De Zócalo Saltillo
Indicador Político
Con una ventaja menor en el voto popular en el 2012 sobre el 2008, Obama
ha disparado los poderes extraordinarios de la presidencia de la nación
para aplicar políticas sin el consenso de una parte de la sociedad.
Inclusive, economistas liberales hablan de una reactivación de la “lucha
de clases” al enfrentar Obama a los pobres contra los ricos.
Obama ha llevado algunas decisiones a la orilla de la ruptura
institucional para no ceder posiciones a los republicanos: Aprobación
presupuestal sin recortes a los despilfarros de gasto, aumento del techo
de deuda sin estabilizar el gasto, desdén al déficit presupuestal que
se convertirá en costo social hacia 2016, modificación de la política de
posesión de armas, entre otras.
En los hechos, Obama le ha apostado a la reconfiguración de la
institución presidencial para convertirla en el centro de todas las
decisiones, anulando los equilibrios políticos, sociales, de poder y de
militancias. Como Luis Echeverría en los setenta, Obama decidió asumir
el control de la política económica al designar a su jefe de gabinete
como secretario del Tesoro y por tanto como el operador de las
decisiones ejecutivas. Como Echeverría cuando afirmó que la economía “se
maneja desde Los Pinos”, hoy Obama puede decir que la economía se opera
“desde la Casa Blanca”.
Paulatinamente y en función de los hechos, la institución presidencial
ha optado por el autoritarismo. Obama no negocia, no atiende a ciertos
equilibrios de poder del establishment, sus decisiones se alejan de los
parámetros del capitalismo estadounidense; poco a poco, su presidencia
se parece mucho a la de Hugo Chávez: Una institución populista,
dependiente del aplauso popular, polarizante en sus adjetivos y sin
atender a la racionalidad de los equilibrios económicos.
Cuatro grandes decisiones han dibujado el autoritarismo presidencial:
1.- Obama se negó a negociar el presupuesto federal que se enfilaba, al
finalizar el año pasado, hacia el abismo fiscal: No atendió la demanda
de bajar el déficit, profundizó su keynesianismo tercermundista de
gastar y gastar y gastar a pesar de que el gasto no reactivó la economía
y sí elevó el déficit presupuestal a cifras de dos dígitos; cuando le
reclamaron la urgencia de contener el despilfarro del gasto, Obama
contestó que los republicanos querían quitarle sillas de ruedas a los
discapacitados, cuando en realidad la oposición era a la burocracia
ineficiente. Pero Obama jugó al riesgo: Dejó que el país cayera al
abismo fiscal para obligar a los republicanos a aprobar el presupuesto
sin recortes.
2.- En la revisión presupuestal, Obama polarizó la sociedad al asumir un
discurso contra los ricos para obligarlos a regresar al pago de
impuestos al que habían sido exentados por George W. Bush. Si la medida
era necesaria, Obama la llevó al terreno ideológico, lo que fortaleció a
grupos antisistémicos como los de Occupy Wall Street, los indignados
estadounidenses contra lo que fijaron como el 1% de ricos que controla,
decía, toda la riqueza. El discurso de Obama impuso el lenguaje de la
lucha de clases, de pobres contra ricos.
3.- En la negociación del techo de deuda, Obama regresó al lenguaje
ideológico polarizante: Los ricos quieren bajar el gasto. Pero Obama
llevó la deuda nacional de 10 trillones en 2008 a 16.4 trillones en el
2012 y ahora quiere más deuda, sin que pueda ofrecer cifras sensatas de
que esa deuda haya podido reactivar la economía nacional. Por ello Obama
pide más deuda para tener más gasto, aunque toda deuda tarde que
temprano se convierta en un pasivo para la sociedad que tenga que
pagarse con recesión. Los opositores a más deuda señalan la urgencia de
recortar despilfarros.
4.- En el asunto de las armas, Obama se negó a algún debate nacional,
capitalizó con la tragedia de las familias afectadas en la matanza en
Newtown, Connecticut, al utilizarlas en reuniones en la Casa Blanca,
atacó a la Asociación Nacional del Rifle aunque a costa de fortalecerlo.
Y aunque no logró su objetivo de modificar la Segunda Enmienda
Constitucional, sus acciones ejecutivas quedaron lejos de ser solución.
Eso sí, Obama aumentó su popularidad al medrar con las tragedias. Las
decisiones de Obama sólo fortalecieron a los sectores que defiendan la
Segunda Enmienda para la propiedad de las armas.
Lo malo de toda la presidencia de Obama es que enfiló su segunda
presidencia hacia un conflicto con los republicanos. Las razones de los
comportamientos de Obama vienen de su formación social: Nació y creció
en Hawai, llegó a los EU a los 20 años, se relacionó con los grupos
radicales de izquierda de Harvard, nunca participó de los juegos de
poder del establishment y llegó al poder por el voto de los pobres que
dependen de los fondos del Estado. Es decir, una carrera política típica
de los dictadores del tercer mundo.
La polarización social y política de los EU se está convirtiendo en un
factor de inestabilidad nacional. La modificación de políticas de Estado
no ha tendido a fortalecer el modelo de desarrollo ni a modificar su
condición de imperio. La precariedad económica y financiera se revela en
bajo crecimiento, aumento del gasto público para atender a los pobres,
multiplicación de problemas geopolíticos por el abandono militar
estadounidense, surgimiento de una nueva multipolaridad.
Obama está llevando a los EU a un escenario similar al que Mijail
Gorbachov condujo a la URSS y que marcó el principio del fin del imperio
soviético. Si Gorbachov tuvo el objetivo de transitar a Moscú de una
dictadura a un camino democrático --que se desvió con la restauración de
Putin--, Obama podría estar avanzando el camino de regreso: De la
democracia al autoritarismo. Y así los EU podrían verse pronto
reflejados en el espejo de la URSS que desapareció del mapa mundial.
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