantes las declaraciones provenientes de admiradores del libre mercado que anhelan la solución final. Van 5 ejemplos: la marioneta pro yanqui, Juan Guaidó, refiriéndose al intento de derrocamiento de Nicolás Maduro afirmó: “Los muertos no son un costo, son una inversión en el futuro”; la tv ucraniana permitió a un ciudadano expresar en vivo: “las bombas son un recurso, hay personas innecesarias a las que simplemente hay que matar”; Fakhrudin Sharafmal, presentador del canal 24 ucraniano, llamó el martes a exterminar niños rusos y masacrar a todas las familias rusas (La Jornada 15/03/22); Bolsonaro, luego de asumir la presidencia en Brasil le preguntaron qué tipo de país pretendía construir. La respuesta fue: “primero hay que destruir todo. Luego veremos. La caballería brasileña falló, debería haber actuado como la de Estados Unidos, que diezmó a los indígenas y libraron al país de esa plaga”. Por último, Gennadi Druzenko, siendo líder en un hospital de voluntarios convocó a castrar a los prisioneros rusos.
Actualmente, la OTAN, teniendo al pentágono de guía, (“La Guerra Irrestricta”; Liang y Xiangsui, 1999). emplea masiva y sistemáticamente recursos no convencionales, (economía, drogas, comunicaciones, ciberespacio, cultura, comandos privados, etc.), ignorando todas las reglas. Washington simplemente continuará obedeciendo a las corporaciones hasta que los contratos de reconstrucción, venta de alimentos, armas y préstamos estén asegurados.
Afortunadamente, la crisis actual está despertando a millones de personas quienes ven en sus líderes a reyezuelos desnudos presumiendo ropajes de oropel inexistentes. Descubren que la perniciosa influencia del dinero sobre la política es responsable de la muerte de alrededor de 20 mil niños diarios por hambre y enfermedades curables (Save the Children) en tanto la industria militar gasta miles de millones de dólares en el mismo lapso. Esto sólo es concebible en un mundo, como dijera Galeano, conducido por locos fascistas decididos a convertirlo en un manicomio y en un inmenso matadero.
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