“No esperaba nada del cielo, ni del mundo ni de los hombres”
Jorge Salazar García. 4/03/2024
Tenía 7 años de edad cuando mi hermano menor y yo asistíamos a la “doctrina” para poder hacer la primera comunión. Nos decían los catequistas que recibiendo el cuerpo de Cristo nos liberaríamos de los demonios. Durante varios fines de semana nos contaron pasajes bíblicos, leyendas e historias de santos. Y aunque quienes me conocen no lo crean, desde entonces mi cuerpo alberga el del Señor. ¡Recibí la comunión!
Recuerdo dos relatos especiales: uno sobre Francisco de Asís y el otro sobre el judío errante. El primero, porque un hombre hablaba con animales y apaciguaba bestias. El del judío me impresionó su castigo por haber negado agua a Jesús. Ahí conocí los términos “judío” y “hereje”. Y como a esa edad somos muy susceptibles, me convencí que todos los católicos eran buenos y los judíos malos, por herejes.
Con el paso de los años descubrí que los seguidores de Moisés, sólo consideraron los dos primeros libros de la Biblia para hacer el “Torá”. Supe que Abraham había fundado el judaísmo (1800 a.C., Judá) contra el cual Jesús se rebeló. El impacto mayor lo recibí al saber que Jesús era judío. Más adelante supe que todas las religiones buscan el bien, pero al ser institucionalizadas se corrompen, como el judaísmo y el catolicismo. Sólo así se entiende que la jerarquía cristiana respalde la farsa de que los judíos son el “pueblo elegido” y Palestina, su “tierra prometida”.
En este artículo se aborda el mito del judío errante debido a su relación con la política criminal del gobierno de Israel en Medio Oriente, basándose en la falacia anterior.
Ahasverus el zapatero.
En el libro “Historia del judío errante” (1990), Jean D`Omersson relata que un zapatero, nacido en Magdala (Galilea), viajaba ordinariamente a Judá recorriendo 140 kilómetros ofreciendo su mercancía. Aún con 34 años de edad, vivía triste, como resultado del abandono, en su juventud, de una bellísima mujer llamada María Magdalena (Miriam) que vendía su cuerpo a hombres ricos, como el procurador Poncio Pilatos. Ni siquiera ofreciéndole todas sus posesiones pudo reconquistarla. Miriam lo rechazó porque era pobre y ya no lo quería. Decepcionado y herido, Ahasverus, decidió irse de Galilea y partió hacia Jerusalén. Allí instaló su taller a puerta de calle. Por las tardes se entretenía apostando en juegos de azar con árabes y judíos. Las últimas posesiones las perdió ante Cartafilo, el portero de Poncio Pilatos (PP). Finalmente apostó lo único que le quedaba: su empleo. Volvió a perder y, aunque siguió haciendo zapatos, se convirtió en auxiliar del portero. Desde luego, profesaba el judaísmo.
En una carta, Poncio Pilatos, describiendo a quienes profesan el judaísmo dijo: son seres “modestos hasta la humildad y orgullosos hasta el delirio”. Son burlones, durísimos y estrechos. A menudo mezclan el DINERO Y LA RELIGIÓN. Sus líderes consideran un robo el cobro de impuestos. Claramente habla de dos judaísmo, el puro y el SINIONISTA, respectivamente. En la misma misiva informa tener prisionero a Jesús quien, al preguntarle si los impuestos debían pagarse, contestó: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Miriam, su fiel discípula, se enteró de ese encarcelamiento, solicitado por los judíos quienes deseaban deshacerse del nazareno. Por ello pide a Ahasverus (A) le ayude salvarlo. A continuación se transcribe, resumido, su diálogo.
A: ¿Te das cuenta de lo que me pides? Me abandonaste hace años y quieres (que te ayude) a ver al procurador.
M: Tengo que verlo.
A: ¿Te has acostado con él, ¿verdad?
M: Eso no tiene ya ninguna importancia, cariño.
A: ¿Te vales de un antiguo amante para salvar a otro? ¿Y acudes a mi para arreglarlo?
M: No es mi amante. Es el Señor y Maestro de todos.
A: Déjate ya de misterios. Es muy irritante. Te prefería aún cuando eras cínica y te llevabas a los hombres uno tras otro.
M: Ese tiempo ya pasó. Sólo quiero salvar a mi Maestro que lo han detenido en el huerto de Getsemaní. Y quieren ejecutarlo.
A: Le está muy bien. No tengo ninguna simpatía por ese individuo.
-Ella insiste a gritos ver al procurador. Éste, al escucharla, decide recibirla-
PP: ¡Miriam! ¡Miriam de Magdala! ¡Después de cuánto tiempo! Eres deliciosa. Sigues siendo una maravilla. ¿Acaso amas a alguien ahora?
M: Yo soy otra. Amo a aquel que LOS JUDIOS quieren que condenes. Por eso he venido
PP: ¿A Barrabás? ¿Es posible? Es un monstruo de crueldad, es horrendo.
M: No. A Barrabás no. Al otro que te han traído los JUDIOS.
PP: ¡Ah sí! ¡Ya sé! ¿Lo amas?
M: ¡No! ¡No! No lo amo como las mujeres aman a los hombres. Lo amo más que a nada, más que a la vida, más que a mi misma. Vengo a echarme a tus pies para que lo salves.
PP: Dime, querida. Si salvo a ese hombre, acaso…
M: No me pidas lo que no puedo darte.
PP: Ah! Así son los JUDIOS… no soltáis nada a cambio. No me digas que lo salve o lo condene, para mi da exactamente lo mismo. Cuando le pregunté si realmente se creía rey de los JUDIOS, me contestó que lo era. (Pero) que su reino no era de este mundo. ¿Qué galimatías es este?
M: Es rey de todos los hombres, de este mundo y del otro. ¿Lo soltarás?
PP: Haré cuanto pueda. Pero no te prometo nada.
Al salir Miriam, el zapatero sufrió su segundo rechazo. Su amargura crecía igual que su odio a los hombres que había amado. Sobre todo al último. En la mañana siguiente Ahasverus ve pasar enfrente del taller un tropel de gente siguiendo a un grupo de condenados. Sorprendido, ve a Miriam entre el gentío creyendo que iría tras Barrabás. Pero no. La atención de Miriam estaba centrada en un sujeto delgado chorreante en sangre y al borde del desmayo. Un compadecido Centurión preguntó al zapatero si Jesús podría descansar un instante y beber un vaso de agua en la paz y frescor de su taller. Este, mirando nuevamente a Miriam, se vuelve hacia Jesús y, viéndolo con odio infinito, lo corre:
- ¡Anda! ¡Anda ya! – Jesús se vuelve hacia él y con voz casi inaudible le dice:
-Yo ando porque debo morir. Tú, hasta mi vuelta, andarás sin morir!-Y continuó su camino.
Después Ahasverus entró a su taller y se desplomó. Permaneció inconsciente hasta el tercer día, cuando todo parecía haber vuelto a la normalidad. Despertó con la sensación de culpa y “la convicción de que su vida estaba acabada. Que algo distinto empezaba. Y se echo a andar” sin rumbo predeterminado. En las afuera de Jerusalén, vio a Miriam bajando de una colina. Ella pasó junto a él sin mirarlo, gritando:
- ¡Vive! ¡Vive! ¡Ha resucitado!- Él, que no creía, le gritó a Miriam con todas sus fuerzas: ¡Cuando uno muere es para siempre!
El inmortal
Ahasverus dejó Jerusalén atrás. Por la noche, buscando saciar su hambre y sed, entró a una taberna. Dentro reinaba el barullo. En medio de la confusión vio a un hombre de barba negra: ¡Era Barrabas! Poncio Pilatos lo había liberado gracias a que la muchedumbre lo prefirió sobre Jesús porque lo consideraban un patriota que pretendía liberar a los judíos de Roma. Ahasverus, invadido por la culpa, se unió a su banda, esperando morir pronto. Se hizo ladrón y salteador de caminos sin saber aún de su inmortalidad. Al morir Barrabás, se encargó de la banda: mató, torturó y violó, pretendiendo vengarse así de Miriam y Jesucristo. Cuando se cansó de esa vida, distribuyó su dinero y tomó camino hacia Roma.
Posteriormente, descubierta su inmortalidad, desempeñaría la mayoría de oficios y artes conocidas. Estando en Asís (Italia), bajo el nombre de Giovani Buttadeo, colaboró en la creación de la orden Franciscana (1209). Era amigo de Francisco de Asís, hijo del comerciante Pietro di Bernardone quien lo llamó “Inmortal” por haber sobrevivido a duras palizas y heridas durante su caminar. Con otros nombres fue protagonista y testigo de múltiples acontecimientos históricos: concilios, cruzadas, conquistas, caída de emperadores, etc. Como no puede morir no sabe vivir. Sigue esperando el juicio final.
Esa incapacidad para vivir en paz esta presente en los judíos sionistas. En todos lados se hacen odiar por creerse superiores. En su alma reina la codicia y el desamor. Eso explicaría el despojo y las masacres en Palestina.
La última referencia sobre el judío errante lo sitúa en 1976 como copartícipe, no oficialmente, del rescate de los pasajeros del avión de Air France en Entebe, Uganda. Lo extraño es que ese día, Jonathan Netanyahu, de 30 años de edad y hermano del actual ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, cayó muerto por una bala de un francotirador.