domingo, julio 23, 2023

Soy tu hígado: ¡Cuídame!


“Comer cuando se está enfermo es alimentar la enfermedad” (Hipócrates).
Jorge Salazar García.
¡Pst, pst…hey! soy tu hígado, te hablo desde la parte derecha de tu cavidad abdominal. Estoy encima del estómago, del riñón derecho e intestinos. Si eres adulto peso alrededor de 1.5 kg. Tengo forma triangular  y mido 26 cm de ancho, 15 cm de alto y 8 cm de espesor, en promedio. Soy esencial en algunos procesos que realizan las células para mantener tu vida. Regulo los niveles de sustancias químicas en la sangre, secreto 1.6 litros de bilis diarios para ayudar a digerir y descomponer las grasas. Andreas Moritz, naturópata, me comparó con una ciudad donde, para realizar más de 500 actividades, consumo, produzco y almaceno energía. Pero puedes compararme con una refinería para comprender cómo opero. 
 
Desde tiempos ancestrales existen referencias mías. Aparezco en el mito de Prometeo donde se relata las dos veces que este titán ofendió a Zeus. En la primera ocasión le sacrificó una res dividiéndola mañosamente en dos partes para beneficiar a la humanidad. En una puso vísceras, piel, carne y la cubrió con la piel del animal; en la otra, amontonó los huesos cubriéndolos de brillante y apetitosa grasa. Sabía que Zeus escogería esta última, creyéndola mejor. Al descubrir la añagaza el dios del Olimpo se puso furioso y decidió castigar a Prometeo y quitar el fuego a los hombres. La reacción de Prometeo fue rebelarse robando el fuego (conocimiento) y devolverlo a sus protegidos. Por esta segunda ofensa Zeus ordenó encadenar a Prometeo en el Cáucaso y que un águila me despedazara picotazo a picotazo durante el día. Dicho castigo, debido a que me regenero en las noches, implicaba eternizar el suplicio. Por su parte, la cultura mexica me llaman yaltepachtli. Me considera el aliento vital que dota al hombre de pasión, vigor, envidia, deseo. Represento a Ihyotl, uno de los tres espíritus del cuerpo. Los otros se ubican en la cabeza (Tonalli) y el corazón (Teyolía).
Trabajo las 24 horas del día disminuyendo el ritmo durante la noche. Si me detengo mueres. Mi actividad metabólica se intensifica cuando ingieres alimentos. De ellos obtengo los insumos y energía necesarios para producir glucógeno (energía refinada), limpiar la sangre sucia proveniente de los intestinos y enviarla al corazón, que la bombea hacia todo el cuerpo. Estando sano produzco y almaceno hasta 225 gr de glucógeno. Recojo los millones de glóbulos muertos diariamente para hacer nuevos glóbulos rojos. También proceso minerales, vitaminas, medicamentos regulando su presencia en el organismo. Deposito en la vesícula biliar la bilis para ser enviada al duodeno (intestino delgado). Mis residuos, filtrados en los riñones, son desechados junto a los demás en forma de sudor, orina y excremento. Si alguna de mis partes dejara de funcionar adecuadamente el equilibro (homeóstasis) se rompería. Luego, tu cuerpo te enviaría señales de alarma (síntomas), si las ignoras, tarde o temprano, sufriré crisis, padeciendo hepatitis, hígado graso o cirrosis que ponen en riesgo mi existencia. Siempre y cuando te ocupes de mi, puedo recuperarme antes de que el daño se propague al cuerpo entero. Te sugiero me des mantenimiento preventivo cuidando tu alimentación y hábitos de vida.
Aliméntame bien.
Aunque el metabolismo de los alimentos  se inicia en la boca y se continúa en el estomago e intestinos, yo también participo. De ellos, Igual que los demás órganos obtengo energía, principalmente de los carbohidratos naturales cuyo contenido básico es el azúcar. Suministrarme carbohidratos industrializados contenidos en refrescos y harinas blancas conduce a desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, pancreatitis, nefropatías (riñón) e incluso cáncer y alzheimer. En la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2012) me enteré que esa enfermedades causan el 66% de muertes y, de estas, el 25% se me atribuyen. Acepto la culpa, pero no puedo hacer mucho si tu insistes en alimentarme con comida rápida, refrescos y alcohol. De todos modos te avisaré antes de fallarte.
Yo y la obesidad
El Dr. Jason Fung, nefrólogo canadiense, autor del libro “El Código de la Obesidad”, afirma que su desarrollo es ordenado por el hipotálamo para alcanzar el peso corporal adecuado. Al detectar que entrego poca energía, genera hambre en ti reduciendo tu nivel de saciedad. Este descubrimiento fue aprovechado por la industria de comida chatarra para inducir en la gente  que es bueno “botanear” a toda hora causando obesidad infantil, principalmente. Las farmacéuticas aliadas a médicos mercenarios agravaron este crimen clasificando la obesidad como enfermedad y a la diabetes como hereditaria, crónica, progresiva e incurable para vender dietas, fármacos, insulina, tratamientos “milagrosos”, etc. Lo cierto es que la obesidad es causada, sobre todo, por la cantidad y tipo de carbohidratos consumidos. Si  ingieres más de los necesarios, produciré más glucosa (azúcar transformada) superando tu demanda y me obligarás a almacenarla en forma de grasa (lipogénesis) aumentando tu peso corporal. Te advierto que si continúas ingiriendo comida y bebida con azúcar o edulcorantes no tendré tiempo para procesarlos y  la obesidad podría llegar. 
Yo y la diabetes. 
Después de que transformo el azúcar en glucógeno, el páncreas manda carros (insulina) para llevarlo a las células de todo el cuerpo. El organismo determina la cantidad exacta de “carros” considerando el glucógeno que transportará y el que dejará circulando en la sangre. Durante algún tiempo el dueño de los transportes (páncreas), mientras no se rebase la tolerancia máxima (depende de cada persona), aumentará carros. La insulina aumenta en la sangre. Tu hambre y sed sed también se incrementan pidiendo ¡más carbohidratos! La insulina seguirá cumpliendo su función de retirar glucosa de la sangre manteniéndola dentro del rango homeostático (80-120 mg/dl). Paralelamente yo almacenaré una reserva energética de glucosa excedente.  Rompiéndose este equilibrio los problemas se presentarán de dos maneras: dejando menos glucosa o demasiada en la sangre. La primera ocurre cuando el organismo no detecta que los carros están retirando demasiada glucosa. Bajarla a menos de 80 te podría ocasionar convulsiones y la muerte. Así que para evitarlo tus defensas ordenan al páncreas no enviar más transporte causando resistencia a la insulina, característica de la diabetes tipo 2. Con este mecanismo, generalmente activado en personas con sobrepeso la cantidad de glucosa en sangre varía dependiendo de cómo respondas al cansancio, sed, hambre, sueño soporoso. Si no cambias tu dieta, el páncreas cesará por completo la producción de insulina (pancreatitis) haciéndose presente la diabetes tipo 1. 
 Recomendaciones
La medicina convencional prescribe pastillas o inyecciones de insulina para controlar la diabetes en lugar de procurar su producción natural en el páncreas. La enfermedad daña palatinamente los riñones y los vasos sanguíneos más pequeños (microcirculación) de los órganos más sensibles del cuerpo (cerebro, paredes cardiacas, nervios y ojos. Sanarme es posible pero requiere de voluntad y sacrificios. Cambiar el ser diabético o pre-diabético implica consumir poco, sin saciarse. Comer dos veces al día y ayunar durante 12 horas (incluyendo el sueño). Es una costumbre ancestral practicada por Aristóteles, Leonardo de Vinci, Platón, Gandhi, Cristo, Buda, etcétera. En vez de recurrir sólo a fármacos en la diabetes 2, comienza a desintoxicarte tomando una o dos cucharada de vinagre de manzana antes de cada comida  y antes de acostarte, eso mitiga la resistencia a la insulina. Tomar café de grano protege contra la diabetes 2 en 7% y reduce la insulina. Ingerir una cucharada de canela en polvo diaria nivela el azúcar en la sangre. Ayuda beber, espaciados durante el día, dos litros de agua de manantial o pranizada (aireada vaciándola en dos recipiente, alternativamente). También puedes aplicarte enemas y baños terapéuticos con agua fría. Eso si, poco efecto tendrá lo anterior si no eliminas refrescos, comida chatarra, industrializada  y los venenos refinados blancos (sal, azúcar y harinas). 
Le dejo esta historia de cómo los yanquis cambiaron los hábitos alimenticios al “pueblo del río” (Pima) radicado en los estados de Arizona, Sonora y Chihuahua que vivía de la caza, pesca y agricultura. A inicios del siglo XIX su gente era conocida por esbelta, vivaz y saludable. Después de que los yanqui robaron ese territorio a México (1847), los encerraron en reservas territoriales y cambiaron sus alimentos. Para el 2006, 50% eran obesos y de estos el 95% diabéticos. ¿Eugenesia exitosa?


 


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