jueves, diciembre 03, 2020

Los mundos de Maradona.


Soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra.
Tal vez para cuando esta nota sea publicada, los medios de comunicación masiva ya hayan dicho todo sobre el gran “pelusa”, Diego Armando Maradona. Pero como casi siempre sucede, tratándose de personajes  extraordinarios y polémicos que mueren repentinamente, quedarán anécdotas por descubrir y comentar. Este futbolista, uno de los mejores, murió por un paro cardiorespiratorio mientras dormía en su casa de Buenos Aires, el 25 de noviembre días después de ser operado del hematoma subdural que padecía. Al fin se tomaba vacaciones de sí mismo, como dicen respondió a la enfermera que le atendió y aconsejó no abandonar el hospital.  Maradona es un Ser marcado con los signos del neoliberalismo sobre-explotador y patriarcal; un producto mercantil con rasgos narcisistas y machistas. Su drogadicción y tendencia política fueron fuentes de polarización social. Teniendo fama y fortuna, desde el mundo del espectáculo, como pocos se rebeló contra la corrupción de los poderosos denunciándolos cuantas veces pudo. Claro, eso le costó persecución y aislamiento.  Cayó en la depresión, la cual le condujo al mundo de las drogas y los excesos. Casi metafísico  portaba dos relojes; el primero lo transportaba al mundo de fantasía (marcaba el tiempo del lugar donde jugaba) y el otro lo regresaba a la realidad (marcando la hora de Argentina). Esa dualidad igual fue expresada en los medios. Le llamaban monstruo-dios, mago-tramposo, hombre-ídolo al grado que él mismo declaró alguna vez: No soy ni Dios ni un ídolo, ni un rey, soy Maradona y nadie me lo cree. En el año 2005 se publicó el libro de Marcelo Gantman y Andrés Burgo titulado “Diego dijo”, en cuyo texto fueron transcritas ¡1000!  de sus frases. De este se tomaron las que aquí aparecen. 
Soy completamente izquierdista, de pie, de fe y de cerebro. Lo único que no soy, es falso.
 No había desdoblamientos o ambigüedades en el pibe, conservó su honestidad aún en los peores momentos: a veces misógino y machista o rebelde y solidario pero sencillamente auténtico y humano. Rechazaba la hipocresía y podredumbre de los poderosos, políticos, dirigentes y empresarios del futbol, pero más le dolían las injusticias cometidas por estos explotando al débil. Jamás olvidó su origen; se remitió orgullosamente a él en varias ocasiones sin importar el nivel de su fama. La lealtad a sí mismo y su congruencia como persona le convirtieron en el IDOLO que hoy llora el pueblo de Argentina. Sus logros en el deporte y su franqueza para reconocer sus errores mostraron a un mortal, con defectos y virtudes, pero dispuesto a dar lo mejor de si mismo en cualquier terreno. Se declaró abiertamente antimperialista y anticolonialista; nunca ocultó su admiración y respeto por el Ché Guevara, Fidel Castro, Evo Morales, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Lula y López Obrador. Vivió odiado o amado, pero a su manera.
Sus alegres garigoleos en la cancha,  su intolerancia a la corrupción y; sobre todo sus denuncias sobre la explotación de que eran objeto los jugadores le atrajeron el respeto de sus compañeros, ya que “no somos tratados como humanos ... tenemos que defendernos” reconocía.  Poco después de que Joao Havelange, presidente de la FIFA durante 24 años, dijera (1990) quererlo como a un hijo, Diego respondió: No quiero que Havelange diga que es mi padre. Yo tengo un padre excepcional y no un hijo de puta como él. Nunca tuvo la pasión del futbol, sólo del dinero, de los negocios”. 
El mundial de futbol realizado en México (1986) le consagró como ídolo . En esa ocasión hizo con el balón y los rivales lo que quiso. La pelota no le soltó a él, a pesar de su intención de cederla, los contrincantes y sus propios compañeros se lo impidieron para hacer con ella lo que debía: GANAR. 
El número cuatro le acompañó en aquel inolvidable partido contra Inglaterra. Los goles sucedieron en un intervalo de 4 minutos. Vengando a Argentina por el despojo de las Malvinas ocurrido 4 años antes (1982). Cuatro letras forman las palabras MANO, DIOS, FAMA, FIFA y MAGO utilizadas para describir aquella gran proeza deportiva. Es sabido que el primer gol lo anotó con la mano y lo reconoció cuando declaró: les ofrezco mil disculpas a los ingleses, de verdad, pero volvería a hacerlo una y mil veces. Fue trampa, también lo aceptó al decir: “la mano de Dios, fue como robarle la billetera a los ingleses”. Sobre el segundo (el barrilete cósmico) expresó: “Fue un lindo gol, pero no una maravilla. Raquel Welch es una maravilla, no un gol. Este lo anotó después de haber dado 44 pasos, recorrido 52 metros y haber dado 12 toques con el pie izquierdo. Todos, múltiplos de 4. 
Para morir no hay tiempo. La muerte no extiende un cheque en blanco a nadie. A los 60 años, de acuerdo al promedio de esperanza de vida actual, se puede llegar a los 75 años en muy buenas condiciones de salud aún habiendo incurrido en algunos excesos. Maradona, siendo el ejercicio su profesión y teniendo la mejor alimentación, hubiera podido llegar sin muchos problemas a los 100 años. El problema, dicho por el mismo, fue la FAMA que mata, le llegó a borbotones junto con las drogas y el impulso incontrolable de buscar MAS. Ambas vaciaron su existencia de sentido. Sus órganos, al fin humanos, agotados por el vertiginoso ritmo de trabajo impuesto con los excesos dieron paso prematuro a lo inevitable.
Maradona vivió una vorágine, tuvo de todo a su alcance, pero al fin humano no soportó la FAMA ni la vacuidad del mundo que le rodea. Su rebeldía denotó inteligencia y valor al manifestarlas y; por supuesto, sensibilidad al percibir el sufrimiento de los pobres para quienes, alguien dijo, Maradona fue la única alegría en sus vidas difíciles. Descanse en paz el gran pelusa.

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