domingo, julio 30, 2023

Desempleo en la era digital


“Lo que nos está sucediendo”

Jorge Salazar García.

Estar desempleado es uno de los peores estados de quien vive de su trabajo. Significa no tener ingresos para obtener los satisfactores básicos. La persona se sumerge gradualmente en la incertidumbre hasta perder su confianza y autoestima, vaciándole de sentido su vida. De prolongarse este estado, sus relaciones sociales serán contaminadas con comportamientos tóxicos de angustia, resentimiento, odio y venganza. Sobre todo cuando no se cuenta con algún asidero moral firme o alguna organización donde comparta su condición con la esperanza de cambiarla. La falta de empleo no es culpa del ciudadano. Desde el momento que paga impuestos (actas, predial, permisos, IVA, ISR, etc.) es obligación de la autoridad proporcionar empleos dignos.

 

Es pertinente aclarar que ningún país capitalista logra dar empleo a todos sus ciudadanos. Pues su escasez es inherente al sistema para abaratar la mano de obra. No obstante, aquí cabe destacar que su versión más cruel aparece en los países saturados de corrupción como México. Aunque el actual régimen combata el desempleo, el hecho de haber adaptado la estructura legal e institucional conforme a  las recomendaciones “humanistas” de política económica del Foro Económico Mundial (FEM) y la agenda 2030, el problema continuará. Las becas estudiantiles, los apoyos a los pobres y la pensión universal, si acaso, amortiguarán su gravedad. Pero tales medidas, lamentablemente, nada tienen que ver con la bondad, mucho menos con la justicia social, pues el que sufraga ese gasto es el Estado, con nuestros impuestos que pagamos desde que nacemos.

Son estrategias diseñadas para mantener a raya a los trabajadores, quienes al ser desplazados o no encontrar empleo comienzan a cuestionar al sistema todo. Ahora bien, tomando en cuenta que la población crece más que la oferta de empleos la desocupación se disparará sin control como resultado de la automatización de los puestos de trabajo. Y dado que la digitalización y robotización de las factorías no las detendrá ese 1% dueño del mundo, tarde o temprano los desplazados se rebelarán.   

El modelito de muerte no desaparecerá al menos que ocupados y desocupados se unan poniendo en común que su explotación no esta determinada por el destino, sino por una maquinación cuyos autores fueron desenmascarados en 2018 por Alfredo Jalife. Este analista político develó que el grupo Hildebrando reunió alrededor de 150 personas (1950) en el hotel BiIderberg (países bajos) para programar un nuevo orden mundial. Estuvieron presentes los dueños de las corporaciones más poderosas, George Bush, Soros, Rockefeller, Henry Kissinger y la realeza anglosajona. En su listado de objetivos resaltan dos: disminuir la población en 4 mil millones de personas  y controlar el agua para el 2050. El mismo Jalife dio a conocer que el israelí Yuval Noah Harari, miembro del FEM, alabó el primer objetivo afirmando: “avanzaremos rápidamente al inicio del siglo XXI cuando no necesitemos a la mayor parte de la población. Cualquier cosa que la gente esté todavía haciendo de útil, estas tecnologías lo harán cada vez más redundante y harán posible sustituirla”.

Duele reconocerlo, pero esa política eugenésica fue implementada en México. El PRIAN programó la  esterilización forzada, guerras étnicas contrainsurgentes, contenciones salariales, privatización de servicios de salud pública, degradación de hábitos alimenticios y permitió el uso de fármacos y drogas prohibidas incluso en EUA. Fueron exitosos: el índice demográfico descendió, las enfermedades metabólicas causan más del 50% de las muertes, la estabilidad laboral desapareció. El miedo, la angustia y la desesperanza crecieron tanto que las nuevas generaciones ya no quieren tener hijos ni mucho menos saber de política la cual, erróneamente, identifican con los partidos y los trúhanes que la dirigen. 

Actualmente, organismos internacionales controlados por EUA difunden que los alimentos sólo alcanzarán para el 50% de la población, cuando en realidad se produce tres veces más de los necesarios. Nada de fortuito hay en ese porcentaje pues siendo 8 mil millones la población actual, corresponde a la meta establecida de ¡4000 millones! Es una “farsa genocida, en un mundo donde más de la mitad de los alimentos acaban en la basura pues lo que importa es el mercado, no la distribución justa” (Hermann Bellinghausen, dixit). 

Volviendo a los despidos, afortunadamente los despertares se multiplican y globalizan también. Veamos el siguiente botón de muestra surgido en los Estados Unidos. La actriz Fran Drescher (La niñera) dirigente del sindicato (SAG-AFTRA) de actores y trabajadores del espectáculo, hoy en huelga, dijo: “Lo que nos está sucediendo es que somos las víctimas de los codiciosos. Es algo muy grave que afecta a millones de personas (…) no sólo a las de este sindicato. Todos vamos a estar expuestos a ser desplazados por máquinas, así que  ¡tienes que despertarte…! (Youtube). 

Ya no sorprende saber que la pandemia haya sido un pretexto creado para separar la mano de obra de los procesos de producción, ensayar despidos masivos y reducir la población. Un hombre del sistema, Michel Chossudovsky, declaró que “fue un acto de guerra; una operación planificada cuidadosamente donde nada es espontáneo o accidental atribuido a EUA y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cuyo lema es "la codicia es buena". Durante el confinamiento las corporaciones pudieron digitalizar sus negocios. Lo hizo Zara cerrando alrededor de 1200 tiendas en el mundo y  Lufthansa –línea aérea europea– que eliminó 22 mil puestos de trabajo. Y desde entonces lo vienen haciendo bancos, industrias, empresas, supermercados, etcétera. De la industria de la comunicación, por ejemplo, han sido despedidos más de 100 mil trabajadores en este año 2023. Con esa acción de guerra, la explotación laboral se exacerbó, gracias al teletrabajo desempeñado desde casa con un ordenador o celular. 

Tal vez no se vea, pero sus planes de robotización van viento en popa. En 2018 había 26 robots por cada 10 000 empleos; en 2021, 126 y en este 2023 superarán los 330. Proyectando este crecimiento al 2024 habrá 650 robots en promedio. Seguramente serán mucho más pues ya hay fabricas totalmente automatizadas. Siendo previsores, los codiciosos diseñaron estrategias para contener las reacciones violentas de los desplazados. Los llamados a “humanizar” el capitalismo preocupándose por los derechos humanos de los trabajadores, pagar impuestos y garantizar un seguro de desempleo son parte de aquellas. Como tales propuestas conllevan costos económicos, jamás las aplicarán por las buenas. Pues por naturaleza, atendiendo a lo dicho por Baruch Spinoza, los codiciosos son personas enfermas obsesionadas en acumular sin medida y sin importar los medios. Como los adictos, nunca logran satisfacer sus deseos porque no tienen “llenadera” (saciedad). Su único valor (Erik Fromm, “Tener y Ser”) es ser más fuertes que los otros para conquistarlos y explotarlos.

 No obstante habrá un punto de quiebre cuando el Estado ya no reciba el 30% proveniente del salario (ISR) ni los impuestos cobrados al consumo (IVA). Los trabajadores desempleados dejarán de aportar  recursos para mantener el gasto corriente y el social.  En Japón, país con mínimos índices de corrupción y desempleo, se está cobrando impuestos a los robots, pero allá, autoridades y empresarios tienen sentido social. Se comienza a oír otra estrategia de corte neoliberal: reducir horas, días o meses de trabajo para dar ocupación a la mayoría, pero con salarios y condiciones precarias, esperando se mueran pronto mal nutridos, secuestrados, ejecutados, accidentados o suicidados.

Lo anterior, cierto, no deja espacio para el optimismo. Sin embargo, existen salidas viables. Una de ellas es hacerse cargo del destino propio, no esperar la salvación de arriba. El 95% de la población pertenece a la clase trabajadora. Imagínese lo que sólo 50 millones unidos y organizados podrían hacer para dejar de ser mercancía. Se podría por ejemplo  boicotear el consumo de artículos y servicios producidos por máquinas y repudiar, sin violencia física, a toda aquella autoridad que sirva a los intereses del capital.


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