domingo, abril 10, 2022

Las curaciones de Pachita

Jorge Salazar García. 
Retomando el tema iniciado en el artículo anterior, “Pachita: la curandera milagrosa“, en este se ampliará su biografía con datos extraídos del libro del científico y Neuropsicólogo Jacobo Gringberg  “Pachita” (1984), principalmente; el cual, usted mismo puede consultar solicitándolo a jorsana01@hotmail.com. 
Para empezar, debe aclararse que la eficacia de los “trabajos” de Pachita, fue corroborada por especialistas de varias disciplinas. Además del desaparecido (1994) Jacobo Gringber, constataron los hechos los investigadores siguientes: Alberto Villoldo (antropólogo y médico cubano), Salvador Freixedo (investigador español paranormal), Alejandro Jodoroswki (escritor chileno), Stanley Kippener, (psicólogo estadunidense), entre otros; y naturalmente, quienes fueron curados. También debe precisarse que los embates de las corporaciones farmacéuticas contra las terapias y medicina alternativa continúan; incluso, una línea de investigación de la desaparición del Grinberg (cerrada por “ordenes superiores”) se ligó a lo trascedente de su investigación sobre el poder de la conciencia.
Por otro lado y debido a lo delicado del tema, debe advertirse no asumir con fanatismo el auto recetarse o acudir a cualquiera persona que presuma poseer “poderes milagrosos de sanación”. Si bien es cierto que las emociones, la fe y la intuición son fundamentales en la medicina Holística, aquellas, en una sociedad egótica y consumista pueden ser aprovechadas por estafadores. 
Pachita fue un Ser extraordinario, de acuerdo a la teoría (Sintérgica) de Jacobo poseía el Don, (potencial), de reorganizar la estructura fundamental del espacio-tiempo, considerada una “red energética de absoluta coherencia y simetría” donde, sólo cuando esta cambia, “el tiempo transcurre y los objetos aparecen”. La realidad que conocemos, según dicha teoría, resulta de “la interacción entre el campo neuronal producido por el cerebro y aquella red energética, llamada lattice. “Todos vemos un mundo similar porque la estructura de nuestros cerebros es muy parecida y; por lo tanto, los campos neuronales que producimos son semejantes, aunque irrepetibles y únicos a cada momento”. 
Básicamente todos poseemos ese potencial de modificar nuestra realidad perceptiva, depende del nivel de conciencia alcanzado, ya producto de un entrenamiento riguroso o mediante experiencias especialmente traumáticas. Al parecer Bárbara Guerrero (1900-1979) tuvo ambos. El entrenamiento lo recibió del africano Charles que la adoptó luego de ser abandonada por sus padres en su ciudad natal, Parral. Cuando Pachita tenia 15 años este personaje regresó al África; por supuesto, antes le enseñó el manejo de energía corporal, plantas, formas de curación y maneras de concentración para obtener información de entidades no físicas. Pachita no ejerció ese poder pronto, pues tales “trabajos”, sin explicación aparente, eran considerados demoniacos o de brujería en aquel entonces. 
Antes de dedicarse de lleno a la curación, (lo hacía en la ciudad de México y Parral), desempeñó, entre otras, las actividades de bailarina, vendedora de billetes, cantante en camiones y soldadera al lado Pancho Villa. “Tengo un rifle de Villa, es mi única herencia. Lo que me encantaba era su hombría: ese si tenía huevos” dijo de él. Otros datos biográficos señalan que Pachita únicamente tomaba té con un elixir, comía muy poco y no lucraba con sus saberes. Como resultado del trauma sufrido al enterarse de que su primogénito había sido asesinado durante el movimiento estudiantil del 68, su vista se afectó pues realizaba sus operaciones casi a ciegas. “Veo con otros ojos; cuando miro un cuerpo veo las partes podridas”, le contó Pachita a Jacobo.
Ya adulta, viviendo en la ciudad de México, comenzó a recibir enfermos de manera permanente. Antes de iniciar, Pachita entraba en trance o estado de abandono del “yo” para permitir le guiaran los espíritus, principalmente el de Cuauhtémoc (último emperador azteca) a quién ella llamaba “el hermanito”. Auxiliada por varios ayudantes (sus hijos Enrique y Guillermo, incluidos) empleaba velas, aceites, yerbas, vendas, tijeras, sierra y un cuchillo de monte. Operaba a las personas sin utilizar anestesia ni antibióticos y nadie se le murió jamás. Tan pronto terminaba de extraer un órgano o serrado un hueso, enfermos, alzaba su brazo orando y rogando a Dios por la cura. De repente y de la nada aparecía sobre su mano abierta materia biológica renovada. Ella, de inmediato, la colocaba en su lugar con un simple empujón. La señora, según testigos, tenía el poder de materializar y desmaterializar. 
De alguna manera, la fama de Pachita llegó a los Pinos, pues fue ahí donde la hermana del Presidente José López Portillo (1976) se la presentó a Jacobo (1977). Posiblemente, Pachita influyó indirectamente en el Presidente en la escritura de su libro “Quetzalcóatl”.
¿De dónde provenía el poder de Pachita para aparecer y desaparecer materia? Se entiende que de su cerebro y conciencia. Eso precisamente lo explica, en parte, la Teoría Sintérgica de Jacobo Grinberg que será abordada en el último artículo de este tema. Por lo pronto le dejo algunas de las increíbles operaciones realizadas por Pachita.
Cerebro.
Con una sierra trepanó la cabeza de la paciente; en seguida, utilizando el cuchillo de monte, adentro ejecutó un movimiento lateral y extractivo quitando un pedazo de corteza. Depositó aquella masa sanguinolenta en una mesa y luego, de una bolsa de plástico Pachita sacó un tejido similar al amputado. Fresco en apariencia y sonrosado, meciéndolo cerca de su boca, le habló al tejido: ¡vive!, ¡vive!, ¡vive!. Acto seguido, lo introdujo al hueco dejado por la corteza acancerada ya extraída. Se saturó y vendó la cabeza y le preguntaron a la mujer cómo se sentía. —Estoy bien, hermanito; muy bien, contestó. 
Corazón.
 Abrió el pecho 15 centímetros; cortó una vena y empezó a penetrar el corazón con el cuchillo. Realizó otra incisión en la aorta y sólo un pequeño chisguete de sangre brotó. Pachita pidió el trasplante y lo colocó encima de la herida. Volvió a seccionar y extrajo una masa de tejido todavía palpitante de unos 24 cm2. Finalmente introdujo la víscera sustituta y esta comenzó a latir. 
Pene.
Era un problema prostático. La mano izquierda de Pachita sostenía él pene del hombre y con la derecha introducía casi todo el cuchillo a través del orificio urinario. El hombre no se quejó ni sufrió dolor. 
Pulmón.
Utilizando el cuchillo efectuó una cisura gigantesca en el costado derecho. Se oyó un sonido parecido a un escape de aire, ¡sss!, ¡sss!, y enseguida la mano de Pachita arrancó un tejido membranoso y violáceo. De la mesa adyacente tomó un pulmón enrollado en sí mismo, de consistencia suave y esponjosa, lo acercó a la herida y éste se deslizó por ella hacia el interior. La herida se cerró sin dejar rastro visible. 
Espalda.
Era un vaso de vidrio saturado en alcohol, el cual, inmediatamente después de prenderle fuego, fue colocado en la base de la columna. El vacío creado hizo aparecer una excresencia que, en forma de burbuja, penetró al vaso. Abrió la espalda unos centímetros arriba del vaso, descubrió las vértebras e injertó un hueso.
Hígado.
Algo se desprendió del interior del cuerpo de la paciente, Pachita había logrado extraer la parte podrida del hígado. En seguida colocó dos grandes masas de tejido sobre la herida. Con la punta del cuchillo las metió en la cavidad abierta que parecía las succionaba. La herida cerró sin dejar huella.
Los anteriores casos fácilmente pueden ser llamados “milagros”; sin embargo todo ello nace del potencial desconocido de nuestro cerebro y su relación con la conciencia.
Para finalizar, le dejo algunos remedios descritos en el libro que implican saberes  y experiencias ancestrales: Para la diabetes, tomar agua de clavos oxidados; para dormir bien, colocar una flor blanca y una palangana de agua bajo la almohada y cama respectivamente; para la piel maltratada y llagas, untar con la cáscara de papaya una mezcla de esta fruta, zarzaparrilla, polilla y agua de malva; para el estreñimiento, linaza y verdolaga; orégano para los nervios; té de olivo para la circulación; beber un poquito de vino donde se hayan podrido tres ranas cura el alcoholismo. 
Tres misterios mas: al morir pachita su cuerpo mantuvo su calor tres días;  el nombre de la hermana del presidente fue eliminado, a petición de ella, del primer borrador del libro de Jacobo y, por último, tanto él como pachita fueron amenazados para que rompieran su relación. 


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